30 de diciembre de 2009

La esquela que no lo era

QUE LOS PERIÓDICOS –y más en los tiempos que corren– necesitan de la publicidad es perfectamente sabido y se comprende que sus responsables no desaprovechen oportunidad alguna que les ayude a sanear unas cuentas que en los últimos años, en toda la prensa, ofrecen tintes más bien sombríos. Es indiscutible que ciertos anuncios publicitarios son de pésimo gusto, como los que en diversos medios, incluidos algunos de marcado carácter conservador, ofrecen servicios sexuales de forma tan procaz como para escandalizar al mismísimo Camilo José Cela que resucitara, pero supongo que si los lectores compran esos diarios, aunque sea a la salida de misa de una, las empresas periodísticas tienen razones para mantenerlos.

Sin embargo, el anuncio antiabortista que, con apariencia de esquela funeraria, apareció el pasado lunes en varios periódicos españoles no debiera haber sido publicado; al menos, en ciertos periódicos; al menos, en la forma en que lo fue. Aun respetando a quienes crean honradamente que la interrupción de un embarazo, en los términos previstos por la ley, es un asesinato –ojo: respetando a las personas, no sus ideas– daré una razón, sólo una, por la que ese anuncio no debiera haberse publicado.

No debiera haberse publicado como lo fue porque al admitir su diseño, al colocarlo donde se colocó, los periódicos asumieron como propios –las esquelas auténticas sólo hacen referencia a personas fallecidas– los tópicos más esgrimidos por las organizaciones antiabortistas: que un embrión es una persona (“niños abortados”, decía la nota) y que interrumpir un embarazo equivale, por tanto, a quitar la vida a alguien. Lamento decirlo, pero al colocar el anuncio en el lugar destinado a las esquelas verdaderas, de fallecidos cuyos deudos debieron sentirse molestos al ver el recuerdo a sus familiares junto a esa propaganda, los periódicos otorgaron credibilidad a consignas de organizaciones extremistas que, acompañen o no sus proclamas de una cruz, son de carácter político antes que religioso.

26 de diciembre de 2009

Increíbles creencias

ENTRE tantas encuestas como se realizan habitualmente sobre las preocupaciones de los españoles (en la última, el paro, la crisis y el funcionamiento de los partidos políticos por ese orden) me llamaron mucho la atención hace unos días los resultados de un estudio aparentemente riguroso sobre las creencias religiosas en nuestra sociedad. Lo publicó un importante diario.

Según esa encuesta, más de la tercera parte de la población considera que Jesucristo, además de ser un personaje histórico, nació de una virgen. Exactamente, el 37%. Pero sorprendentemente serían más, el 42%, los que creerían que tres reyes de oriente fueron a visitarlo. No sé cómo pueden casar esas cifras.

En el año que ahora acaba se ha celebrado el segundo centenario del nacimiento de Darwin. Su teoría de la evolución es universalmente aceptada en los ámbitos científicos. Bueno, pues según la encuesta que comento, nada más y nada menos que un 30% de los españoles cree que Adán y Eva fueron los primeros seres humanos. ¿Una consecuencia de la ESO? Un poco más numerosos, por cierto, que quienes creen en el infierno, el 25%, aunque aún son más quienes creen en el demonio. ¿Un demonio sin infierno?

En fin, quedó uno tan impactado por la contundencia de esas cifras que se prometió a sí mismo revisar algunas de sus más firmes convicciones, aunque para ello hubiera de asistir a algún sermón navideño, a algún retiro espiritual... Hasta que llegó al último apartado del estudio, que analizaba las creencias de la ciudadanía en cuestiones esotéricas. Y por ahí ya no pasó, siento decirlo. Porque podrá admitirse que uno de cada cuatro españoles crea en los ovnis, con la de películas que se han hecho sobre ellos; pero, francamente, que el 22% de ellos crea en el mal de ojo, que el 18% crea que los fantasmas existen y que un 22% crea en las brujas... eso ya no. Eso, con perdón, no se lo cree ni Dios, cuya existencia, según encuesta tan pintoresca como la que nos ocupa, dio por hecha más de la mitad de los interrogados.

19 de diciembre de 2009

¡Qué cosas hacía Franco!

HASTA HACE POCO, sacar a colación en una discusión política los tiempos del franquismo suponía arriesgarse a ser tildado de cavernícola, de no haber aceptado que la inmaculada Transición supuso borrón y cuenta nueva en la historia de España. Últimamente, sin embargo, se da un hecho curioso, que no sé si atribuir a un cierto cinismo de los sectores más extremistas de la derecha española o, por decirlo con un término que forma parte de la tradición cristiana tan cara a sus integrantes, a un verdadero arrepentimiento por sus pasados pecados.

Me refiero a la reiterada mención peyorativa por parte de diversos medios de información ultra conservadores y algunos dirigentes del PP de ciertos acontecimientos de los que, promovidos por la dictadura, se daban regularmente entre nosotros antes de que la famosa lucecita del Pardo se extinguiera definitivamente.

Así, para descalificar la reciente manifestación organizada por los sindicatos UGT y CCOO en Madrid, algunos la han comparado con las que organizaba el caudillo en la plaza de Oriente. Para desprestigiar a los sindicatos han tenido que admitir que los bocadillos gratis y las generosas dietas tenían bastante que ver con aquellas concentraciones fascistas. Al tiempo, el líder del PP en el País Vasco ha desdeñado con un singular argumento la protesta de los párrocos guipuzcoanos por el nombramiento de un nuevo obispo, tan conciliador como para haber dicho recientemente que “quien apruebe la Ley del Aborto estará en situación de complicidad de asesinato”. Según el dirigente popular, la protesta la ha promovido el PNV, molesto por no poder, “como hacía Franco”, nombrar a su antojo los prelados de las diócesis vascas.

Bueno, no está mal, seamos comprensivos. Se empieza así, con un par de menciones condenatorias de lo que hasta hace poco no rechazaban, y lo mismo algún día el PP llegue a expulsar de sus filas a quienes, como Mayor Oreja, aún añoran los tiempos en que, según el ex ministro del Opus, tan plácidamente se vivía. ¡Qué cosas!

15 de diciembre de 2009

Un ministro que no lo parece

AYER ESCUCHÉ, en CNN+, una interesantísima entrevista con Ángel Gabilondo, el ministro de Educación. Me pareció tan sensato, tan suscribible, tan libre de prejuicios todo lo que dijo, que hube de lamentarme de que no abunden entre los políticos, con independencia de su color, muchos otros como él. Ya le había oído pronunciarse meses atrás con palabras cabales, lejos de la jerga huera al uso entre tantos pedagogos y educadores por accidente, sobre la importancia del esfuerzo en el proceso de aprendizaje de los alumnos, pero nunca lo había visto en persona.

Habló, claro, de temas de su competencia en el Gobierno, propugnando ese añorado pacto sobre la regulación del sistema educativo que tan necesario parece en un país que ha visto, en los últimos años, la friolera de doce leyes al respecto, cuatro de ellas sobre la universidad y el resto sobre las enseñanzas primaria y secundaria.



Pero lo que más me sedujo de sus palabras, aparte de la forma cordial y poco dogmática en que las pronunció, fueron cosas como que –no cito literalmente, pero sí en esencia– en nuestra vida cotidiana, en las relaciones humanas, no siempre encontramos las palabras adecuadas. Que en ocasiones éstas se desvanecen antes de llegar y se produce una sensación de incomunicación. Todo ello a propósito de un nuevo libro que acaba de publicar en su condición de profesor de metafísica.

Oír esas  cosas en boca de un ministro, cuando tan propensos son en su gremio a pontificar, a excluir toda verdad que no sea la suya o la de su partido, constituye una novedad por la que debiéramos congratularnos. Ojalá los vaivenes políticos no le impidan plasmar en la práctica, en los meses que le queden en su despacho de la calle de Alcalá, muchas de sus ideas.

12 de diciembre de 2009

Cómo responder a la provocación

A RIESGO de ser acusado de frivolidad, podría decirse que sobre el Gobierno ha caído una maldición vudú. Todo parece ponérsele en contra. Apenas si se ha repuesto del secuestro de los atuneros y tres cooperantes sufren la misma suerte en Mauritania. No ha salido del atolladero provocado por la huelga de hambre de la saharaui Aminetu Haidar y la Guardia Civil lleva su celo en la persecución de unos narcotraficantes hasta el punto de entrar en aguas ajenas y crear un conflicto diplomático. Los medios de la extrema derecha tienen madera para sus calderas. Arrasar Somalia, propugnaban algunos antes; no ceder a ningún chantaje, dicen ahora. Yo mataría a doce islamistas si así liberara a nuestros compatriotas, añade otro, lesionado de madrugada en un oscuro incidente del que no se acusa directamente a Zapatero aunque las víboras suelten su veneno: “El hecho de que Hermann Tertsch sea un periodista muchas veces crítico con el Gobierno no puede en absoluto justificar la agresión”, ha llegado a decir la lideresa.

La pregunta es qué actitud cabe tomar a quienes, aun estando en desacuerdo con una forma de gobernar en la que a menudo priman los errores sobre las aciertos y la apariencia sobre el fondo, vemos con estupor que la deseable crítica al poder se sustituye por el insulto y la tergiversación. No parece que el silencio ciudadano sea aconsejable, pero tampoco convendría entrar al trapo de tanta provocación, de tanto esfuerzo por desenterrar viejas hachas de guerra.

Algunos piensan que todo lo que sucede, inimaginable en la mayoría de los países vecinos, es la hipoteca que ahora estamos pagando por una Transición que no colocó a cada cual en su sitio, que dejó intactos los nudos del “atado y bien atado” y que permitió a muchos pensar que sus privilegios eran intocables. Ante tanta intoxicación, tanta ofensa y menosprecio, sólo cabe esperar, quizás ingenuamente, que los excesos en que algunos incurren encuentren respuesta en un Ejecutivo que suscite más adhesiones. Ya veremos.

5 de diciembre de 2009

Nuevos puentes en Alcántara

NO HE VISITADO tanto como hubiera querido Cataluña, pero cada vez que lo he hecho me he prometido regresar. Allí siempre he sido acogido con los brazos abiertos y jamás me he encontrado con dificultad alguna derivada de mi lamentable desconocimiento del idioma catalán, por ejemplo. Admiro, por otra parte, la capacidad de integración que los catalanes mostraron décadas atrás de los miles de extremeños que, forzados por las más perentorias necesidades, se vieron obligados a emigrar hasta aquellas tierras, donde progresaron en forma que aquí hubiera resultado imposible.

Comprenderá el lector que, con esos antecedentes, quien suscribe se haya sentido feliz al comprobar, en unas recientes jornadas dedicadas en Alcántara a hablar de las relaciones entre Cataluña y Extremadura, que personas de buena fe de ambas procedencias, aunque discrepen en algunas cuestiones, pueden mantener discusiones civilizadas en las que imperen la cordialidad y los esfuerzos por comprender al otro. Y la satisfacción se acrecienta cuando, como ha sido el caso, esos esfuerzos de entendimiento no sólo se aprecian en ciudadanos comunes, sino en quienes ocupan cargos de la máxima responsabilidad política. Así, la intervención del presidente de la Junta en la inauguración de las jornadas que menciono fue impecable, y no sólo desde un punto de vista formal. Su apelación a que se tiendan puentes entre comunidades que muchos consideramos artificialmente enfrentadas en anteriores etapas, su llamada a interpretaciones generosas de términos lingüísticos, como el de nación, que plasman los sentimientos de pertenencia de la gente a pueblos o lugares diversos, resultan esperanzadoras.

A menudo parece importar más que la realidad la percepción que de ella se tiene o la visión no siempre desinteresada que de ella se nos da. Por eso, el ciudadano libre no debiera verse reflejado en las palabras y actitudes provocadoras de quienes basándose en tópicos y medias verdades buscan el enfrentamiento entre unos y otros, sino en las de quienes para reafirmar su propia identidad no necesitan menospreciar la ajena. En Alcántara se ha visto que, aunque menos ruidosos que los primeros, los segundos existimos y no somos pocos.

29 de noviembre de 2009

La amarillenta mirada del ABC

LA GENTE de mi edad recordará la infamia del periódico ABC cuando, en plena dictadura, después de que la Brigada Político Social arrojase por el hueco de una escalera al estudiante Enrique Ruano causándole la muerte –desde una ventana de la Dirección General de Seguridad arrojaron a Grimau, el dirigente comunista fusilado posteriormente–, publicó un diario falsificado del fallecido en el que éste expresaba sus intenciones de acabar con su vida. Jamás dio cabida a la réplica de la familia desmitiendo tal patraña.

Han pasado años, pero algunas cosas no cambian. La portada que sigue la publicó ese mismo periódico, el ABC, tan de gente de orden, el pasado sábado, día 28. "La mirada del asesino", decía. No ya la obligada presunción de inocencia, sino el más mínimo sentido del rigor periodístico, debieran haber evitado la publicación de tal infamia, con la que supondrían alimentar el insatisfecho deseo morboso de ciertos lectores. Infamia porque hoy, como se sabe, el acusado ha sido puesto en libertad, tras demostrar la autopsia practicada al cadáver de una niña fallecida (hija de la novia del injustamente acusado) que la muerte se produjo por un edema cerebral causado por su caída desde un columpio.


28 de noviembre de 2009

¡Se van a enterar los finlandeses!

NO CONSIDERÁNDOME persona especialmente culta, sino más bien normalita, se comprenderá que no utilice en mi discurso muchos de los términos hoy en boga en ciertos ámbitos. Nadie me oirá hablar de paradigmas o de significatividad, por ejemplo. Aunque también pudiera ello deberse a mi formación matemática, según la cual la mejor forma de decir que dos más dos son cuatro es precisamente esa, la que se entiende sin necesidad de diccionario.

En todo caso, sea por hache o por be, noto que últimamente está menguando mi capacidad de comprensión incluso de la prosa que ofrecen publicaciones que siempre consideré poco propicias a lo etéreo, como boletines o diarios oficiales. ¿Será algo grave?

Hace unos días, por citar un caso, el Diario Oficial de Extremadura publicó la Orden por la que se crea la Red Extremeña de Escuelas de Inteligencia Emocional (pulsad aquí para descargarla). Ya el título, si quieren que les diga la verdad, me dejó con cara de tonto. ¿”Escuelas de inteligencia emocional”? Bueno, me dije, no seas retrógrado, que pareces un carcamal. Léete despacio lo que dicen y luego opina.

Y lo leí, sí. Y, entre otras lindezas, llegué a un párrafo en el que se explica que el fin de tal red es “proporcionar a los miembros de la Comunidad Educativa los medios necesarios para desarrollar las habilidades y competencias sociales y emocionales que les faciliten una óptima convivencia y la excelencia en parámetros actitudinales y aptitudinales". Entre los valores que se fomentarán se cita el “reconocimiento de emociones ajenas: la empatía, la asertividad y habilidades emocionales y sociales”.

¡Caramba! –me consolé–, los españoles ocuparemos la cola en todos los estudios sobre el nivel académico de los escolares europeos, pero ya veremos cuando esos análisis, en lugar de investigar si los chicos saben la tabla del cinco y tonterías semejantes, analicen si ellos –y sus profesores– saben qué son la empatía, la asertividad y los parámetros –sobre todo los parámetros– actitudinales. ¡Se van a enterar los finlandeses!
(Pulsando sobre la imagen, se agrandará)


21 de noviembre de 2009

Goles con la mano

DEJÓ DE interesarme el fútbol hace décadas. El fútbol como espectáculo, digo, porque como deporte mejor no pensarlo. Dejó de interesarme cuando me convencí de que a menudo los partidos son, más que lances entre gente honrada, duelos entre tramposos. Argentina ganó un campeonato mundial gracias a un gol que Maradona metió a Inglaterra con la que algunos llamaron la mano de Dios. Y raro es el encuentro en que un futbolista no se deja caer varias veces para intentar engañar al árbitro, no simula haber sido agredido o no insulta por lo bajini a un adversario, buscando –y a veces logrando, como en el caso de Zidane y un italiano cuyo nombre no recuerdo– sacar de sus casillas a quien le supera. Leo que hace un par de días, sin ir más lejos, Irlanda ha sido eliminada por Francia gracias a que Henry paró el balón con la mano antes de que otro compañero marcase el gol definitivo. La picaresca sigue triunfando.

En otro terreno de juego, el de la política, también abundan los jugadores marrulleros, los que no logrando vencer con buenas artes utilizan la trampa, la demagogia, para lograr sus fines de engañar a la ciudadanía; para meter goles aunque sea con la mano; para ocultar sus propias insuficiencias. Son quienes en vez de elaborar una jugada larga, trabajosa, que suponga una respuesta sensata y fundamentada a los problemas de la sociedad, prefieren la provocación al adversario, la acusación de mala fe, la gesticulación histriónica de quien, falto de cintura, ha de contentarse con dar patadones. Al balón o al tobillo ajeno.

Que el lector decida qué políticos españoles son más duchos en ese tipo de técnicas. Y si tiene dudas, que escuche a algunos de ellos cuando los invitan a ciertas cadenas de televisión especializadas en el insulto y el menosprecio –"esa chica" dicen, por ejemplo, para referirse a la ministra de Defensa–. Yo no creo que unos y otros sean iguales, pero si la gente pensara que todos son merecedores de tarjeta roja ello supondría de hecho la victoria de los tramposos.

14 de noviembre de 2009

El Gobierno no está perdido

SOY DE LOS que creen que el gobierno de Zapatero está cometiendo errores de calado, bien porque, objetivamente, ciertas medidas de las que adopta en el terreno de la economía, de la educación o de las relaciones con la Iglesia Católica, son poco adecuadas para lograr los fines que se anuncian o bien porque no logra convencer a la ciudadanía, por problemas de comunicación con ella, de su idoneidad. Ejemplos los hay a montones, desde la disparatada traída a España de los piratas somalíes, que dificulta una solución no traumática del problema, hasta la adopción de medidas de carácter fiscal que no satisfacen ni a tirios ni a troyanos, pasando por su política de nombramiento de altos cargos, como en la presidencia de algunos órganos judiciales. Y que nadie se extrañe de que diga esto último, pues todo el mundo sabe que organismos supuestamente independientes como el Consejo General del Poder Judicial, en realidad están en manos de los grandes partidos, que deciden quiénes los integran.

Y sin embargo, el Gobierno no está perdido. No está perdido porque enfrente tiene la oposición más torpe y desorientada que cabría imaginarse. Una oposición en la que un asunto tan insignificante como el contenido de un cursillo sobre sexualidad para adolescentes se convierte en noticia de portada en los medios que le son afines; una oposición en la que las batallas intestinas se han convertido en algo habitual; una oposición, en fin, en la que un supuesto delincuente, presidente de una comunidad autónoma, atribuye a sus adversarios intenciones criminales, hablando de camionetas y cadáveres en las cunetas. La misma oposición, por cierto, que acusa al Ejecutivo de reabrir viejas heridas cuando impulsa una tímida ley de la Memoria Histórica que deja sin satisfacer muchas aspiraciones de los hijos y nietos de tantos españoles como los que, por defender la legalidad republicana, perdieron sus bienes, su libertad o su vida.

El Gobierno no está perdido, en efecto. Su salvador se llama Partido Popular.

12 de noviembre de 2009

La demagogia está en sus manos

EN MIS LEJANOS años escolares, aquellos en que el crucifijo no estaba solo en la pared, sino acompañado de las fotos del dictador y del fundador de un partido fascista, nadie hablaba de libertad religiosa, faltaba más. Ni siquiera cuando en institutos y colegios, no necesariamente de curas, se obligaba cada año a chicos y chicas –por separado, claro– a realizar aquellos inolvidables ejercicios espirituales en los que unos individuos de negro, en iglesias sombrías, con voces salidas de ultratumba, metían miedo a raudales en las cabezas de quienes entonces éramos adolescentes, augurándonos fuego eterno si caíamos, aunque fuera de pensamiento, en las tentaciones de la carne. Las colas en los confesionarios eran inmensas. Quién iba a estar libre de pecado, si hasta rascarse lo era.



Ahora, en estos días, hijos y nietos, si no biológicos sí ideológicos, de aquellos hombres del saco, de aquellos seres de las tinieblas, dicen escandalizarse y utilizan sus medios propagandísticos para desprestigiar una campaña del Consejo de la Juventud de Extremadura titulada, bien que con un facilón doble sentido, El placer está en tus manos, orientada a satisfacer, en palabras de la directora de dicho organismo, “el derecho de los adolescentes a ser informados sobre este tema”, el de la sexualidad. Hacen bromas socarronas sobre la campaña, muestran aspavientos hipócritas. Son los mismos que encarcelarían por asesinato a las mujeres que abortan y, al mismo tiempo, protestan por la difusión gratuita de anticonceptivos; son la caverna, el medioevo, la misma mona de siempre por mucho que ocasionalmente se vista de seda.

Bien pareciera que no ya el siglo XX, sino el XIX, aún no hubiera transcurrido entre nosotros. A veces pienso que, como antes aprendíamos en la escuela, los Pirineos nos siguen separando de Francia, de Europa. ¿Se imagina el lector que en cualquier otro lugar pudiera hacerse de un asunto tan intrascendente y sencillo como el que comentamos motivo de ataque al adversario político?

9 de noviembre de 2009

Despedida

LA DEL PASADO SÁBADO, 7 de noviembre, fue, por propia voluntad, mi última columna en el periódico Extremadura. He de agradecer públicamente a la dirección de ese diario la oportunidad que me ha brindado a lo largo de muchos años de hacer llegar mis modestas opiniones –no siempre acertadas, no siempre formuladas con las mejores palabras posibles– a sus miles de lectores.

El motivo que me ha llevado a esta despedida ha sido el hecho de que, en repetidas ocasiones, en los comentarios que pueden dejarse anónimamente en la edición digital del periódico, han aparecido lo que a mi juicio han sido insultos y agresiones verbales hacia mi persona. Nunca me ha molestado, sino todo lo contrario, que alguien discrepe de lo que digo y aporte argumentos que me contradigan, pero no quiero prestarme más a un juego en el que me he sentido con frecuencia ofendido, de manera, como digo, anónima y sin posibilidad de defensa. A veces, incluso, de forma soez.

Internet es una herramienta prodigiosa, que ha supuesto un cambio en nuestras vidas, pero cuando, existiendo procedimientos que evitan un uso perverso de la Red –como la moderación o la posibilidad de identificar a los autores de comentarios insultantes–, son razones estrictamente comerciales las que rigen su funcionamiento –la exigencia de registro previo al envío de comentarios hace disminuir los accesos a las webs y con ello los ingresos por publicidad–  creo que es preferible no contribuir a ese estado de cosas.

Seguiré poniendo aquí en el futuro, si bien ocasionalmente, las líneas que la actualidad más o menos inmediata me traigan a la cabeza.

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Actualización (10 de noviembre)

Me informan desde el periódico de que a partir de una fecha próxima no permitirán comentarios en Internet a los artículos de opinión. En esas condiciones, estaré encantado de seguir enviando mis columnas semanales.

7 de noviembre de 2009

Alarmante violencia verbal

COMO todo estudiante de Estadística sabe, para que una encuesta permita obtener conclusiones fiables, con pequeño margen de error, no hace falta tomar una muestra muy grande de la población (4.000 ó 5.000 individuos pueden bastar para un estudio que afecte a toda España, por ejemplo), pero sí resulta imprescindible que la muestra esté bien elegida, sea representativa.

Cuando el CIS, en su último barómetro, concluye que la inmensa mayoría de los españoles considera la actual situación política mala o muy mala, y no digamos nada de la situación económica, se trata, por el rigor de sus encuestas, de algo digno de crédito, que debiera hacer reflexionar a los dirigentes de los principales partidos políticos. Lo mismo sucede cuando hace una estimación del resultado de unas elecciones que se hubieran celebrado semanas atrás, en las que se hubiera producido una clara victoria del PP, por mucho que la valoración que merezca su líder sea bajísima.

Leer, en cambio, los comentarios que muchos lectores están haciendo en estos días en las ediciones digitales de los periódicos extremeños sobre sucesos tan lamentables como el del centro de menores de Badajoz o el de Torreorgaz no permite conclusiones científicamente válidas, pues sus autores no representan fidedignamente a todos los extremeños, forman una muestra sesgada. Pero algunas sospechas y temores sí permite albergar. La violencia verbal que se aprecia en la mayoría de esos comentarios, por ejemplo, aunque sea para censurar lo ocurrido, la horrible sintaxis con la que se formulan, el total desprecio de las más básicas reglas ortográficas que muestran, son verdaderamente alarmantes.

Lástima que el recién creado Instituto de Estadística de Extremadura aún no haya tenido ocasión de analizar la verdadera opinión de la población sobre sucesos tan graves. Sería preocupante que, de haberlo hecho, hubiera establecido que reacciones tan extremas como las que algunos exhiben no son aisladas, sino que se hallan muy arraigadas entre nosotros.

31 de octubre de 2009

No nos merecemos tanto sinvergüenza

INTENTO mantenerme bien informado. Leo los principales periódicos cada día, consulto varios de los muchos blogs que tratan de la actualidad política, escucho atentamente un par de los debates que cada noche ofrecen algunas televisiones... y, como supongo le ocurrirá al lector, sufro tentaciones cada vez más fuertes de mandar todo a paseo. Estoy aburrido de las interminables batallas cainitas entre los bandos del Partido Popular, que quizás no tengan por líder al santo Job, pero entre cuyos militantes, honrada como supongo la mayoría de ellos, debe cundir el desánimo visto el espectáculo que sus dirigentes están ofreciendo. Estoy cansado de la falta de capacidad de entusiasmar a la ciudadanía de un PSOE en el que se echa de menos el impulso ético del que tiempos atrás alardeaba.

Aburrimiento, cansancio pero, sobre todo, indignación por los mil y un caso de corrupción que, cual gota malaya, nos torturan día tras día, de manera que cada nuevo paso por los juzgados nos sorprende menos que el anterior, como si nos fuéramos habituando al robo, al expolio. Leo en un diario que en los años noventa uno de cada tres diputados italianos estuvo imputado por delitos económicos. ¿Es posible que algo parecido llegue a suceder aquí? Se dirá que lo bueno de una democracia es que la suciedad termina saliendo a la superficie. Es posible, pero ¿quién explica por qué tarda tanto en salir? Y no parece existir lugar libre de la plaga. Apellidos que se mencionaron en casos lejanos geográficamente de nosotros, se repiten en otros cercanos; siglas que se asociaban a la honradez centenaria aparecen manchadas en municipios como Santa Coloma de Gramanet...

Es tremendo decirlo, pero cada vez parecen existir más motivos para dar la razón a quienes opinan que los partidos políticos, al menos los mayoritarios, los que pueden repartir prebendas y sillones, están infestados de truhanes y gente que ha hecho de su militancia un próspero modo de vida. La honrada ciudadanía no se merece tanto sinvergüenza.

24 de octubre de 2009

¿Aznar presidente de la República?

HACE unos días, formando parte del programa de Ágora, el debate peninsular, tuvieron lugar en Cáceres diversas conferencias sobre “Portugal y la familia real española”. Resultaron de interés, aunque en ellas apenas se hablara sobre la monarquía y la república como formas de Estado, tema que habría sido digno de consideración, pues dado que ambos sistemas se hallan asentados a uno y otro lado de la Raya se hubieran podido obtener conclusiones fehacientes sobre sus semejanzas y diferencias, sobre sus respectivos pros y contras.

El caso es que tras ser reiteradamente presentada Villa Giralda – la mansión del Conde de Barcelona mientras vivió en Estoril– como lugar de obligada peregrinación durante el franquismo de todo español demócrata –como si no hubieran sido muchos más los que se vieron obligados a peregrinar a Carabanchel– en una de las conferencias se repitió un argumento muy en boga últimamente para evidenciar la supuesta ventaja de la monarquía –parlamentaria, excuso decirlo– frente a la república. Se preguntó al auditorio si éste podía imaginarse una república presidida por José María Aznar o Felipe González.

Cuando lo oí, y pese a las evidentes diferencias entre los dos personajes, pensé en dos cosas. La primera, que si uno de los políticos citados hubiera llegado algún día a presidir una hipotética república, lo habría hecho porque los españoles lo habrían decidido en una elección democrática. Y no sólo eso, sino que los mismos que lo hubieran colocado allí habrían tenido al cabo de un cierto tiempo la posibilidad de mandarlo a su casa, algo imposible cuando la jefatura del Estado se recibe en herencia. Y la segunda reflexión que me vino a la cabeza fue que, siendo de pesadilla un Aznar presidiendo el Estado, nadie nos libra de que en el futuro pueda ejercer –que no merecer– esa función, como rey, con carácter vitalicio y por simples razones genéticas, alguien aún peor que él. Sobrados ejemplos hay en la historia de España para justificar lo que digo, ¿no creen ustedes?

17 de octubre de 2009

'Liftings' urbanísticos



HOY EN DÍA, el que no es guapo es porque no quiere. Virtualmente, digo. Coge uno una foto no de muy primer plano, abre el Photoshop, se aplica unos adelgazamientos por aquí, unos estiramientos por allá y ¡ale, ya está, convertido en una beldad!

En la cruda realidad las cosas son más difíciles, y las arrugas, el gesto desfavorecedor, el paso de los años, no son tan fáciles de disimular.

Con las ciudades, con Cáceres en particular, sucede algo parecido. Últimamente, los artistas del diseño y de la venta de humo se muestran incansables. Reformas ideales de plazas y callejas, liftings urbanísticos... En una ciudad seca, calurosa, en la que en verano amarillean hasta las lechugas, se muestran idílicas imágenes de verdor, casi de selva amazónica. Todo sería un divertimento si en el empeño los cacereños no nos jugásemos un dinero que probablemente no tengamos, pero habrá que rendirse al signo de los tiempos, a la virtualidad, al dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. Confiemos en que, si la operación llega a consumarse, al menos no sea muy doloroso el postoperatorio.

El globo de Rajoy

SIEMPRE se ha dicho, aunque no sea políticamente correcto, que un bobo engaña a cien. Y ello sigue siendo cierto, incluso más que nunca, gracias a los medios de los que hoy en día dispone el tonto inicial para engatusar a quienes le escuchen.

La otra noche, aburrido del infame vodevil del caso Gürtel, hastiado del alarde de pésima sintaxis, banderitas de España en la muñeca y navajazos que nos han ofrecido los Costa, Camps y compañía, cogí el mando a distancia y me puse a hacer zapping. Hoy, una pequeña antena parabólica te permite ver canales de todo el mundo, de modo que fui pasando de los telediarios chinos (en francés e inglés) a las noticias de la bolsa neoyorquina; de las películas francesas a la información que proporciona de modo continuo Telesur, la televisión venezolana. Y, en esto, la BBC, la CNN, y supongo que otras emisoras, interrumpieron abruptamente sus programas y mostraron en pantalla un enorme globo, con aspecto de platillo volante, que recorría el cielo de Colorado, en los Estados Unidos, y que, según nos contaban, llevaba en su interior un niño cuya vida corría serio peligro.

Lo verían ustedes: transmisión del vuelo desde cámaras instaladas en helicópteros, sesudas lecciones sobre aeronáutica y la influencia en la trayectoria del globo de la temperatura, el viento; entrevistas a expertos pilotos... Finalmente, el globo aterrizó, la policía lo rodeó como a los malos en una película... y todo resultó ser una broma. El niño no había salido de casa.

Millones de personas en todo el mundo embaucadas por el cuento. Pero lo sucedido supera la condición de anécdota y nos debiera hacer reflexionar sobre la necesidad de dudar de cualquier cosa que nos cuenten quienes se mueven en aras, exclusivamente, de la máxima audiencia, aunque sea contándonos una fábula. Y que me disculpe el señor Rajoy si al escribir lo anterior me vienen a la cabeza sus manifestaciones de plena confianza en la honradez de la banda levantina. Es una bobería más gorda que el globo de Colorado.

14 de octubre de 2009

Costa y el subconsciente

DESDE LUEGO, si la sintaxis es reflejo de la forma de pensar, apañados están en el PP con el tal señor Costa. El texto que leyó ayer ante los periodistas, escrito en unos folios sin membrete ni firma, es un dechado de agresiones a nuestro sufrido idioma. Por cierto: en dicho comunicado, escrito todo él en mayúsculas, se comete un lapsus muy significativo. Escribe Costa, refiriéndose a un reloj que le regalaron, cuyo precio según unos fue de 20.000 euros y según él de solo 6.000: "PUEDE QUE ALGUNAS PERSONAS ENCUENTREN PROFUNDAMENTE INAPROPIADO ACEPTAR UN REGALO, PERO PARA MÍ FUE UN REGALO DE UN COMPAÑERO DE PARTIDO, QUE QUISO HACERME A TÍTULO ABSOLUTAMENTE PERSONAL, POR EL AFECTO Y EL APRECIO MUTUO QUE NOS PROCESAMOS".

¿"Procesamos"? Mala jugada del subconsciente, que le hizo cambiar el verbo profesar por ese otro mucho más sugerente... y ajustado, probablemente, a lo que pasa en estos días por su cabeza.



(En la imagen no se ve el reloj, pero sí –¡faltaba más!– la banderita de ¡España, España, España!)

10 de octubre de 2009

Los sonidos de Cáceres

"ALMEJAS a la marinera". Así nos martirizan desde hace días los potentes altavoces que, a bordo de un automóvil que recorre las calles cacereñas, se meten en nuestros hogares sin que nadie –salvo el ilustrísimo ayuntamiento, que habrá visto en esa ruidosa publicidad un mérito para lo de la capitalidad cultural– les haya dado permiso. En el mejor estilo pueblerino que quepa imaginarse. Anuncian una llamada “feria del marisco”.

Ya no tenemos bastante con la propaganda que encontramos en los buzones de nuestras casas, que tiramos directamente a la papelera. Ni con la invasión que hacen de nuestros hogares esas llamadas telefónicas a horas intempestivas en las que esforzados trabajadores que no tienen mejor forma de ganarse la vida nos ofrecen maravillosas ofertas si contratamos con su compañía la conexión a Internet. Tampoco parece bastar con el eterno “ha llegado el tapicero, señora” –a los hombres, que nos den–, que ya forma parte de nuestras tradiciones. Ni con los coches anunciantes de cualquier cosa que si se paran en un semáforo cuando cruzas la calle pueden dejarte los tímpanos hechos polvo. Ahora, como digo, son las almejas, la empanada, el “marisco preparado por los mejores cocineros gallegos”. ¿Y mañana? ¿El queso manchego, la fabada asturiana?

Comprendo que los honrados tapiceros, marisqueros, vendedores de lo que sea, deseen que su negocio prospere y recurran a los medios que juzguen oportunos para vendernos sus productos. Lo que no me cabe en la cabeza es que quienes tendrían que prohibir tan molestas formas de anunciarse las permitan sin pestañear, mientras se les llena la boca con lo modernos que somos o viajan acá o allá a costa del contribuyente para mendigar que nuestra ciudad se constituya en sede de la cultura europea. Nos podríamos ahorrar los gastos que tanto viaje ocasiona. Unos buenos vídeos que junto a las novatadas universitarias recogieran los sonidos habituales de nuestras calles mostrarían mucho mejor que ellos nuestros indiscutibles méritos.

8 de octubre de 2009

"Atentado terrorista" en Afganistán

SI NO lo motivara un suceso trágico –la muerte de un militar español en una acción bélica en Afganistán– lo que voy a referir habría que tomárselo sobre todo como una demostración más de hasta qué punto muchos periodistas, conscientemente o no, utilizan el lenguaje de una forma perversa, engañosa, manipuladora.

Oigo repetidamente en Radio Nacional de España, en todos sus informativos de hoy, que la lamentable muerte del soldado español en dicho país asiático se ha producido en un "atentado terrorista". Y así como me parece adecuado que se utilice esa expresión cuando, por ejemplo, un individuo descerraja un tiro en la nuca a una persona que en ese momento sale de su casa para ir a trabajar, o coloca una bomba en un coche que estalla en un aparcamiento público, me resulta difícil de entender que cuando uno de los bandos enfrentados en una guerra –como ocurre en Afganistán– ataca al otro y en éste se producen bajas –qué si no sucede en una guerra– se acuda al manido "atentado terrorista" para narrar lo sucedido. ¿Falta de profesionalidad de locutores y redactores o, más bien, desprecio de la inteligencia del oyente? Lamentable, en cualquier caso.

3 de octubre de 2009

Impuestos y cuentos chinos

SE HA ESCRITO tanto últimamente sobre la subida de impuestos que acaso sea ocioso opinar al respecto, pero aún pueden hacerse algunas consideraciones basadas, más que en los conocimientos fiscales de cada cual, en el sentido común; sobre todo para que no se confunda el silencio con el asentimiento. Especialmente ahora, cuando tras el vaivén de declaraciones contradictorias de varios miembros del Gobierno, aprobado ya el anteproyecto de Presupuestos Generales del Estado, ciertas conclusiones resultan evidentes.

La primera, que era falso que la subida no afectaría a las rentas del trabajo. Si la supresión de los 400 euros de deducción anual –aprobada en su día como “medida de impulso económico”– no supone que la mayoría de los contribuyentes vea reducida su nómina en unos 30 euros mensuales, entonces no se entiende nada. Pero, además, la subida del IVA producirá un incremento en el precio de bienes y servicios del 2%, con la consiguiente reducción del poder adquisitivo de los asalariados. Puede ser una medida necesaria, pero no está bien que se haya intentado engañar a la gente diciendo que los cambios sólo afectarían a los ricos; término, por otra parte, más propio de un mitin que de una discusión seria. En otros países, por cierto, lo que se ha hecho ha sido justo lo contrario: bajar el IVA. No juzgo la procedencia de una u otra medida, pero es chocante que bajo el pretexto de mantener las prestaciones sociales se aumente un impuesto que afecta especialmente a las rentas bajas.

La segunda consideración es que dada la altísima contribución de la economía sumergida al PIB (algunos la cifran en el 20%) y el enorme fraude fiscal existente en nuestro país, la subida tributaria se aceptaría de mejor grado si, en lugar de hacernos comulgar con ruedas de molino, se persiguiera eficazmente a los defraudadores. A nadie le gusta pagar impuestos, pero sería bueno que, si los pagamos, al menos nos trataran como adultos y no como a niños a los que se puede engatusar con un cuento chino.

1 de octubre de 2009

Donde dije digo...

LO CHOCANTE de este recorte, sacado de la web del Ministerio de Hacienda, no es que hable de la reducción de los 400 euros en el IRPF como una medida de "impulso económico". Lo chocante es que esa página siga activa, hoy, día 1 de octubre de 2009, cuando se dice que por razones de interés general hay que eliminar tal deducción. (Click sobre la imagen para agrandarla).


26 de septiembre de 2009

La importancia del sexo en el cine

AMABLE LECTOR: supongamos –ojalá no sea así– que mañana tuviera usted que acudir al médico. ¿Qué le importaría más, que éste fuera hombre o mujer o que gozara de merecido prestigio como galeno? Pregunta retórica, sin duda. A usted, como a mí, y como a todo hijo de vecino, nos importaría más la calidad de la asistencia que se nos prestara que el sexo de quien lo hiciera (hablo de sexo, excuso decirlo, como “condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas”, según establece la Academia).

Supongamos ahora que usted es estudiante o tiene un hijo que lo sea. Si pudiera elegir sus profesores, ¿se fijaría especialmente en si son hombres o mujeres o más bien en sus méritos y experiencia docente? En efecto, coincido con usted. Incluso admito que las preguntas que le estoy formulando, más que retóricas, le parezcan ridículas.

Tercer y penúltimo ejemplo: va usted al cine y se dispone a pagar religiosamente su entrada. A la hora de elegir la película, ¿prima el sexo de quien la haya dirigido o su historial como realizador; su condición –masculina o femenina– o las críticas que del film haya podido leer y quiénes sean sus intérpretes? Seguimos estando de acuerdo.

Pero, querido amigo o amiga mía, vayamos al último caso: Ahora es usted ministro o ministra de Cultura de determinado país y dispone, pese a que corran tiempo de crisis, de abultados fondos para favorecer la producción cinematográfica, para subvencionar a quienes desean dirigir películas. ¿He de preguntarle en qué razones basaría usted la concesión de esas ayudas? ¿En si son hombres o mujeres los solicitantes? No, claro, usted no administraría de forma tan irresponsable el dinero de los ciudadanos. Usted, persona sensata, se basaría en la calidad de los proyectos que le presentasen y en los currículos de los solicitantes, no en su sexo. Usted subvencionaría a los mejores. Usted no haría demagogia. Usted, excuso decirlo, no se llamaría Ángeles González-Sinde ni el país del que le hablo sería España.

18 de septiembre de 2009

Nuevo curso, viejos problemas

COMO TODOS los años por estas fechas, los problemas del sistema educativo vuelven al primer plano de la actualidad. Forman parte de la rutina de cada curso. En esta ocasión, apaciguada la alarma sobre el peligro en las aulas de la nueva gripe (aunque sea raro el día en que no nos asustan los medios con la noticia del fallecimiento de un anciano acá o allá), los temas que vuelven a ser objeto de debate son los de siempre: cómo reforzar la autoridad de los profesores y, especialmente en nuestra región, cómo sacar provecho, de una vez, de los nuevos medios tecnológicos, que se anunciaron como panacea de todos los males.

Respecto del primero, cerca de cuarenta años de experiencia docente me hacen pensar que la autoridad del profesor, más que en leyes que criminalicen comportamientos inadecuadas de los alumnos, ha de basarse en el trabajo diario de los docentes, en el respeto a que se hagan acreedores con su ejemplo, su actitud y sus reacciones ante los esporádicos episodios de indisciplina y violencia verbal (la que tiene otros rasgos es excepcional). Ahora que el PP quiere aplicar el código penal a chavales apenas salidos del destete, sería una pena que partidos que supuestamente tendrían una visión menos represiva de cómo solucionar los problemas se hicieran partícipes de esa forma de ver las cosas. Menos mal que pese a su comunión con la jerarquía católica el PP no ofrece el rezo del rosario como remedio universal.

En cuanto a las innovaciones tecnológicas, ¿qué decir? Los miles de ordenadores instalados hace años en todos los institutos extremeños han llegado a la vejez sin apenas haber servido para algo más que pasar lista en clase. Y, pese a ello, se sigue entronizándolos. Ahora, aunque la promesa parece que fue un tanto precipitada, se dice que dotar a cada alumno de un ordenador portátil hará que su conocimiento del lenguaje, su aplicación al estudio, su rendimiento escolar, progresen de forma inusitada.

Menos leyes, menos derroche, y más seriedad, más controles del rendimiento de los centros, menos permisividad a la hora de conceder títulos y más seguridad de que éstos abrirán verdaderamente puertas a quienes los consigan. Lo demás son pamemas.

12 de septiembre de 2009

El síndrome de Benidorm

PARECE fuera de duda que los partidos políticos constituyen la vía más adecuada para la participación ciudadana en la gestión de los asuntos públicos. Aunque todos sepamos que, con frecuencia, la militancia en tales organizaciones, más que un razonable acuerdo con los principios de cada una de ellas, exija una sumisión acrítica a las decisiones de las cúpulas dirigentes. Es un asunto éste que podría relacionarse con un sistema electoral en el que la existencia de listas cerradas propicia que sean los méritos contraídos ante el superior jerárquico, y no ante los ciudadanos, los que permiten llegar a desempeñar cargos de importancia. Hay otros sistemas electorales que, sin menoscabo del carácter propio de cada partido, permiten que los electores elijan dentro de una lista los candidatos más idóneos. Que el lector saque las conclusiones oportunas sobre, por ejemplo, las alcaldías de los ayuntamientos extremeños si a la hora de depositar el voto se le diera más libertad al votante.

Viene lo anterior al caso por lo sucedido en Benidorm, donde doce concejales socialistas han pactado con un tránsfuga del PP el desalojo de la alcaldía de otro miembro de este último partido, al que acusan de “prevaricación e invasión de competencias”. Como en Ferraz se amenazase con abrir expediente de expulsión a quienes votaran la correspondiente moción, a los concejales socialistas no les ha quedado más remedio, “para no perjudicar al partido”, que darse de baja en el mismo.

La conclusión que puede sacarse de todo ello es que, a la hora de mantener o no a un alcalde en su puesto, importa más lo que consideren los dirigentes centrales de los partidos que lo que piensen los concejales que, aunque incluidos en una lista con determinadas siglas, se supone que ofrecieron a los votantes algún mérito personal amén del de la obediencia. De ser ello cierto parecería aconsejable una modificación de un sistema electoral que prima la sumisión y el acatamiento sobre la capacidad e iniciativas propias.

5 de septiembre de 2009

Al sur de la frontera

EL PRÓXIMO LUNES se estrenará en el Festival de Venecia South of the Border, la última película del director norteamericano Oliver Stone, en la que, tras su viaje a Venezuela para entrevistarse con Hugo Chávez, analiza los últimos cambios políticos en Latinoamérica y la visión que de ellos se ofrece en su propio país. “Basándonos en nuestra experiencia en Irak –ha dicho Stone– debiéramos preguntarnos por el papel de nuestros medios de comunicación al convertir en demonios y enemigos a ciertos líderes extranjeros”. Unos medios, recordemos, que dieron por buenas mentiras tan burdas como la de las armas de destrucción masiva de Sadam Hussein, sin que hasta el momento se hayan tomado la molestia de disculparse.

La cuestión es de capital importancia porque en la actualidad, por paradójico que resulte en una sociedad repleta de periódicos, emisoras de radio y televisión, sitios de Internet, etcétera, siguen siendo los grandes medios de comunicación, controlados por pocas manos, los que forman según sus intereses, casi siempre ocultos, la opinión pública. Se ofrecen visiones sesgadas de lo que ocurre en el mundo, se transmiten opiniones parciales como si de información objetiva se tratara... Periódicos que durante años fueron de referencia para muchos españoles, por ejemplo, se pliegan sin pudor alguno a los intereses estrictamente mercantiles de las empresas que los controlan. Los principios deontológicos se olvidan en aras del dividendo a final de año.

Haríamos bien, en efecto, en preguntarnos por qué algunos periodistas–no quiero generalizar ni olvido las dificultades de su trabajo–, en lugar de presentarnos a presidentes latinoamericanos democráticamente elegidos cual si de dictadores sanguinarios se tratara, no recogen alguna de las conclusiones del cineasta americano: que el fondo del problema, la razón de tanta animadversión hacia esos líderes estriba en que desean “controlar sus propios recursos, fortalecer los vínculos regionales y ser tratados como iguales por los EEUU”.

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Puede verse el tráiler de South of the Border, aquí:


4 de septiembre de 2009

Mover ficha, hacer acto de presencia y otras gilipolleces

UN LECTOR de la edición digital de un periódico extremeño se tomaba el otro día con sorna el titular de una noticia: “arrancan las obras de la nueva Comisaría de Policía”. “A quien haya 'arrancado' las obras –decía en su comentario–, debieran pillarlo y llevarlo ante el juez. No se puede consentir que alguien arranque unas obras con un destino tan útil para el ciudadano”. El hombre, excuso decirlo, tenía toda la razón del mundo. En el Diccionario de la RAE aparecen diecinueve acepciones para arrancar, pero ninguna corresponde a lo que el titular pretendía comunicar. ¿No hubiera sido mucho más sencillo e inteligible escribir “se inician las obras”? Claro que, entonces, ¿en qué se notaría que el que escribió esa entrada sabe qué es la elegancia de expresión?

Ignoro si son los periodistas los que han contagiado a la mayoría de los políticos ese lenguaje retorcido, cursi, reiterativo, repleto de frases hechas que si una vez resultan ingeniosas –”mover ficha”, por ejemplo– con el tiempo se hacen aborrecibles por su reiteración o si, recíprocamente, han sido los políticos los responsables de tanto desaguisado lingüístico, pero, sea como fuere, si el lenguaje es reflejo del pensamiento, si “lo que bien se concibe, bien se expresa”, entonces debiéramos llorar por cómo piensan quienes organizan nuestra vida en común y quienes nos lo cuentan.

Ya ni nos sorprende que, según Zapatero, las próximas subidas de impuestos hayan de ser “limitadas y temporales” –¿cómo si no?–, que en tal o cual sitio no haya llovido, sino que la lluvia haya hecho acto de presencia; que la corrida de toros no haya sido suspendida a causa del mal tiempo, sino de la meteorología, o de que desde el más modesto concejal hasta el más encumbrado ministro no elijan u opten, sino que apuesten, apuesten continuamente... Como dice Rosa María Artal, una de las excepciones que confirma la regla, “seguiremos con las letanías sesgadas, mil veces repetidas, de buena parte de quienes tienen voz en los grandes medios informativos”. Es, mucho me temo, uno de los sinos de nuestro tiempo.

25 de julio de 2009

Imputados provisionales

PARA UN LEGO en Derecho, como un servidor, resulta cada día más difícil entender la jerga en la que a menudo se formulan las decisiones judiciales. Y no me refiero, claro está, a que ante asuntos concretos haya opiniones diferentes entre los encargados de aplicar justicia o entre los jueces obligados a informar sobre ellos, como sucede ahora con el dictamen sobre la ley del aborto. Ni a la distinta valoración que en los tribunales se hace de algunas pruebas y la forma en que se obtienen, como ha ocurrido recientemente en Cáceres con el asunto de la supuesta prevaricación en Tráfico. Ni tampoco, desde otro punto de vista, a la sensación de vulneración del principio de independencia de los jueces cuando en órganos como el Consejo General del Poder Judicial se sabe de antemano en qué sentido se pronunciarán sus integrantes según sus respectivas adscripciones ideológicas.

Con lo de la incomprensión me refiero a esas formulaciones barrocas con las que se expresan muchos tribunales. La última que me ha sorprendido ha sido ésa según la cual un destacado miembro del PP ha sido citado al Tribunal Supremo como “imputado provisional”. Un lego en Derecho, como digo, siempre hubiera pensado que las imputaciones son por esencia provisionales, pues imputar es atribuir inicialmente, no declarar probadas responsabilidades. Si somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario, toda imputación será provisional, ¿no?

Aunque es cierto que, a menudo, la justicia, como Dios, se ve obligada a escribir con renglones retorcidos. Al fin y al cabo, si el mismísimo Al Capone acabó sus días entre rejas no fue por ordenar decenas de asesinatos, sino por los delitos fiscales que cometió. Ejemplo que pongo a riesgo de que algún lector lo considere desafortunado, pero coincidirán conmigo en que las conversaciones intervenidas a los implicados en el famoso ‘caso Gürtel’ más parecen propias de gánsteres del Chicago de la Ley Seca que de políticos honrados cuyo propósito sea contribuir al bien común.

21 de julio de 2009

Debiera existir algún límite

ESTA MADRUGADA una mujer falleció en Cáceres tras precipitarse a la calle desde un noveno piso. De la trágica noticia se hacen eco los dos periódicos regionales en su edición digital. En ambos, lectores anónimos hacen unos llamados "comentarios" a la noticia, entre la que se incluía el hecho de que un perrito resultó muerto como consecuencia de la caída de la desdichada mujer.

Pues bien, uno de esos anónimos "comentaristas" ha escrito y ha dejado a la vista de todo el mundo en internet, lo siguiente:

"Jo... pobre perrito".

¿Hay derecho a esto? ¿Qué perversa interpretación de la libertad de expresión permite tal muestra pública de inhumanidad? ¿Cómo es posible que el afán de lucro de las editoras de los periódicos –a más visitas a sus webs más beneficios– prime sobre valores que debieran ser protegidos a toda costa?

17 de julio de 2009

La Luna, 40 años después

LEYENDO El viento de la Luna, de Antonio Muñoz Molina, caigo en la cuenta, y luego me lo recuerdan los periódicos, de que hace ya cuarenta años del histórico paseo de Neil Armstrong y su compañero (de nombre olvidado: así de injustas son las cosas para los segundos en cualquier carrera) por la superficie de nuestro satélite. De nuestro único satélite, aunque hoy se pronuncie tal palabra y todo el mundo piense en uno cualquiera de los que entonces llamábamos “satélites artificiales”.

Recuerdo aquella calurosa madrugada cacereña, con media ciudad en vela, mientras en el televisor en blanco y negro se veían las imágenes borrosas de algo que sucedía a casi cuatrocientos mil kilómetros de distancia. El entonces famoso corresponsal Hermida auguraba próximas conquistas espaciales, que luego han resultado lejanas, mientras acentuaba el carácter épico de lo que millones de espectadores en todo el mundo contemplábamos con la respiración contenida.


Pocos días después, Paris Match, la revista francesa, publicó un dibujo que captaba perfectamente un aspecto oculto del acontecimiento, al margen del hito histórico que en sí mismo supuso. La ilustración mostraba una gran ciudad de enormes edificios. En el cielo, brillante, la Luna llena. Tras cada una de las ventanas de los rascacielos, un televisor encendido en el que aparecía la misma Luna que presidía la escena. Delante del televisor, en cada habitación, un espectador contemplaba ensimismado la realidad a través de los ojos de otros.

Pienso en ello hoy, cuarenta años después, cuando constato día tras día que la realidad ya no es lo que sucede ante nosotros, a mayor o menor distancia. La realidad es lo que nos quieren contar. Hay incluso quien mantiene que aquel paseo lunar fue pura ficción. No lo creo, pero es cierto que centenares de muertos violentamente en China parecen no tener importancia, mientras que el fichaje de un futbolista ocupa horas de televisión; que miles de niños muertos de hambre al año en el mundo no merecen nuestra atención, mientras un muerto en los sanfermines ocupa todas las portadas... En estos años el medio, en efecto, se ha convertido en el mensaje.

11 de julio de 2009

La importancia de opinar

POR LIMITADA y modesta que, como en el caso de un servidor, sea la experiencia de escribir en los periódicos, se trata de una práctica que puede deparar sorpresas sin tino. Si uno escribe que ve la botella medio llena, por ejemplo, alguien dirá que está medio vacía, y viceversa. Si uno critica iniciativas de este partido político –pues para contar que el patio de su casa no es particular y cuando llueve se moja como los demás no considera que merezca la pena el esfuerzo– el de aquel otro le tildará de sectario; si se dice que algo es blanco, otro responderá que negro... Y no digamos nada si se intenta la ironía. Las interpretaciones pueden llegar a ser inverosímiles. Quizás se deba a la torpeza con la que uno se expresa, acaso a que cada lector lee lo que quiere leer... vaya usted a saber.

Sin embargo, cuando los grandes medios de comunicación nos agobian con acontecimientos que en muchas ocasiones son fuegos de artificio –véanse los despliegues planetarios con motivo del fallecimiento de cierto cantante o del fichaje de un famoso futbolista– es importante que la gente corriente, pero con criterio propio, por erróneo que pueda ser, se haga oír. Es importante sobre todo en el terreno de la política, de la política de cada día, para que quienes permanecen encerrados en capillitas sin contacto con el exterior sepan qué se piensa en la calle de sus decisiones. La libertad de expresión es uno de los rasgos fundamentales de una sociedad democrática. Cercenarla, dificultarla o no practicarla, es un atentado contra la propia democracia.

Naturalmente, la crítica debe ejercerse de forma respetuosa con las personas. No comparto esa idea tan manida de que todos los políticos sean iguales. Aunque tampoco pienso que todos se muevan por principios intachables. Precisamente por ello merece la pena correr el riego de equivocarse en público. Es preferible errar que asentir con el silencio cuando se considera, y ello ocurre con frecuencia, que ha de distinguirse entre galgos y podencos.

7 de julio de 2009

Incoherencias en el Ayuntamiento

SE EXTRAÑA un amigo, por cuyos criterios tengo gran aprecio, de que muchos de quienes podemos no hayamos expresado en público nuestra opinión sobre el desbarajuste en que se encuentra el Ayuntamiento de Cáceres. Y no le falta razón. Pero no resulta fácil. En primer lugar, y por lo que a quien suscribe respecta, porque para opinar sobre asunto tan vidrioso sin riesgo de resbalar conviene estar muy al tanto de los intríngulis que se dan en el mismo, el cual no es el caso. En segundo lugar, porque al hablar de una situación como la que vive nuestro consistorio, formado por convecinos a los que se encuentra uno en la calle, hay que tener una pluma muy sutil que permita conjugar el respeto de orden personal a los responsables del caos que se ha producido con la crítica severa a quienes, como políticos que se ganan un sueldo por su actividad, han defraudado las expectativas de muchos de sus electores. Pero no es menos cierto, sin embargo, que quien calla otorga y que los ciudadanos tenemos la obligación de pronunciarnos sobre lo que nos atañe, de modo que los reparos que menciono han de quedar en un segundo plano.


Mi particular punto de vista es que quienes mejor política de derechas hacen –disculpen la perogrullada– son los de derechas. El PP, en este caso, entre cuyos concejales en Cáceres, me consta, hay gente merecedora de toda consideración que no defraudaría a nadie con su conducta. Porque, desde luego, algunas decisiones tomadas por el Ayuntamiento cacereño hubieran resultado menos sorprendentes si las hubiera adoptado un alcalde de dicho partido, el PP, que no alguien de un partido que aún mantiene en su nombre los calificativos de socialista y obrero. Pensar que unos grandes almacenes, por ejemplo, van a hacer de nuestra ciudad una nueva Meca, que con su instalación los empleos van a surgir bajo las piedras, que todo van a ser oropeles y festines, nos hace pensar inevitablemente en el Mister Marsall de Pepe Isbert y Manolo Morán; como si el objetivo de una empresa como la de marras no fuera, por encima de todo, repartir el máximo beneficio entre sus accionistas. Pero aun así, incluso aceptando que unas monjas que todavía se denominan “de la caridad” tienen derecho a olvidarse una vez más de sus votos de pobreza y dar el pelotazo, lo de alterar planes urbanísticos buscando subterfugios y triquiñuelas legales para que el camello pase por el ojo de la aguja de la especulación urbanística, resulta, en mi opinión, un manifiesto fraude a quienes, con su voto, hicieron posible una corporación supuestamente de izquierdas. Propiciar, por citar otro asunto polémico, que un servicio público de capital importancia en una ciudad siga en manos privadas cuando podría ser de carácter municipal antes lo atribuiría uno a un partido fundado por Fraga Iribarne que a otro creado por Pablo Iglesias...


Y, luego, están los gestos, que tanto delatan. Ese despacho de la alcaldesa, por ejemplo, plagado de símbolos que parecen sacados de la noche de los tiempos; esa reiteración por parte de la máxima autoridad municipal de comportamientos públicos que antes cabría atribuir a razones populistas que a las obligaciones de su cargo, asistiendo devotamente y en primera fila a manifestaciones confesionales mientras dice actuar en representación de todos los cacereños...

No conozco al señor Pavón ni pongo en duda la singularidad de su carácter, de la que tanto hablan los periódicos. Pero, sinceramente, no creo que sea el malo de la película. El malo, los malos de verdad, son quienes se olvidan de los supuestos en que dijeron sustentarse y, salvo en las siglas bajo las que se cobijan, no se distinguen en nada de quienes harían lo mismo que ellos sin necesidad de retorcer los argumentos y las justificaciones. Lo mínimo que puede exigírsele a un político es coherencia entre los principios que proclama y sus actos. Cuando esa coherencia no existe las consecuencias resultan antes o después (ahora o dentro de dos años, por ejemplo) inevitables.

(Pulsa sobre la imagen para descargar el artículo tal y como apareció publicado en el Periódico Extremadura)

4 de julio de 2009

Honduras: más que un episodio

MIENTRAS que hace años acontecimientos como los entonces frecuentes golpes de estado en Latinoamérica nos resultaban remotos y apenas si teníamos noticias de ellos, ahora, la transformación que internet y la televisión por satélite han producido en el terreno de la información nos permite seguir al minuto lo que ocurre en cualquier lugar de mundo; como Honduras, por ejemplo, el país centroamericano del que lo más que nos llegaban hasta hace poco eran noticias sobre huracanes y otros desastres naturales.

Hoy, sin embargo, gracias a esos medios antes inexistentes puede ver uno en directo lo que, si se lo contaran sin imágenes, sin testimonios personales, podría parecer pura ficción: Militares enmascarados asaltando un palacio presidencial, secuestrando a un jefe del Estado, metiéndolo en un avión y mandándolo al extranjero, declarando el toque de queda... ¡y diciendo hacerlo en nombre de la democracia! Cuando estas líneas se publiquen el presidente hondureño, Zelaya, si se cumple lo anunciado, estará a punto de regresar a Tegucigalpa acompañado de dirigentes de países amigos. Ojalá la fuerza bruta, los militares golpistas, se rindan a la evidencia: el rechazo de su pueblo y de la comunidad internacional a una conducta tan criminal como anacrónica, y permitan el pacífico retorno a su puesto del legítimo presidente violentamente separado de él. Ojalá todo concluya sin sangre.

En ocasiones como ésta es cuando la gente demuestra su verdadera faz. Aznar, por ejemplo, cada vez más caricaturesco, refiriéndose a lo sucedido en el país centroamericano como “lamentables episodios”. Episodio, incidente... Es como si se lamentara de que hace mal tiempo. En España algunas organizaciones políticas han sido ilegalizadas por no condenar la violencia como medio de acción política, y ello acaba de recibir el aval del Tribunal de Estrasburgo. ¿Se medirá alguna vez con la misma vara a quienes, como el inefable ex presidente del Gobierno califican un golpe de estado como lamentable episodio?

27 de junio de 2009

Negocios poco decentes

ES MUY LEGÍTIMA, faltaba más, la intención de obtener el máximo beneficio por parte de quienes emprenden negocios, siempre que respeten unas normas básicas de conducta y no utilicen malas artes para ello; lo cual no siempre ocurre. Hay ejemplos sobrados en nuestro país de quienes, abusando de la necesidad ajena, han ganado dinero a espuertas sin que ni siquiera esas ganancias se hayan manifestado a efectos fiscales. No sé qué ocurrirá en otros lugares, pero no creo que existan muchos en los que el comprador de una vivienda, por ejemplo, tenga que llevar en el bolsillo un buen fajo de billetes para completar el precio que figura en las escrituras públicas y ello se considere absolutamente normal.

Un asunto lamentable es el de ciertas cadenas de televisión, que incurren a menudo en prácticas poco ejemplares desde un punto de vista ético. Esos programas en los que en aras de los índices de audiencia y los ingresos por publicidad se exponen miserias humanas que nadie debiera explotar, pongamos por caso. Hizo época una emisión de hace años en la que, cuando una mujer destrozada relataba el drama en el que se hallaba, estando a punto de llegar al colapso emocional, fue interrumpida por el presentador que le pidió esperara unos minutos antes de seguir, para “dar paso a la publicidad”.

Sin embargo, nunca había visto algo tan indignante como lo del otro día en una cadena que, sin incurrir en el tópico, podríamos llamar de extrema derecha. ETA acababa de matar a un inspector de policía en Bilbao y los invitados al programa opinaban sobre tan desgraciado acontecimiento. Mientras, en la parte inferior de la pantalla, aparecían mensajes enviados por los espectadores. El presentador tomó la palabra: “Sigan enviando sms a tal número, expresando su repulsa por el asesinato”. Lo que no aclaró fue el coste de cada uno de esos mensajes que, recibidos a miles, aprovechándose de la rabia de los remitentes, engrosarían la cuenta de resultados de la cadena. ¿Es ése un modo decente de ganar dinero?

20 de junio de 2009

Estudiantes encorbatados

HACE MIL AÑOS, mejor o peor contados, los estudiantes que en las universidades de toda España corríamos delante de los grises íbamos con traje y bien encorbatados. En algún colegio mayor masculino de Salamanca, por ejemplo, incluso se negaba el servicio de comedor a quien no llevara debidamente anudada la prenda de marras. Ríase el lector joven de lo que escribo, o ponga en duda la certeza de mis recuerdos, pero así eran las cosas. Hablo, ya digo, de los tiempos de Matusalén.

En las décadas posteriores, los setenta, los ochenta, el “torpe aliño indumentario”, las melenas, las camisetas descoloridas, fue el distintivo de quienes, chicos o chicas, frecuentaban los claustros universitarios. Incluso entre los profesores, la vestimenta informal y descuidada era signo de su condición. Lo importante no era la apariencia, sino el fondo.

Hoy, quizás por las vueltas que da la historia, o acaso por la influencia que sobre nuestras costumbres ejerce todo lo procedente del imperio, con su principal altavoz, Hollywood, como eficaz propagandista, se producen espectáculos que mueven a la sonrisa y a la constatación de que a la mona le sigue gustando la seda. Actos supuestamente académicos –esos que ahora se ha puesto de moda llamar graduaciones, por ejemplo– en los que los estudiantes, con independencia de su sexo, parecen maniquíes a punto ser expuestos en un escaparate. Las universidades, especialmente las privadas, organizan representaciones de gran parafernalia, tanto mayor cuanto más caros vendan sus títulos –hablo de dinero contante y sonante, no de exigencias académicas– en las que alumnos y padres aparatosamente vestidos ven plasmados sus esfuerzos en forma de diplomas entregados en pomposas ceremonias.

La comedia también empieza a interpretarse en estos últimos tiempos por los bachilleres. No se pregunte a algunos de ellos por el teorema de Pitágoras o el autor de El Quijote, pero reconózcaseles el mérito de, hijos de su época, saber adoptar a la perfección los modos de esos personajes de la prensa rosa a los que tanto admiran.

13 de junio de 2009

Inversiones poco ejemplares

TODA MEDIDA es una comparación. Cuando, hace ya tiempo, se sustituyó en los manuales escolares la vieja definición de metro, aquella que se refería a cierta parte de “la longitud del cuadrante de meridiano terrestre comprendido entre el polo norte y el ecuador”, por otra supuestamente más científica que mencionaba una barra de iridio y platino mostrada en un museo de París, empezó la confusión. Y aún seguimos en ella. No se pregunte a los chavales que acuden hoy a las aulas si el ecuador terrestre mide 4.000, 40.000 ó 400.000 kilómetros. Muchos de ellos no sabrán responder.

Por eso me ha parecido extraordinariamente acertada la comparación, la medida, que el periódico Público hizo ayer para poner ante los ojos del lector, con extraordinaria crudeza, el sinsentido de los noventa y tantos millones de euros que el Real Madrid va a gastarse para que cierto afamado futbolista milite, o como se diga, en sus filas. ¿Qué dirá esa cifra al común de los ciudadanos, preocupado por si podrá o no pagar este mes la cuota de su hipoteca? Lo aclara el diario: diez mil personas, diez mil, podrían percibir durante un año el subsidio de paro si se destinara a ello la fortuna que se va a gastar en el jugador de marras. Y se podrían haber hecho otros cálculos: Cuántas plazas escolares, cuántas camas hospitalarias podrían haberse creado; cuántas ayudas a personas necesitadas se podrían haber repartido con ese dinero.

Sé que se trata, o eso quiero pensar, de un negocio estrictamente privado, en el que los precios los establecen la oferta y la demanda. Pero no por ello deja de parecerme disparatado. Abundan los casos en que los excesos económicos, por muy particulares que sean los negocios en que se cometen, terminamos pagándolos todos. Y no hablo sólo de pago en moneda: el modelo que se expone es perverso. Se confunde el valor con el precio. Mientras se esté dispuesto a pagar lo que se paga por un futbolista, mientras inversiones como esa resulten rentables –lo cual, por cierto, está por demostrar–, de poco valdrá pregonar entre los jóvenes el valor de la solidaridad, el estudio, la responsabilidad.

6 de junio de 2009

¿Jornada de reflexión?

SUPONGO que la expresión tan manida de jornada de reflexión, para referirse a un día como hoy, anterior al de unas elecciones, no aparecerá en ningún texto legal; pero, en cualquier caso, si alguna vez tuvo sentido lo perdió hace tiempo. Por varias razones. La principal, si decirlo no se considera una impertinencia, porque la reflexión es incompatible con la forma en que se desarrollan unas campañas electorales cada vez más superficiales, cuyos planteamientos se basan más en la ocurrencia, el chisme y en tirarse los aviones a la cabeza que en hacer pensar a la gente. Campañas que, además, ni como espectáculo tienen el atractivo que tuvieron años atrás. Los espacios de debate en televisión tienen escasa audiencia y los pabellones en que transcurren los mítines, como el del otro día en Badajoz, difícilmente ven todas sus plazas ocupadas.

Sería una pena que el poco interés despertado en la mayoría de la población por las elecciones al Parlamento Europeo fuera una manifestación de que en eso, según algunos, consiste la normalidad democrática: en que llamen de madrugada a tu casa y sea el lechero, en que nada despierte grandes pasiones, en que se dé por hecho que las cosas no van a cambiar porque ganen unos u otros. Sería una pena, pero la realidad es tozuda y, si se confirman las previsiones, la mitad de los electores se quedarán en casa o se irán tempranito a la playa. ¿Le importa eso a los candidatos de los grandes partidos, cada vez más parecidos a cómicos de ferias repitiendo con desgana, bolo tras bolo, frases hechas, eslóganes vacíos, tópicos y lugares comunes?

Hoy, sábado, víspera de la jornada electoral, intento recordar quiénes encabezaron la lista de los grandes partidos en las anteriores elecciones europeas. Me tengo por una persona relativamente bien informada, pero reconozco que no logro despejar mi duda. ¿Recuerda el lector la expectación que citas como la del domingo despertaban en tiempos de Suárez, Felipe González o Carrillo? ¿Tanto ha llovido desde entonces?

29 de mayo de 2009

Paternalismo impropio

LO MÁS DESTACABLE de lo que dicen los políticos no siempre son sus palabras sino las formas en que las envuelven. En éstas puede reflejarse mejor que en la literalidad de sus discursos su perfil ideológico, su forma de entender la actividad política. Lo pienso al leer unas recientes declaraciones del Presidente de la Junta de Extremadura sobre la huelga de profesores.

A veces, en efecto, es difícil conciliar intereses contrapuestos. Sucede así, por ejemplo, cuando se enfrentan el razonable propósito de la Administración Educativa de reducir el número de institutos de secundaria, fusionando aquellos que son cercanos y cuentan con pocos alumnos, y el deseo de los sindicatos de mantener cuantas más plazas docentes mejor. Podría estar justificado que los sindicatos convocaran una huelga, pero no porque si hay centros que se van quedando sin alumnos lo mejor no sea suprimirlos, sino porque, según dicen esas organizaciones, fuera cierto que "la Consejería de Educación no accede a constituir una comisión que negocie las posibles fusiones de centros". Si fuera cierto.

Pero, volviendo a las declaraciones citadas, me ha llamado la atención el ruego que el Presidente de la Junta ha hecho a raíz de la convocatoria de huelga. Ha manifestado el señor Fernández Vara que se entienda su responsabilidad como gobernante que ha de manejar con prudencia el dinero de todos ya que, "como padre de una familia de 1.097.000 miembros", tiene que actuar desde principios como la eficacia, eficiencia, austeridad y calidad.

Con todo el respeto, y aunque me parezca bien el fondo de lo que ha dicho, esa concepción de sus obligaciones como las de un "padre de familia" que vela por sus hijos indefensos rezuma un paternalismo impropio de una sociedad avanzada en la que sobran las tutelas y en la que los gobernantes debieran ser sólo representantes de los ciudadanos, sometidos periódicamente al examen electoral, nunca una especie de tutores que deciden por ellos. Desprenden tales palabras, por bienintencionadas que sean, un aroma más propio de un internado que de una comunidad integrada por ciudadanos adultos, libres e informados.

23 de mayo de 2009

Sentencia esperanzadora

LA DECISIÓN del Tribunal Constitucional, revocando la sentencia previa del Tribunal Supremo y permitiendo a la candidatura encabezada por el dramaturgo Alfonso Sastre presentarse a las próximas elecciones al Parlamento Europeo constituye una de las noticias más esperanzadoras acontecidas en el panorama político español en los últimos años.

Un gravísimo defecto de nuestra democracia lo viene constituyendo la progresiva reducción del abanico político, en la mayor parte del territorio y debido entre otras causas a un sistema electoral injusto, a las dos opciones mayoritarias que, frecuentemente, discrepan más en aspectos formales que de fondo. Por no hablar de aquello a lo que parece haber sido reducida la actualidad política: el lamentable espectáculo que a menudo ofrecen nuestros representantes. Este presidente autonómico vendiéndose, si no por un plato de lentejas, sí por un buen paño; aquella deslenguada ministra, alimentando con sus desafortunadas declaraciones los argumentos contra la aprobación de importantes leyes; este antiguo dirigente, supuestamente retirado de la vida pública, admitiendo sin rubor aduladores homenajes de resonancias caciquiles tributados por quienes, al parecer, mucho deben agradecerle... Todo previsible, plano, según el guión preestablecido.

La decisión del Tribunal Constitucional da una ligera luz al panorama. Primero, porque aún permite creer en la división de poderes; segundo, porque pone al desnudo la progresiva adopción por parte del PSOE de conductas que suscribiría sin problemas el PP (no se olvide que, a fin de cuentas, la Ley de Partidos fue aprobada cuando gobernaba Aznar); tercero, porque da cauce a la pluralidad política e ideológica presente en nuestra sociedad...

Para algunos la sentencia del Constitucional otorga a las próximas elecciones un carácter democrático sin el cual la postura más responsable hubiera sido la abstención o el voto nulo. ¿O sólo hay que dejar que se exprese y ejerza sus derechos quien dice lo que nos gusta oír?

16 de mayo de 2009

Himnos y vetos

SE ESCANDALIZAN, con motivo, comentaristas de todo tipo y condición ante la manipulación que Televisión Española urdió para ocultar a los telespectadores la pitada con que aficionados vascos y catalanes reaccionaron a la aparición de los Reyes en el palco del estadio de Mestalla y a la reproducción del himno de España. No pongo en duda que el directivo luego destituido fuera el responsable del desaguisado, impropio de la televisión pública de un Estado democrático, pero mucho me temo que el incidente no haya sido sino reflejo de unos resabios censores aún presentes en nuestra sociedad.

Sin embargo, existe una situación que supone una censura y una limitación de libertades mucho más grave que la del otro día sin que nadie parezca protestar por ello. Lo que está sucediendo con la anulación de ciertas candidaturas electorales, gracias a una Ley de Partidos elaborada ad hoc y sobre cuya aplicación pronto habrá de pronunciarse el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, debiera provocar, a mi juicio, un enérgico rechazo por parte de una opinión pública que distinguiera entre no estar de acuerdo con alguien e impedir que este alguien se pronuncie.

Ya saben: como sería un disparate tildar a un dramaturgo del prestigio de Alfonso Sastre, o a una pacífica militante de izquierdas, destacada diputada durante más de una década, como Ángeles Maestro, experta como medico en asuntos de sanidad, de peligrosos terroristas, se recurre a que la coalición con la que pretenden presentarse a las elecciones europeas constituye una etérea “sucesión fraudulenta del entorno” de Batasuna. No se trata de castigar penalmente a los autores de delitos, lo que nadie rechazaría, sino de criminalizar una forma de acción política que, aunque cuente con el apoyo de cientos de miles de ciudadanos, no resulta muy televisiva, por así decir.

Las elecciones al Parlamento europeo parecen preocupar poco al común de los mortales. No creo que con prohibiciones y vetos su interés vaya a aumentar de aquí a cuando se celebren.

9 de mayo de 2009

El ruido y las autoridades cacereñas

HAY OCASIONES en que por razones de salud conviene tomarse las cosas con buen humor. Es cierto que ante muchas situaciones de las que se producen en nuestra sociedad no cabe una actitud chistosa, pero hay otros asuntos ante los que la postura más aconsejable, si no quiere estar uno permanentemente amargado, es verlos desde un punto de vista humorístico.

Lo he pensado al leer en el periódico Extremadura una entrevista con el presidente de la Sociedad Española de Acústica, de visita en Cáceres ante la próxima celebración en nuestra ciudad de un congreso sobre esa rama de la física. “Ahora sí hay inquietud política por solucionar el problema del ruido”, rezaban los titulares de la noticia, que era ilustrada por una fotografía de este señor en la plaza Mayor; la que dentro de poco, si nadie lo remedia, se convertirá en paradigma del minimalismo y el diseño asistido por ordenador.


Y digo que hay que tomarse las cosas con buen humor porque resulta jocoso leer que existe inquietud política por evitar el ruido en una ciudad que es de las más ruidosas de España sin que las autoridades hagan nada por evitarlo. Ruidosa no por causas justificables (nadie protestará por el sonido de una sirena o por las molestias que puedan producir celebraciones ocasionales, que tantos otros aspectos positivos suponen), sino por causas fácilmente evitables, ante las que quienes podrían impedirlo permanecen con los brazos cruzados, autorizándolas sin pestañear.

Hablo de esos altavoces agresivos que irrumpen en nuestras casas sin pedirnos permiso, ofreciéndonos machaconamente, una y otra vez, reparar sofás o descalzadoras; o de esos otros que se empeñan, aunque estemos intentando descansar, en que degustemos mariscos traídos desde la Costa de la Muerte. Hablo de esos ciclomotores que rompen los tímpanos de quienes se hallan a menos de un kilómetro de distancia, incluidos los agentes de la autoridad que los ignoran cuando pasan a su lado...

Sí, la Sociedad Española de Acústica ha elegido el mejor lugar posible para celebrar su congreso. A ver si, al menos, comprueban que la existencia de “inquietud política” por evitar los ruidos es, como hipótesis científica, un auténtico disparate.

2 de mayo de 2009

Benedetti: Fidelidad y fanatismo (2)

HACE CINCO o seis años tuve la fortuna de asistir a un inolvidable curso sobre Literatura en El Escorial. Inolvidable porque entre los ponentes se encontraban figuras como Ángel González, puro hueso en una permanente nube de humo, Vázquez Montalbán, de palabra tan precisa como tímida, Mario Benedetti, que cuando escribo estas líneas lucha por su supervivencia en un hospital de Montevideo... Escuchar a estos maestros, oír sus poemas en su propia voz, fue una experiencia maravillosa que permanecerá para siempre en mi memoria.

Benedetti, hombre comprometido políticamente, amigo de causas perdidas, repitió verdades como puños con su voz apenas audible: habló de Cuba, de las injusticias que aún perduran en el mundo, de la obligación de no permanecer en silencio ante ellas. Veo, por ejemplo, la cantidad de papel que en los últimos días han ocupado en los periódicos las tonterías sobre los modelitos lucidos por ciertas señoras en recientes actos en Madrid, la comparo con el espacio que esos mismos medios dedican a tragedias como la de Sri Lanka (vean, por favor, algunas fotos en www.boston.com/bigpicture/2009/04/refugees_in_sri_lanka.html) y la poca capacidad de asombro que aún me queda se ve colmada.

Pues bien, en el coloquio posterior a una lectura de poemas en aquel curso, una de las asistentes le preguntó a don Mario si él, que tanto y con tanta sencillez y belleza había escrito sobre los sentimientos, se había enamorado muchas veces. La respuesta fue antológica, y creo que se puede aplicar no sólo a asuntos de carácter personal, sino político, más aún en estos tiempos de tantas deserciones. "Llevo casado con la misma mujer", dijo el poeta, "cincuenta y siete años, de modo que constancia, al menos, no puede negárseme". En medio de los aplausos aún tuvo tiempo para añadir: "Sí, creo en la fidelidad". Hizo una pausa de varios segundos y remató, entre las sonrisas de los oyentes: "Pero sin fanatismos".

Ojalá la voz y la palabra de don Mario nos sigan acompañando por mucho tiempo.

28 de abril de 2009

Benedetti: Fidelidad y fanatismo (1)

EN EL VERANO de 2003 tuvo lugar un curso inolvidable sobre Literatura en El Escorial: Benedetti, Ángel González, Vázquez Montalbán...


En una de las sesiones, Mario Benedetti, tras leer algunos de sus poemas, participó en un coloquio con los asistentes. La grabación que ofrezco, de no muy buena calidad, corresponde a un memorable momento de dicho coloquio. La pongo aquí en el día en que el poeta ha sido hospitalizado en grave estado en Montevideo.

25 de abril de 2009

¿Un ministro con sentido común?

EL MUNDO EDUCATIVO ha vivido en los últimos años una enorme proliferación de leyes tan bien intencionadas como de dudosas consecuencias. La permisividad pseudo progresista que ha permitido a muchos alumnos –al menos en la enseñanza media– acceder a niveles superiores con graves deficiencias en los anteriores, la irrupción en los planes de estudio de disciplinas de escaso valor en detrimento de otras fundamentales, el inexistente control de la calidad de los títulos académicos; unas inspecciones educativas dirigidas más a detectar deficiencias administrativas que problemas de fondo... Un sinfín de causas, en resumen, han contribuido a que el nivel educativo de los chicos españoles sea muy inferior al deseable. Bastan para probar lo que digo los resultados de estudios internacionales, como el famoso informe PISA. Y ello sin dejar de reconocer que la educación básica se ha generalizado, que se han hecho esfuerzos presupuestarios, que las normas han nacido de la mejor voluntad...

Ha habido momentos en que hubiera parecido que lo más importante en el aula no era que el profesor dominara su materia y su didáctica, se esforzara en su trabajo y exigiera esforzarse a los chicos. Era prioritario utilizar la cantinela de alumnos y alumnas, no encomendar deberes, sino sugerir actividades... Si el profesor de matemáticas no admitía que un chico dijera que dos más dos son cinco, porque el error sólo era de una unidad, entonces se arriesgaba a ser tildado por los pedagogos de cámara de carca, retrógrado y dinosaurio.

Por ello, que el nuevo ministro de educación diga que “hay valores que tenemos que intensificar: el valor del estudio, de la enseñanza, de la exigencia. Son valores que se han asociado con opciones conservadoras, lo que es un error. Yo creo en el aprender, en el estudiar, en el enseñar, en fomentar la creatividad y las habilidades, pero también creo en el esfuerzo y en la exigencia. No son valores de una sociedad tradicional, son valores de una sociedad emprendedora, que no quiere malgastar su talento”; que diga tales cosas, constituye una de las mejores noticias producidas en el campo educativo en los últimos tiempos. ¿Al fin un ministro con sentido común?