4 de junio de 2011

Ni clarividentes ni maleducados

SOY DE QUIENES piensan que las formas son importantes en la vida. De quienes creen que en democracia toda opinión es libre, toda crítica lícita, toda demanda admisible. Basta con que cumplan una condición: Ser presentadas con educación, con buenos modales.

Desde ese punto de vista, el de la convivencia civilizada de ideas, creo que la situación política en Extremadura tras las elecciones del 22 de mayo no es tan mala como algunos dicen. Aunque tengamos que mejorar en muchos aspectos y décadas de caudillismo hayan dejado huellas difíciles de borrar, lo montaraz va perdiendo terreno; lo demagógico, las palabras que buscan alimentar sentimientos primarios en la gente, andan de retirada desde hace tiempo.

Ignoro, al igual que todo el mundo, cómo terminará la investidura del nuevo presidente de la Junta. Me lamento de que algunos no hubieran previsto respuestas para un supuesto que era altamente probable. Pero, aunque nadie esté libre de error, es encomiable el respetuoso silencio que en general, pasadas las primeras horas tras el cierre de las urnas, tanto el Partido Popular como el PSOE están manteniendo con relación a Izquierda Unida, que haría bien en definirse lo antes posible.


Respetuoso silencio, digo, aunque espectáculos como el ofrecido el otro día por un viejo conocido de todos, lleno de resentimiento, resucitando antiguas disputas, avivando rencores a diestra y siniestra, constituyan una ruidosa excepción. Excepción que, por paradójico que parezca, más que dificultar debiera facilitar el acuerdo entre los dos partidos de izquierdas, porque si bien el pasado no puede olvidarse, la altura de miras de unos y otros debiera primar sobre los deseos de quien con sus palabras evidencia que éstos ya no son tiempos del ordeno y mando. ¿Cómo prestar oídos a quien, en muestra de la profundidad de sus planteamientos, se lamenta de que los agricultores españoles no puedan pedir a los alemanes que «se metan los pepinos donde les quepan»? ¿Ésos son los modos que pedimos a nuestros escolares?

Fernández Vara citaba recientemente en su blog a un profesor de la Universidad de Zaragoza, Daniel Innerarity: «Ya no hacen falta líderes clarividentes que nos dirijan porque no existe un único centro de decisiones que necesite un hombre providencial». Cierto. Ni clarividentes ni maleducados.