25 de junio de 2011

Selección del profesorado

HAN PASADO unos días desde que Rubalcaba, hablando como candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, propugnó un nuevo procedimiento de selección del profesorado (del público, no del de la enseñanza privada, que pese a recibir subvenciones del erario puede contratar al suyo como prefiera). Y concretó más, diciendo que un sistema semejante al de los MIR (médicos internos residentes) podría ser aconsejable: primero se selecciona a los mejores candidatos, entendiendo por mejores a los que más puntuación obtienen en unos exámenes de carácter teórico, y luego se los forma.

En la última semana ha habido numerosos comentarios sobre la propuesta del antiguo ministro de Educación (a quien el PP acusa de plagio), pero, aun así, me gustaría dar mi opinión al respecto. Empezando por algo que quizás haya pasado desapercibido: Habiendo finalizado en este curso la posibilidad de jubilación anticipada e incentivada económicamente de los profesores a los 60 años, durante el próximo lustro van a ser escasísimas las vacantes que se produzcan y, por tanto, las plazas que el sistema educativo ofrezca a los jóvenes titulados. La propuesta de Rubalcaba, incluso si llegara a buen puerto, habría de esperar un largo tiempo antes de ser aplicada a un número significativo de nuevos profesores.


Pero, al margen del procedimiento de selección, mi experiencia me hace pensar que para que el sistema educativo disponga de docentes plenamente eficientes no basta con elegir y formar a los candidatos de mayores méritos, sino que se hace necesario que, luego, su trabajo sea evaluado de forma continua. Eso es algo que no sucede en nuestros días. El cuerpo de inspección, por ejemplo, debiera orientar su misión más a velar por la calidad de la docencia que a exigir el cumplimiento de trámites administrativos que en poco contribuyen a mejorar los niveles educativos. También habría que preguntarse quién inspecciona a los inspectores. O con qué méritos se alcanza esa condición. Experiencias pasadas permiten sospechar que no siempre han sido los estrictamente profesionales.

A los sindicatos de profesores también les cabe responsabilidad en este asunto. Preocupados como suelen estar por defender los derechos adquiridos de los ya funcionarios (incluso interinos), sería bueno que también velaran por un bien superior: que la formación de nuestros estudiantes sea mejor cada día. Me temo que hasta que se llegue a eso harán falta muchos Rubalcabas.

18 de junio de 2011

España en la guerra de Libia

UNO DE LOS MALABARISMOS utilizados en su día por Felipe González para lograr que la mayoría del electorado, opuesta inicialmente a la pertenencia de nuestro país a la OTAN, diera su brazo a torcer fue que la integración se haría solo en la estructura política de la organización, no en la militar. Aquello recordaba a los que dicen asistir a los espectáculos de striptease por la música, pero la estratagema, junto a una manipulación magistral de la televisión, dieron finalmente la victoria a quienes pasaron sin despeinarse de afirmar «OTAN, de entrada no» a ocupar puestos directivos en la institución, como ocurrió con Javier Solana.

Traigo eso a colación para buscar antecedentes al proceder de Zapatero en relación con la guerra de Libia. Hace un par de días, tras recibir a Rasmussen, secretario general de la organización militar, acordó la expulsión del embajador de aquel país (el mismo que acompañaba no hace tanto a Gadafi en sus visitas a la Moncloa y a la Zarzuela) y anunció que España se mantendrá indefinidamente en la guerra. ¿Qué fue de las pegatinas de 2003?


Los aviones de la OTAN han realizado más de 10.000 misiones desde que, según lo autorizado por la ONU, se inició una intervención humanitaria cuyo único objetivo era establecer una zona de exclusión aérea. Luego, burlada la resolución de Naciones Unidas, se pasó a participar activamente en la guerra, bombardeando edificios civiles, ametrallando soldados... No diré yo que el régimen de Gadafi haya sido un modelo de respeto a los derechos humanos, pero sus opositores, rebeldes bien armados, tampoco me recuerdan a los pacíficos manifestantes de El Cairo o Túnez.

Es cierto que hay situaciones a las que los gobernantes han de enfrentarse sin mucho margen de maniobra. Tal sucede, por ejemplo, con la crisis económica, de carácter global. Cuando se critica a Zapatero por sus decisiones en este terreno es probable que no se sea del todo justo con él. Quizá no le hubieran cabido muchas otras opciones. Pero en asuntos como el de la guerra de Libia, ¿no habría podido mantener una mayor independencia de criterio? ¿En estos tiempos precisamente se le ocurre apoyar a quien, como Rasmussen, exige que se incrementen los presupuestos de defensa? En este final de ciclo político, a muchos nos hubiera gustado ver un Zapatero un poco más fiel a los principios, incluido el antibelicista, que le auparon al poder.

11 de junio de 2011

Libertad de expresión y civismo

TIENE SOBRADOS MOTIVOS el presidente en funciones de la Junta, Fernández Vara, para dolerse de lo que, según cuenta en su blog, le sucedió hace unos días cuando se encaminaba a su domicilio en Mérida. Un joven mal encarado se dirigió a él en términos insultantes, recriminándole su condición de «parásito y sanguijuela». Cuenta Vara que propuso al joven sentarse con él para contrastar civilizadamente sus puntos de vista, pero su empeño fue en vano.

El problema es que esta anécdota no es un caso aislado. El debate político, a diferentes niveles, se está deslizando hacia terrenos en los que prima el exabrupto sobre el argumento, el insulto sobre la razón, las descalificaciones personales sobre el análisis sereno de las cosas. Y sin ignorar que no siempre dan el mejor ejemplo quienes más obligados debieran estar a ello, hay un par de fenómenos que contribuyen notablemente a esta degradación del lenguaje político.
Por una parte, las nuevas formas de expresión vinculadas a Internet facilitan la propagación de los malos modos, los insultos y las infamias. Especial responsabilidad en la extensión de estos virus les cabe a unos medios de comunicación que abren demasiado a la ligera sus muros virtuales a anónimos grafiteros de brocha gorda. Es algo a lo que debiera ponerse término. Los intereses comerciales no debieran prevalecer en este terreno.

Y, por otra parte, no podemos desdeñar el papel emponzoñador del llamado TDT party. Nombre afortunado, pues permite asociar las cadenas de televisión que lo forman al grupo ultra de Estados Unidos y ayuda a considerarlas a ellas mismas como un partido. Extraparlamentario, sí, pero en el que cada noche se integran destacados y vociferantes miembros del PP. En este asunto le cabe una grave responsabilidad al gobierno central, que distribuyó los canales según unos criterios que se están evidenciando desacertados. Desacertados incluso en los mínimos requisitos de tipo económico que se impusieron a estas televisiones, ahora felizmente abocadas al cierre o a mendigar los donativos de sus fanatizados espectadores.

Sucesos como el ocurrido a Vara, que merece nuestra solidaridad, debieran hacernos reflexionar a todos. Porque la libertad de expresión no está reñida con el civismo; como, por cierto, vienen demostrando de forma ejemplar desde hace semanas los indignados del movimiento 15-M.

4 de junio de 2011

Ni clarividentes ni maleducados

SOY DE QUIENES piensan que las formas son importantes en la vida. De quienes creen que en democracia toda opinión es libre, toda crítica lícita, toda demanda admisible. Basta con que cumplan una condición: Ser presentadas con educación, con buenos modales.

Desde ese punto de vista, el de la convivencia civilizada de ideas, creo que la situación política en Extremadura tras las elecciones del 22 de mayo no es tan mala como algunos dicen. Aunque tengamos que mejorar en muchos aspectos y décadas de caudillismo hayan dejado huellas difíciles de borrar, lo montaraz va perdiendo terreno; lo demagógico, las palabras que buscan alimentar sentimientos primarios en la gente, andan de retirada desde hace tiempo.

Ignoro, al igual que todo el mundo, cómo terminará la investidura del nuevo presidente de la Junta. Me lamento de que algunos no hubieran previsto respuestas para un supuesto que era altamente probable. Pero, aunque nadie esté libre de error, es encomiable el respetuoso silencio que en general, pasadas las primeras horas tras el cierre de las urnas, tanto el Partido Popular como el PSOE están manteniendo con relación a Izquierda Unida, que haría bien en definirse lo antes posible.


Respetuoso silencio, digo, aunque espectáculos como el ofrecido el otro día por un viejo conocido de todos, lleno de resentimiento, resucitando antiguas disputas, avivando rencores a diestra y siniestra, constituyan una ruidosa excepción. Excepción que, por paradójico que parezca, más que dificultar debiera facilitar el acuerdo entre los dos partidos de izquierdas, porque si bien el pasado no puede olvidarse, la altura de miras de unos y otros debiera primar sobre los deseos de quien con sus palabras evidencia que éstos ya no son tiempos del ordeno y mando. ¿Cómo prestar oídos a quien, en muestra de la profundidad de sus planteamientos, se lamenta de que los agricultores españoles no puedan pedir a los alemanes que «se metan los pepinos donde les quepan»? ¿Ésos son los modos que pedimos a nuestros escolares?

Fernández Vara citaba recientemente en su blog a un profesor de la Universidad de Zaragoza, Daniel Innerarity: «Ya no hacen falta líderes clarividentes que nos dirijan porque no existe un único centro de decisiones que necesite un hombre providencial». Cierto. Ni clarividentes ni maleducados.