27 de diciembre de 2008

Discurso insustancial

NO SÉ QUIÉN redactará los discursos del Rey, pero a buen seguro que no es él mismo. Y a buen seguro, también, que todo lo que dice en sus intervenciones públicas es previamente conocido, por no decir autorizado, por el Gobierno de turno y por el mayor partido de la oposición. De modo que, aun reconociendo no haber oído al monarca en la intervención de fin de año y haberme limitado a leer el discurso en Internet, me parece un poco hipócrita que el PSOE exprese su total acuerdo con las palabras del Jefe del Estado. ¡Cómo no estarlo, si posiblemente las hayan escrito ellos!

Apenas llama ya la atención, qué quieren que les diga, la actitud cortesana de un partido que si en su día aceptó la monarquía como un mal menor, lo cual pudo entenderse porque la realidad no siempre se pliega a nuestros deseos, al menos podría ser más prudente hoy a la hora de manifestar sus nuevas afinidades. No se trata de salir ahora con extemporáneos vivas a la república, pero entre un extremo y otro hay puntos medios razonables. No es de extrañar que ante el conformismo imperante los jóvenes participen cada vez menos en la vida política.

En cuanto al discurso en sí, no hay verdadera razón para el desacuerdo, dada su futilidad. Plagado de tópicos y trivialidades –“despleguemos con inteligencia y tesón nuestra bien probada capacidad de superación, tirando del carro en la misma dirección”– buenas palabras –“son muchos los motivos para sentirnos orgullosos de España, para alimentar la necesaria confianza y esperanza en el futuro”–, se trata de una pieza, iba a decir oratoria si no hubiera sido leída, que no pasará a la historia de los grandes mensajes políticos ni a la de la Literatura. Aunque sea cierto que a quienes aún recordamos aquellos últimos discursos del sanguinario dictador, aquella tragicómica marioneta moviendo en vertical su brazo derecho, mientras nos echaba la bronca a todos, palabras como las del otro día, por tópicas e insustanciales que resulten, nos puedan parecer gloria bendita.

20 de diciembre de 2008

El bueno y el malo

HUBO UNA FAMOSA película japonesa, hace muchos años, de la que luego se hizo un remake en Holywood, en la que siete testigos daban en un juicio versiones radicalmente diferentes de un mismo suceso violento, presenciado por cada uno de ellos desde su particular perspectiva. Todas las versiones se ajustaban a la verdad, pero no había dos de ellas iguales. Incluso parecían corresponder a distintos acontecimientos.

Eso exactamente es lo que a mi juicio pasa con muchas de las noticias de las que informan los periódicos y otros medios en nuestro país. Y me refiero, como digo, a noticias en sentido estricto, no a opiniones, cuya variedad no sólo es posible, sino absolutamente deseable.

En los últimos tiempos, y en relación a la situación política de dos países latinoamericanos, se están dando dos muestras muy ilustrativas del cuidado con el que el lector de prensa --no hablemos del telespectador-- ha de tomarse lo que le cuentan. Las informaciones se refieren a dos países, Venezuela y Colombia, cuyos presidentes están impulsando modificaciones legales que les permitan continuar en el poder una vez finalicen sus actuales mandatos. Y lo curioso es que mientras en el caso de Venezuela las modificaciones propuestas despiertan en la mayor parte de los periódicos españoles airadas protestas y calificativos de dictador deseoso de perpetuarse en el poder para Hugo Chávez, en el caso de Colombia, donde Álvaro Uribe pretende hacer algo parecido a lo del venezolano, todo son parabienes y actitudes comprensivas. En ambos casos las propuestas de cambios legales se han hecho con un respeto escrupuloso a las normas vigentes en cada país y mediante procedimientos plenamente democráticos, que incluyen un referéndum de ratificación final.

Habría que analizar a qué se deben esos distintos comportamientos. Convendría saber, por ejemplo, hasta qué puntos poderosos intereses económicos, de grandes bancos o de compañías petrolíferas, por ejemplo, están influyendo en que la opinión pública española se forje juicios diferentes sobre situaciones completamente similares. ¿Por qué lo que aquí es bueno allí es malo? La edad de la inocencia, por citar otro título cinematográfico, pasó hace tiempo.

18 de diciembre de 2008

Objeciones estrictamente partidistas

A SER CIUDADANO se aprende ejerciendo como tal. Y para enseñar a ser buen ciudadano a un joven, nada mejor que predicar con el ejemplo, mostrarse como tal si se está con él en casa o en un aula, sin esperar a que un reloj marque la hora en que hay que hacerlo. Se puede, se debe, enseñar ciudadanía se esté sentado a la mesa o en la clase de Matemáticas.

O sea, y para no andar con rodeos: que lo de la Educación para la Ciudadanía me pareció desde el principio una invención más de las muchas tan bienintencionadas como inútiles que quienes regulan el sistema educativo sin haber pisado la tarima de un aula en su vida se han sacado de la chistera en los últimos años. Las cosas claras.

Ahora bien, sentado lo anterior, hay que ser muy ingenuo para no darse cuenta de que las objeciones que algunos padres, impulsados por organizaciones ultra católicas o partidos políticos tan respetuosos con los derechos humanos como para apoyar la invasión de Irak, han formulado para que sus hijos no cursen una asignatura tan inocua como esa, obedecen a razones estrictamente políticas y no a que dicha disciplina (de la que existen libros de texto tan dispares que algunos los podrían suscribir los más tridentinos de los obispos españoles), constituya una intromisión inaceptable del Estado en el tipo de educación que los padres desean para sus hijos. Por mucho que un tribunal de justicia otorgue cautelarmente y en primera instancia el beneficio de la duda.

A estas alturas de la temporada, pensar que un joven, en un centro de enseñanza público, puede ser adoctrinado -convertido en marxista leninista, por ejemplo- por profesores cuya sensatez y respeto a los chicos hay que dar por sentados, constituye una ofensa a esos docentes y un olvido de que, si en algún lugar se adoctrina a los escolares, no es precisamente en los colegios e institutos públicos, sino en otros que, por cierto, no tienen reparo en mendigar cuantiosas subvenciones de ese Estado cuyas leyes algunos pretenden ignorar cuando les interesa.

13 de diciembre de 2008

El futuro está por escribir

RECORDARÁ EL LECTOR lo sucedido hace unos meses con la huelga o, más propiamente, el plante de los empresarios del transporte, que protestaban por los precios del combustible: en apenas unos días, las estanterías siempre repletas en los hipermercados, los mostradores siempre rebosantes, quedaron vacíos. Iba uno a la compra y rememoraba imágenes de viejas películas de ciencia ficción, en las que alguna catástrofe natural o una explosión nuclear habían provocado desabastecimiento y desolación. Afortunadamente, la situación se normalizó en poco tiempo y todos consideramos lo sucedido como un mero accidente.

Hace unos días, charlando con un amigo sobre la dichosa crisis, se dolía éste de que el batacazo se ha producido “sin comerlo ni beberlo” por nuestra parte. La gente que tenía ahorros ve impotente cómo éstos han perdido gran parte de su valor, quienes habían adquirido recientemente una vivienda por la que estarán endeudados de por vida asisten incrédulos a la bajada de su precio... Y todo ello como caído del cielo, o del infierno, por accidente, sin que los ciudadanos hayamos tenido arte ni parte en ello. Y qué decir de quienes han visto sus nombres añadidos a las listas de parados, ¿qué les hacía pensar en esa posibilidad hace nada?

De la experiencia de estos meses cabría concluir que nuestro modo de vida no es tan definitivo como pudiera parecer. Y si sistemas económicos que se juzgaban inmejorables muestran ahora su verdadero valor, lo mismo sucederá tarde o temprano con otras leyes que hoy se tienen por intocables y que en cualquier momento serán superadas por las circunstancias. En un país en el hay quien se escandalice por un “¡Viva la República, muerte al Borbón!”, como si la monarquía fuera sagrada, en un lugar en que se defiende la presencia de símbolos religiosos en las instituciones públicas como si viviéramos en los tiempos del caudillo bajo palio, bueno sería sacar conclusiones de lo ocurrido en la economía: el mañana está por escribir.

1 de diciembre de 2008

El orgullo de ser extremeños

HOY TODA LA prensa habla de la concentración celebrada ayer en Mérida, en conmemoración de no sé qué aniversario de la aprobación del Estatuto de Autonomía. Un día, según los cronistas más entusiastas, que "pasará a la historia" –¡otro más!– Nos cuentan que el presidente de la Junta "se baja de su coche oficial, a las nueve y media de la mañana, para recibir a los miles de ciudadanos que asistirán a esta cita, muchos de ellos trasladados en más de 120 autobuses". Autobuses, sí, como en los viejos tiempos... No añade la noticia si hubo dietas y bocadillos.

Pero no seré yo quien objete nada a esa concentración, como no lo hago a las que hacen los aficionados al fútbol o al rock. Lo que mis pobres entendederas no pueden comprender es eso de que los asistentes a la fiesta transmitieran en Mérida su "orgullo de ser extremeños". ¿Orgullo de ser extremeños? Entendería que alguien se sintiera orgulloso de su profesión, si fue elegida por él, de su trabajo bien hecho, de sus amigos, de su familia... pero ¿de ser extremeño, vasco, andaluz o venezolano?

Algunos despotrican mucho de estos y aquellos, les llaman insolidarios, separatistas, atentadores contra la sagrada unidad de la patria, pero, en el fondo, se les nota un poco envidiosos por no haber llegado adonde ellos.

29 de noviembre de 2008

Eufemismos y falta de rigor

LAS ESTADÍSTICAS, ya se sabe, hay que mirarlas con lupa. Y no me refiero a eso tan antiguo de que si usted, amable lector, se come un pollo y yo ninguno, alguien diga que hemos comido medio cada uno, sino a las estadísticas que cada vez en mayor medida nos asaltan desde periódicos, revistas, televisiones... Ejemplos los hay a montones. Así, sucede que tras cada estudio publicado por el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) sobre intención de voto, por poner un caso muy habitual, todos los partidos políticos sacan conclusiones favorables. Unos porque suben, otros porque no bajan, éstos porque su líder es el más valorado, aquéllos porque el suyo no es el peor calificado.

Por otra parte pienso que los periodistas debieran esforzarse en explicar a sus lectores, no siempre economistas ni sociólogos, qué quieren decir cuando utilizan expresiones como esa del crecimiento negativo de la economía, tan en boga últimamente. ¿Crecer negativamente? Algunos siempre hubiéramos hablado de decrecer o disminuir pero debemos ser unos anticuados. ¿Será que la riqueza crece, que en el caso de un país más concretamente el PIB (Producto Interior Bruto, la suma de lo que se produce, sea en bienes materiales o en servicios), aumenta pero en menor medida de cómo lo hizo antes? ¿O quieren decir que la riqueza del país ha disminuido? No vendría mal que a muchos profanos, entre ellos quien suscribe, nos lo explicaran.

Aunque no bastaría con que los entendidos nos explicaran a los demás algunas cosas, sino que sería bueno que los periodistas tuvieran un poquito más de rigor al informar. Últimamente ha podido leerse en la prensa regional, en titulares, que “los extremeños son los españoles que más usan el ADSL para su conexión a Internet”. ¡Qué avanzados estamos!, dirían algunos. Pero en realidad lo que se desprendía de una lectura atenta de la noticia era que, de entre los extremeños usuarios de Internet, aunque fueran media docena, el porcentaje de quienes utilizaban ADSL era mayor que en otras regiones. O sea: que podían ser muy pocos los que conectaran, pero entre esos pocos se utilizara la tecnología citada en mayor proporción que en otros lugares. Que es cosa bien diferente.

22 de noviembre de 2008

Obras son amores

ES SABIDO QUE el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Si no, que se lo pregunten a Bono, el del tupé, no el cantante, tras su chasco con sor Maravillas. O a Fernández Vara, tras ver cómo le han saltado a la yugular la oposición y la opinión pública al poco de anunciar sus últimas decisiones. Y si hablo de la opinión pública, con los matices que se quiera, es por los comentarios que sobre la prometida austeridad de la Administración autonómica se han visto en las webs de la prensa regional. Mucho más abundantes, por cierto, en días laborables que en festivos, aunque cupiera suponer que es en estos últimos cuando la gente tendría más facilidad para escribirlos.

El caso es que, como se sabe, Vara reunió a centenares de personas que ocupan altos cargos y puestos de libre designación en la Junta para anunciar una reducción del gasto público. Eran tan ilustrativas las imágenes del concurrido lugar en que se hizo el anuncio que cualquiera pudo pensar que la primera consecuencia de él sería la reducción a la mitad de tan descomunal plantilla de trabajadores. Pero no, todo quedó en que habría que dormir en hoteles de menos estrellas, no usar los móviles oficiales para llamar a la familia y cosas así.

Lo que estaría lejos de suponer Vara es que sus buenas intenciones, de las que no hay por qué dudar, desataran el aluvión de críticas que desataron, favorecidas por actuaciones que, aparentemente, desmentían los propósitos anunciados. La compra del coche de lujo por una consejera (eso de que fue para ahorrar en combustible resultó risible) o la instalación de un despacho a domicilio a otra son quizás asuntos menores, pero no parecen casar con lo prometido. Como no casan otros gastos de mayor cuantía –ciertas campañas publicitarias, por ejemplo– que, según mi criterio, habría que criticar antes que esos. Pero, en fin, parece que al final imperó el sentido común y el presidente de la Junta admitió como bueno que la oposición “evidencie los errores que el Gobierno haya podido cometer”. Ojalá que eso, pese a alguna palabra de más en la Asamblea, signifique que algo está cambiando y que cierta modestia está hallando acomodo en lugares poco habituados a ella.

15 de noviembre de 2008

Vara y la reducción de gasto

ES ENCOMIABLE el propósito del presidente de la Junta de Extremadura, el señor Fernández Vara, de reducir algunos de los gastos en que hasta ahora incurría su Administración. Alojamiento de los responsables políticos en hoteles de categoría media en lugar de hoteles de lujo, restricciones en el uso de los teléfonos móviles o supresión de los aperitivos a costa del contribuyente en inauguraciones y actos oficiales son algunas de las medidas acordadas. Y eso está muy bien, desde luego. Pero cuando me entero de que dicho anuncio se efectuó en una reunión en Mérida con centenares de altos cargos y puestos directivos de libre designación de la Junta, me viene a la memoria lo del chocolate del loro y me pregunto si no sería mucho más efectiva que todo lo anunciado la reducción, precisamente, de tan alto número de esos cientos de envidiables puestos de trabajo, que me permito suponer tan bien remunerados como de dudosa necesidad.

Políticos por exigencia del guión

LEYENDO LAS DECLARACIONES de un conocido político extremeño, que resumiré al lector enseguida, me han venido a la cabeza aquellos tiempos en que, empezando a vislumbrarse en nuestro país la desaparición de la censura cinematográfica (la que convertía en apasionados hermanos a los amantes de Mogambo pero se tragaba el genial final con trío que Buñuel urdió para Viridiana), algunas actrices, o aspirantes a ello, declaraban que sólo se desnudarían si lo exigiese el guión. No necesito decir que ya se las ingeniaban ellas para que el guión exigiera todo lo que fuera menester.

Hace unos días, en efecto, mientras tomaba café en un local en el que lo único que sobra en ocasiones es el abundante humo, consecuencia de una ley antitabaco pacata e insuficiente que se quedó en un quiero y no puedo, eché un vistazo a la enorme pantalla de televisión. Allí, nuestro ex presidente autonómico contestaba con su habitual gracejo a las preguntas más bien complacientes de una periodista. Naturalmente, se trataba de cuestiones de índole política, entre ellas las referentes a una oficina que, al parecer, se ha montado para su uso exclusivo, supongo que para que pueda utilizarla entre clase y clase de las muchas que impartirá, una vez vuelto, como se anunció a bombo y platillo, a su actividad académica e investigadora como filólogo. Y anteayer, en estas mismas páginas, se recogían otras amplias declaraciones del ex presidente en las que, con motivo de la presentación de un libro por él firmado opinaba –y está en su perfecto derecho, faltaba más– sobre el sistema autonómico, sobre quién podría suceder al actual presidente del Gobierno...

Lo que, sin embargo, me ha hecho recordar a aquellas esforzadas buscadoras de guiones exigentes han sido otras palabras pronunciadas por nuestro hombre en el acto mencionado: “No echo de menos la política”, manifestó sin inmutarse. ¡Cómo va a echarla de menos, me digo a mí mismo, con lo que el pobre se esfuerza para que el guión le obligue a practicarla continuamente!

11 de noviembre de 2008

Carla no es reina

LEO, CON CIERTA SORPRESA, las reacciones que unas declaraciones de Carla Bruni sobre el comentario que Berlusconi le dedicó a Barack Obama –"joven, guapo y bronceado"– han provocado entre prominentes políticos italianos. "Cuando vi a Silvio Berlusconi tomarse a la ligera un hecho que nos llena a todos de esperanza, cuando le vi bromear sobre que Obama 'esté siempre bronceado' me quedé perpleja. Algunos dirán que es humor... Pero yo, en momentos así, me alegro de ser francesa", había manifestado la esposa del presidente francés.

Pues bien, unas declaraciones tan oportunas como esas han soliviantado en extremo tanto al ex presidente de la República italiana, Francesco Cossiga, que ha hecho una referencia de dudoso buen gusto a la "tempestuosa vida" de la cantante, como a la ministra de Juventud, que ha afirmado que ser la esposa de un presidente no la convierte en una estadista y sus reflexiones suscitan "un interés que oscila entre el cero y el cero coma cinco".


Un servidor se permite pensar modestamente si esas mismas consideraciones (lo de que ser la esposa de un jefe de Estado no concede el don de la oportunidad o el acierto al hablar) serían de aplicación en otro caso muy reciente y sucedido apenas unos kilómetros al sur de donde se han producido las manifestaciones de la señora Sarkozy. Por razonables que hayan sido las palabras de ésta y desafortunadas las otras. "No, no son de aplicación", opinarán algunos. "Una cosa es la república", añadirán, "y otra bien distinta la monarquía". En eso, qué quieren que les diga, habría de concedérseles toda la razón del mundo.

9 de noviembre de 2008

Edimburgo

HAY MUCHAS CIUDADES en el mundo a las que quizás nunca llegará uno, pero a las que tampoco descartó llegar: Viena, por ejemplo, o Berlín, Moscú... A otras, en cambio, se llega sin haberlo esperado nunca, por circunstancias imprevistas. Eso me sucedió a mí recientemente, por razones que no vienen al caso, con Edimburgo, una capital que jamás estuvo en la lista de las candidatas a ser visitadas por este viejo profesor que, por otra parte, es de la opinión de que no hay que alejarse mucho de la propia cuna para conocer todo lo que merece la pena en la vida...

El caso es que hace unas semanas me vi aterrizando, tras un breve vuelo desde Madrid en una compañía de bajo coste, en la capital de Escocia, la del famoso festival de teatro, la ciudad nata
l o de acogida de científicos como Néper, el inventor de los logaritmos, Darwin o, más recientemente, los creadores, si así se pueden llamar, de la famosísima oveja Dolly, el primer animal clonado. La ciudad universitaria por excelencia, con tres universidades de primer orden para una población que no llega al medio millón de almas.


Pero no tema el lector, pues no voy a fatigarle con una narración de mi viaje ni una descripción, que podrá obtener fácilmente en una guía turística (una muy buena: http://www.edimburgo.org.es) de los muchos lugares dignos de visitarse en esta bellísima ciudad que, en muchos aspectos, recuerda a la no menos bella Salamanca. Voy a hablar de algunas facetas de las costumbres de la gente, de la forma en que los lugareños se relacionan entre sí y con los visitantes.

En primer lugar he de mencionar la extraordinaria educación de todo el mundo. Los thank you y los excuse me son continuos. Incluso los mendigos, pues los hay, se dirigen al viandante con una cortesía que en ocasiones le hace pensar a éste si no se hallará ante nobles venidos a menos... En segundo lugar sorprende la ausencia total de rejas en las ventanas de las muchas viviendas que, de acuerdo con una singular arquitectura, se hallan en las plantas bajas de los edificios o incluso bajo el nivel del suelo, en callejones. Sin rejas, sin persianas, no es raro que mientras uno pasea tranquilamente vea cómo los vecinos de esta o aquella casa conversan sentados en sus sofás, miran la televisión... Nadie parece extrañarse de ello.

El respeto a la estricta ley sobre el consumo de tabaco en lugares públicos es total, de modo que al cabo de unos días, el visitante, mientras saborea el preceptivo whisky de malta en uno de los numerosísimos pubs y bares existentes, no se extrañará de ver salir hasta la puerta de la calle para fumar, ateridos de frío, a fornidos parroquianos que, por su aspecto externo, podría haber sospechado poco amigos de seguir las normas de urbanidad. En plazas y avenidas, abundantes ceniceros permiten que los fumadores dejen en ellos las colillas de sus cigarrillos sin que hayan de arrojarlos al suelo. Previamente, se cuidan de apagarlas con todo esmero.


Los autobuses públicos, aunque caros, como todo en esa ciudad –y por lo que me dicen, en todo el Reino Unido– funcionan impecablemente, y constituyen el principal medio de transporte. En Princes Street, su calle más comercial, es perfectamente posible ver juntos siete, ocho o nueve de ellos, de dos pisos, haciendo sus respectivos recorridos. En la actualidad muchas calles se encuentran levantadas como consecuencia de las obras para la próxima entrada en funcionamiento de modernos tranvías.

Podrían decirse muchas cosas más, pero sólo añadiré una que me llamó poderosamente la atención, y que no sé si es una costumbre exclusiva de esa ciudad o si se dará también en otras: en los parques –maravilloso, por cierto, el Jardín Botánico– se encuentran centenares de bancos de madera, todos iguales, pero con una pequeña placa que los hace singulares, en la que los donadores de cada uno de ellos –pues de eso se trata: de bancos regalados al municipio por particulares– rinden su pequeño y particular homenaje a sus antepasados desaparecidos, abuelos, padres... Las breves leyendas son en ocasiones conmovedoras e incrementan en quien las ve la inevitable sensación de melancolía a la que los prontísimos atardeceres de la ciudad y las maravillosas puestas de sol contribuyen poderosamente.

8 de noviembre de 2008

La reina y Felipe

RECUERDO el primer mitin dado por Felipe González en la plaza de toros de Cáceres, en las semanas previas a las elecciones de junio de 1977, las primeras tras la muerte del dictador. Entre la numerosa asistencia aún tenían éxito rimas fáciles e ingenuas, como aquella de “España, mañana, será republicana”. En los balconcillos de la plaza lucían, mostradas por un grupo de militantes socialistas que al parecer acompañaban a su líder allá donde fuera, numerosas banderas tricolores.

España, desde luego, no iba a ser republicana, al menos en un futuro cercano, pero en aquellos años nadie en la izquierda se atrevía a defender abiertamente una institución, la Monarquía, que, se quiera o no, era herencia directa del franquismo. ¿No conservan las filmotecas imágenes de cierta sesión en las Cortes franquistas, en julio de 1969? Hay cosas que pueden gustar más o menos y cuya mención puede resultar más o menos adecuada desde el punto de vista de la corrección política, pero la verdad, ya se sabe, es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.

Lo que estábamos lejos de suponer, sin embargo, era que aquel joven abogado sevillano, al que la gente veía como la encarnación de ideales largamente mantenidos, fuera a convertirse al cabo del tiempo en defensor a ultranza de la institución de la que anteriormente abominaba. Y así, hoy, tras unas declaraciones de la reina Sofía que rezuman un conservadurismo más bien casposo –aunque un portavoz del PP haya dicho que reflejan el pensamiento de las mujeres españolas y católicas de su edad–, el otrora político republicano sale en defensa de la esposa del jefe del estado, aduciendo que “lo que dice esta señora en el libro –refiriéndose a la autora de la biografía en la que aparecen las discutibles manifestaciones– no se corresponde con el pensamiento que yo conozco de la reina”. Pues muy bien. Pero lo que uno mismo piensa, acaso por no haber estado nunca en La Zarzuela, es justamente todo lo contrario. Que el lector elija con qué opinión se queda.

1 de noviembre de 2008

Ordenadores escolares y contumacia

RECUERDO haber asistido a los primeros congresos que se celebraron en España, a mediados de los ochenta, sobre el uso de la informática con fines educativos. Con unos ordenadores que harían sonreír hoy al más tierno de nuestros infantes, los más avanzados de los asistentes a aquellas reuniones presentaban meritorios programas en Basic que lo mismo servían para resolver una ecuación de segundo grado que para ordenar alfabéticamente una lista de alumnos. Para poco, verdaderamente, pero entonces parecía mucho.

Más tarde, con los ordenadores presentes ya en muchos hogares y utilizados normalmente en la Administración y en los negocios, las jornadas de ese tipo tuvieron más enjundia. Y un mayor aprovechamiento político. No había congreso en el que los representantes de las diecisiete consejerías de educación no alardearan de lo mucho y bien que se utilizaba la informática en los institutos de sus respectivos territorios. Y cuando llegaba el turno a los extremeños, el anuncio de que cada dos alumnos dispondrían de un ordenador causaba admiración... o perplejidad, según los casos. Al cabo de unos años, comprobada suficientemente la eficacia de aquel desparrame de pupitres y monitores mastodónticos, resultó difícil encontrar a algún representante de nuestra consejería defendiendo lo que, a todas luces, era ya indefendible. Era preferible –parecía desprenderse de la desaparición de aquellos propagandistas del principio– no meneallo.

Bueno, pues ahora nos encontramos con que no van a ser dos ordenadores por alumno, sino uno, portátil y en propiedad, los que van a lograr, de creer en los milagros con tanta fe como nuestros responsables educativos, que Extremadura sea la región española en que la formación escolar alcance, por fin, niveles de excelencia que para sí quisieran los finlandeses... El tesón y la constancia son, ciertamente, virtudes que nuestros jóvenes debieran apreciar en sus mayores; pero la contumacia de algunos de éstos empieza a ser, a mi juicio, francamente preocupante.

24 de octubre de 2008

Homenajes a troche y moche

PARECE FUERA DE DUDA que los españoles acostumbramos a reconocer los méritos de nuestros paisanos más insignes cuando se han ido de este mundo. Leyendo muchas de las necrológicas que publican los diarios se da uno cuenta de que no pocos difuntos hubieran agradecido haber oído en vida lo que, en sus nuevas circunstancias, es altamente improbable que llegue hasta ellos. De modo que no estaría de más que cuando sepamos que alguien, noble o plebeyo, realiza bien su trabajo y contribuye a que los demás lleven una vida más feliz le otorguemos reconocimiento mientras aún ande por aquí. Sin pedirle nada a cambio, salvo, en todo caso, su gratitud.

Pero esa tendencia, ese retraso que suele manifestarse a la hora de reconocer que hay personas singulares que se esfuerzan por los demás, se torna en precipitación y premura cuando se trata de homenajear a algún preboste de la política. No hablo, claro está, de los tiempos de la dictadura, cuando apenas si había calles en pueblos y ciudades para repartir entre ellas los nombres de tanto gerifalte, empezando por el principal de ellos. No hablo de esa época, no. Hablo de nuestros días.

Siente uno vergüenza ajena al comprobar la falta de pudor con que algunos políticos de poca monta, de los de veinte en docena, proponen homenajes sin tino a viejos dinosaurios que, ensimismados en su histrionismo, no tienen reparo en recibir medallas, en que se ponga su nombre a las calles o en aceptar, mientras sueltan chascarrillos, tratamientos protocolarios que para sí quisiera la reina de Inglaterra. Que quienes ofrecen esos homenajes actúen así probaría la asunción por su parte de que es de bien nacidos ser agradecidos, pero que los merecedores de lápidas con su nombre en las plazas y medallitas en el pecho pensaran que esas lisonjas se deben a méritos auténticos probaría que la adulación sigue siendo música celestial hasta para quienes, tiempo atrás, cuando aún no se habían convertido en personajes, hubieran rechazado escandalizados tal posibilidad.

20 de octubre de 2008

Sorteos de jurados

RECIBO, POR CORREO CERTIFICADO, escrito de la Secretaría de la Audiencia Provincial de Cáceres en el que se me comunica que, tras el preceptivo sorteo, he quedado incluido en la lista de candidatos a jurado para el bienio 2009-2010, según lo dispuesto en la correspondiente Ley Orgánica.


Pues muy bien, sé que el desempeño de tal función es un deber ciudadano y lo acepto gustoso (es un decir). Sin embargo, me llama la atención que se me indique que la inclusión en esa lista es consecuencia de un sorteo efectuado hace más de dos años, concretamente el 28 de septiembre de 2006. Que la justicia tiene un ritmo de funcionamiento incomprensible para el común de los mortales es una obviedad que nadie discutirá, pero que los sorteos de jurados se efectúen con más de dos años de antelación es algo que, a mi juicio, supera todo lo factible de ser supuesto utilizando la lógica y el sentido común.

18 de octubre de 2008

Garzón y Fraga

QUE HAY JUECES que, si no salen en el telediario, no duermen, no habrá quien lo dude. A veces se pregunta uno, incluso, cuántas horas tendrá el día para ellos, que lo mismo se suben a bordo de una motora policial para abordar un barco de narcotraficantes, que se desplazan a una erikotaberna para registrar bajo el mostrador, que encausan a este o aquel personaje político, español o extranjero, para hacerle pagar por sus delitos. Pero cuál sea el motivo último de su proceder es algo insustancial a fin de cuentas. Lo importante, pienso yo, es que cuando emprendan un procedimiento lo hagan basándose en razones sólidas y que al final se haga justicia. Parece necesario recordar esa obviedad ante la decisión del juez Garzón de investigar las desapariciones de la Guerra Civil y de la dictadura franquista.

Puede que a algunas personas bienintencionadas les parezca válido el manido argumento de algunos políticos de la derecha cuando, para rechazar cualquier desvelamiento de la verdad durante tantos años ocultada, se acogen a la conveniencia de “no remover el pasado”. Pero, claro, es lógico que muchos de esos escandalizados de que miles de familias quieran saber dónde reposan los restos de sus padres y abuelos prefieran que no se hable del pasado. ¿Cómo no va a calificar el presidente del PP, Manuel Fraga, de “disparate” y “error gravísimo” la decisión del juez Garzón? ¿No estaba él, por ejemplo, en el Consejo de Ministros que aprobó el fusilamiento del dirigente comunista Julián Grimau, en los años sesenta? ¿Cómo le va a gustar que se “remueva el pasado”? ¡Mira que si viéramos a Fraga procesado!
Más sorprendente en cambio resulta la reacción de algunos socialistas, como Ramón Jáuregui, que al manifestar reticencias contra la decisión judicial habrá decepcionado, sin duda, a muchos militantes de su propio partido que, con la mano en el corazón, saben que refugiarse en tecnicismos para que la verdad permanezca oculta no deja de ser una actitud oportunista y merecedora del mayor reproche.

11 de octubre de 2008

Decadencia estudiantil

LEO EN LA PRENSA que el descenso del número de universitarios en Cáceres en los últimos años ha hecho que una conocida residencia estudiantil haya tenido que cerrar sus puertas. Es una información que se añade a otras anteriores en la misma línea que hablaban de la dificultad de determinados centros y facultades para lograr una matriculación que hiciera rentable su funcionamiento. Y ello sucede, curiosamente, en las mismas fechas en que un informe elaborado por el Ministerio de Trabajo acerca de las profesiones de las que se requieren más titulados en toda España, se señala la imperiosa necesidad en muchas provincias de médicos, ópticos, ingenieros informáticos... El lector juzgará, a la vista de ambas situaciones –escasez de alumnos, por una parte, y demanda de titulados en determinadas especialidades, por otra, a lo que habría que añadir el paro existente entre graduados en estudios de reciente existencia–, si la política de creación y distribución de centros universitarios en nuestra región, que algunos juzgamos basada más en criterios de amiguismo y corporativismo que en razones de utilidad social, fue la mejor de las posibles. Aquello de con mi dinero –el de todos– hago lo que quiero ha traído estos frutos.

Se trata, en todo caso, de un asunto que no debe ser tratado a ligera y que habría que contemplar desde un punto de vista más amplio, que analizara la opinión ciudadana sobre el papel de la universidad y sobre los rasgos que debieran caracterizar a su población estudiantil. Porque si se indaga un poco al respecto la conclusión puede ser desalentadora. El periódico en el que se informaba del cierre de la residencia terminaba su nota indicando no que el descenso del número de estudiantes se manifestara en una menor afluencia a bibliotecas o actividades culturales diversas, conferencias o sesiones de teatro; no. “La decadencia estudiantil”, decía el rotativo, “la aprecian otros sectores económicos, entre ellos los dueños de bares y discotecas”. ¡Estamos apañados!

17 de septiembre de 2008

"Genocidar"

SERÍA INTERESANTE, a mi modesto entender, analizar cómo ha ido evolucionando en los últimos años el lenguaje que utilizan los periodistas en la prensa y en los programas de radio y televisión, especialmente en los que hablan de deportes. Muchos de ellos se dirigen al oyente como si fuera un "colega" de toda la vida, se despiden de los corresponsales que informan desde tal o cual sitio con un "¡venga, fulanito, hasta otra!", repiten ad náuseam expresiones que si un día pudieron ser ingeniosas ahora son manifestación de pereza mental ("El Madrid pinchó en Mestalla"), modifican a su antojo el significado de ciertos términos ("El americano –hablando de un jugador de baloncesto– estuvo casi inaudito y apenas contribuyó con unos discretos seis puntos")... Cierto que, al menos, hoy en día resulta difícil leer cosas como: "fue detenido tras matar a su esposa sin causa justificada"... :=)

La imagen adjunta está tomada del teletexto de Televisión Española, organismo público que, digo yo, seleccionará a sus periodistas tras las correspondientes pruebas y oposiciones. Como se ve, "las rusas genocidaron a las nuestras". Por cierto, que eso de "los nuestros" o "los de Luis Aragonés" para referirse a los integrantes de una selección deportiva también se lleva mucho últimamente...

11 de septiembre de 2008

Santísimo trío

LA FOTOGRAFÍA, tomada durante una misa en la basílica de Guapalupe el pasado día 8 de septiembre, fue publicada por El Periódico Extremadura. En ella puede verse, en lugar preeminente, a la reina de Bélgica, Fabiola, quien, por lo visto, llegó tarde a la ceremonia. Aunque llegara, contra lo que algunos hubiéramos podido pensar...

Los tres en Guadalupe

A la derecha de la reina (o ex reina, pues no ando muy ducho en cuestiones de terminología monárquica) aparece el Presidente de la Junta de Extremadura, que hubiéramos supuesto que asistió a la ceremonia religiosa como ciudadano particular y no en pretendida representación de los extremeños si quien aparece en el tercer asiento –lástima que la foto no fuera tomada cuando los tres personajes se encontraran arrodillados en los reclinatorios– no fuera el presidente de la Asamblea de Extremadura.

La foto, verdaderamente, es de las que se comentan por sí solas.

La ceremonia religiosa fue presidida por el cardenal arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, que aprovechó la homilía para lanzar una de sus habituales diatribas contra leyes aprobadas por el único órgano que tiene legitimidad para ello: el parlamento español. Que se sepa, ni el señor Fernández Vara ni el señor Ferreira pusieron objeción alguna al sermón del cura. Doña Fabiola tampoco.

El cardenal Cañizares ha publicado en fecha reciente un artículo en el que, a propósito de la legislación sobre el aborto, ha hablado de que el Estado de Derecho “con sus leyes permisivas contra la vida está autorizando, de facto, la violación de un derecho fundamental y la ejecución de sentencias de muerte injustas”, así como de que quien apoya el aborto “niega el derecho a la vida, está contra la democracia y conduce la sociedad al desastre”.

Lo malo, pensamos algunos, no es que los cañizares de turno ejerzan su libertad de expresión allí donde mejor les plazca. Lo malo es que puedan hacerse fotos como la que ilustra esta nota con las que se evidencia que aún abundan entre las máximas autoridades civiles quienes acuden tanto a las pilas del agua bendita, incluso pretendiendo representar a quienes no les han autorizado a ello, que a veces tienen que hacer en ellas algo distinto de lavarse las manos.

21 de julio de 2008

¡Aleluya! Cohen, en Lisboa, entre claveles

ME PERMITIRÁ EL LECTOR que utilice este medio para encauzar en la medida de lo posible la profundísima emoción que aún me embarga tras haber asistido, en la noche del pasado sábado, 19 de julio, al más conmovedor espectáculo que me haya sido dado presenciar en la vida: el concierto, recital, llamadlo como queráis, de Leonard Cohen en Lisboa. Hubo factores imprevistos que, por si el espectáculo en sí no contenía suficiente capacidad de emocionar, se añadieron al evento: Luna llena brillando sobre el Tajo, junto al cual se desarrolló el acontecimiento de cerca de tres horas, claveles rojos arrojados una y otra vez por el público sobre el escenario –pues en el único país en que una Revolución se hizo con flores, al fin, estábamos–, un Cohen magnético, elegante, cordial, con la sonrisa permanentemente en los labios, arrodillándose como un chaval de 15 años cuando en alguna de sus letras hacía súplicas amorosas, agitando los puños cuando clamaba contra injusticias de uno u otro tipo, descubriéndose –quitándose el sombrero– ante cualquiera de sus extraordinarios músicos cuando, tras algún "solo", quería reconocerles sus méritos. ¡Maravilloso, absolutamente inolvidable!

Imposible elegir una entre las decenas de canciones que interpretó. En muchas, el público, de todas las edades, internacional, con mayoría de españoles (entre ellos un buen amigo), coreaba los estribillos en una especie de ceremonia que no seré yo quien califique de religiosa, pero sí de profundamente humana y solidaria. La gente abrazándose (como dos espectadores próximos a mí, jovencísimos tanto ella como él, hicieron conmigo), llorando, entendiéndose aunque hablasen distintos idiomas...

Fui muy legal respetando las prohibiciones (luego convertidas en papel mojado) de acceder al recinto con cámaras de vídeo, por lo que sólo pude grabar unos fragmentos de no muy buena calidad con la cámara de fotos. He aquí un pequeño trozo de su celebérrimo "¡Aleluya!":

12 de julio de 2008

La fugacidad de las noticias

PARECE QUE LOS FAMOSOS TOLDOS que el año pasado se instalaron tarde y mal y hubo que retirar precipitadamente, en el centro de Cáceres, y que iban a acompañarse de ingeniosos chismes para refrescar el ambiente, este año ni siquiera van a colocarse. Todo el estruendo que el verano pasado se hizo acerca de las innumerables ventajas del invento y los muchos miles de euros que se invirtieron en él –supongo que de procedencia privada–, han pasado a mejor vida.

Lo anterior constituye un ejemplo, a nivel local, de lo rápidamente que se producen noticias hoy en día y la rapidez aún mayor con la que pasan al olvido. Pongamos el caso de los deportes: hace unas semanas, no había forma de salir a la calle sin oír hablar de Luis, de Casillas y de la selección. Me crucé en un parque con un niño de apenas cuatro años y el pobrecito iba clamando con su vocecita infantil: "¡España, España!”. Otros, más talluditos, aunque se confesaban poco aficionados al fútbol, mostraban su alegría porque el triunfo en la Eurocopa hubiera propiciado un ensalzamiento de la bandera nacional. ¡Toma ya! Bueno, pues aquello duró lo que tardó un tenista en vencer en un torneo en Londres. Lo próximo, en ese terreno, serán las olimpiadas. Y en septiembre nadie las recordará.

¿Se acuerda alguien del escándalo que se montó por el incidente en la Cumbre Iberoamericana entre el Rey de España y el presidente venezolano? Alguna prensa española, de claros intereses económicos en la zona, utilizó aquel suceso para desprestigiar al dirigente del país sudamericano. Hoy, sin embargo, se le da escasísimo realce al hecho de que Hugo Chávez vaya a reunirse Uribe, el líder colombiano cuya ilegal intención de optar a una tercera presidencia de su país no recibe ni la menor crítica por parte de quienes vilipendiaron al venezolano por convocar un referéndum en el que pedía autorización para lo mismo.

¿Y de los obispos y de sus manifestaciones preelectorales? ¿Qué fue de Rouco y compañía? ¿Ya no corre peligro la “familia cristiana”?

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9 de julio de 2008

Una nueva Selectividad

PARECE QUE existen proyectos avanzados acerca de la nueva Selectividad, o pruebas de acceso a la universidad. La actual, con unos índices de aprobados superiores al 90%, más que elegir a los estudiantes más aptos para seguir determinados estudios, lo que hace es una mera clasificación de ellos mediante unas calificaciones globales que pueden permitir a quienes no superan el cuatro en inglés, pongamos por caso, acceder a estudios de filología inglesa, pero no siempre bastan a quienes alcanzaban un nueve, digamos, en Biología para acceder a Medicina. Además se da la paradoja de que, debido a la diferencia de demanda entre unos y otros estudios, alumnos con calificaciones muy bajas pueden ingresar en carreras de las que todo el mundo considera difíciles y, en cambio, alumnos con altas notas en todas las materias no alcanzan el mínimo necesario para cursar estudios más asequibles. El lector podrá poner nombre fácilmente a unas y otros.

La nueva selectividad tendrá una parte voluntaria para mejorar la nota, constará de pruebas orales de idioma extranjero (es absurdo que hasta ahora las pruebas fueran exclusivamente escritas) y, sobre todo, permitirá que las universidades aumenten la ponderación de la nota de ciertas asignaturas significativas para algunas de sus carreras. O sea: a quien aspire a estudiar una ingeniería, pongamos por caso, le contarán más las calificaciones en matemáticas y dibujo técnico que al que pretenda cursar Medicina, cosa que hasta ahora, y por absurdo que parezca no ocurría.

La necesidad de modificar el sistema actualmente vigente era manifiesta desde hace tiempo, pero la inercia que siempre arrastra el sistema educativo y una errónea concepción de la igualdad de oportunidades han impedido que ese cambio se produjera. Confiemos en que en esta ocasión ello sea posible y que los ministerios competentes no se dejen presionar por planteamientos populistas que, en el fondo, son escasamente democráticos al no valorar adecuadamente los méritos de cada cual.

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5 de julio de 2008

La crisis y los economistas

SIEMPRE HE TENIDO a la de economista por una de las profesiones más contradictorias. Supongo que en las facultades de económicas,que no sé si se seguirán llamando así con esta moda de cambiar a todo de nombre se enseñará a los estudiantes a poner en práctica los principios de una ciencia que el diccionario define como la “que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales”. De modo que, en efecto, los jóvenes se esforzarán por aprender métodos estadísticos aplicables a la gestión económica, estudiarán los fenómenos demográficos para anticiparse a las necesidades de la población, analizarán la historia desde el punto de vista más adecuado para aprender de los errores pasados...Todo para procurar que sean razones de carácter científico las que fundamenten la actividad económica.

Pero, claro, todos sabemos que aplicar este tipo de criterios al análisis de unos fenómenos en los que interviene de forma decisiva el egoísmo humano, el afán de enriquecimiento, el propósito de obtener el mayor beneficio en el menor tiempo,resulta tarea tan bienintencionada como condenada al fracaso. ¿Acaso ha sido el deseo de satisfacer necesidades humanas el que ha promovido el destrozo cometido en nuestras costas, por ejemplo? Parece dificultosa la tarea de hacer compatibles la obtención del bien colectivo y el beneficio privado a cualquier precio.

En estos días, al común de los mortales le resulta difícilmente comprensible que sin haber cambiado las condiciones materiales en que la humanidad se desenvuelve, disponiéndose de la misma riqueza, de los mismos medios de producción, iguales canales de distribución, etcétera, de hace dos, tres años, se desate una crisis como la que atraviesan las economías occidentales y que está ya afectando a todo hijo de vecino. Quien pagaba 500 euros de hipoteca y ahora paga 900 no necesita tecnicismos para saber qué es la crisis. ¿Pero todo es atribuible a la especulación? ¿Dón-de han estado los economistas gobernantes?

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2 de julio de 2008

Los verdaderos ganadores

ALGUNA LECTORA AMIGA, que no escatima las críticas a columnas como ésta, me recriminaba el otro día cierta tendencia a echar la vista atrás. Y hube de concederle la razón, aunque aduje atenuantes: a medida que pasan los años tiende a incrementarse la nostalgia por lo que fue... o por lo que no fue y pudo haber sido. Hoy mi amiga tendrá más argumentos, pues todo el circo mediático, por utilizar una de esas tontas expresiones al uso, montado en torno al fútbol me ha traído a la memoria no ya el célebre gol de Marcelino a la Unión Soviética en 1964, en un estadio en el que en lugar de reyes altos había un dictador bajito, que también conocía la importancia de la imagen, sino el día en que decidí dejar de acudir a los partidos. Fue más o menos por la misma época, en mis tiempos de estudiante en la Universidad de Zaragoza.

El equipo de fútbol de aquella ciudad había alcanzado un gran nivel –la delantera la formaban los cinco magníficos, expresión tomada del título de la famosa película de Yul Brynner– y los espectáculos que ofrecían en el estadio de la Romareda eran preciosos. Sobre todo para un chaval procedente de Extremadura, donde el nivel máximo de enfrentamiento se daba entre el Cacereño y el Badajoz en partidos que en algunas ocasiones habían de suspenderse tras las expulsiones de seis o siete jugadores.

En una ocasión se enfrentaba el Zaragoza con un equipo inglés y tras una gran jugada los británicos marcaron un gol bellísimo que aún veo en mi memoria. De forma instintiva, sin meditar bien en lo que hacía, me puse aplaudir. No debí hacerlo. Fue dar la primera palmada y decenas, cientos de pares de ojos inyectados en sangre, de los pasionales hinchas maños se clavaron en mí, mientras sonaban palabras ininteligibles, pero claramente amenazantes. “Una y no más”, me dije, mientras metía mis manos en los bolsillos. Y hasta la fecha, cuando pienso que los Reyes, los Príncipes, Zapatero, no han debido vivir experiencia semejante. ¡Ellos sí que han ganado el campeonato!

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28 de junio de 2008

No salgan a la calle con abrigo

EN UNA TARDE TÓRRIDA que, verdaderamente, parece de los veranos de antes, leo en la edición en Internet de este periódico [El Periódico Extremadura] que el Ministerio de Sanidad, para prevenir los efectos de las altas temperaturas sobre la salud, avisará por correo electrónico y mensajes al móvil a quienes lo soliciten sobre la previsión climatológica y sobre el riesgo que para la salud de las personas supondrá el calor que pueda hacer en las próximas semanas. Y he de decir que me parece muy bien que se usen cada vez más las tecnologías que todavía algunos llaman nuevas, pero, francamente, no veo yo qué necesidad tendremos cada hijo de vecino de mensajitos para saber lo que nos espera en estos meses sofocantes si nada más despertarnos por la mañana el agobio es inmediato.

El anuncio forma parte de una campaña, bienintencionada sin duda, del ministro Bernat Soria, cuya denominación oficial, agárrense, es nada más y nada menos que “Plan Nacional de Actuaciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud 2008 del Gobierno de España”. ¡Madre mía! Sólo escribir eso me ha hecho sudar. El ministerio, lleno de indudable buena voluntad, está divulgando unos consejos muy sensatos: “usar ropa clara, ligera y que deje transpirar; hacer comidas ligeras; permanecer el mayor tiempo en lugares frescos, a la sombra o climatizados; y, en casa, bajar las persianas cuando el sol incida directamente”.

Esto es lo bueno de tener ministros tan eficaces. Antes, hace décadas, la gente, sin que nadie se lo dijera, paliaba como podía los efectos del calor con aquellas barras de hielo que repartían por las casas, con chapuzones en piscinas y ríos o con horchatas y gaseosas. Pero, por lo que se ve, últimamente había quienes se dedicaban a correr el maratón a las cuatro de la tarde, quienes salían a la calle con abrigo y bufanda o quienes comían cocido en pleno agosto. Está bien, pues, que nuestros ministros se preocupen por ellos y les den consejos tan sensatos. No todo va a ser dar patadas al diccionario.

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25 de junio de 2008

No apuesten más, por favor

HUBO UNA ÉPOCA en que al pan se llamaba pan, al vino, vino, y quienes se dedicaban a la política se expresaban como personas normales. Hablaban de viviendas y no de soluciones habitacionales, de pobres y no de desfavorecidos, de muertos y no de daños colaterales... Como recordaba un periódico hace unos días, hoy se utilizan muchos eufemismos intentando enmascarar una realidad incómoda, que puede despertar inquietud entre la gente, a la que conviene ocultar el auténtico carácter de muchas cosas.

Sin embargo, hay otras modas lingüísticas, y perdonarán los expertos mi atrevimiento, que no obedecen, creo yo, a fines más o menos inconfesables o a propósitos manipuladores. Obedecen a razones mucho más prosaicas; como, probablemente, la poca afición a la lectura de quienes las practican o la exagerada tendencia de algunos a pensar que cuanto más rebuscadas resulten las palabras y más cursis las frases, más cultos parecerán quienes las pronuncian. Y que conste que esa moda no es exclusiva de políticos. ¿Cuántas veces hemos oído decir en la televisión, pongamos por caso, que la lluvia hizo acto de presencia en tal o cual lugar, en vez de decir, sencillamente, que llovió? ¿Hablarán los locutores así en su casa?

Últimamente se da un caso muy singular de ocupación por parte de una palabra de terrenos que no le eran propios. Es apostar. Hoy los políticos no eligen entre varias posibilidades, ni optan entre diversas soluciones, no. Apuestan. Se pasan todo el día apostando. De modo que no es de extrañar que hasta la concejala cacereña de dinamización –¡vaya con la palabrita!– manifestara la semana pasada, tras un evento musical que resultó un rotundo fracaso por la escasa asistencia de público y el coste que a las menguadas arcas municipales le supuso, que “Juanes fue una apuesta fuerte para la ciudad”. No sé qué opinará el lector, pero un servidor preferiría que los concejales no apostarán más. O, si lo hicieran, que fuera en el casino y con su dinero, no con el de los contribuyentes.

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21 de junio de 2008

Leonard Cohen en Lisboa


EN ESTOS TIEMPOS en que cualquier mequetrefe, debidamente aupado a la fama por una televisión convertida en emporio del mal gusto, puede alcanzar audiencias millonarias de las que se hacen fiel eco periódicos y revistas, es clamoroso el silencio que la prensa española está manteniendo sobre la gira mundial que el carismático poeta y cantante Leonard Cohen inició el mes pasado en su país natal, Canadá, y que actualmente ha llegado a Europa. Con 74 años a cuestas, un grupo de músicos de excepcional calidad y una voz grave y seductora que parece la de un hombre apenas en la cincuentena, Cohen ha vuelto a entusiasmar a públicos multitudinarios a éste y al otro lado del océano con su sobria elegancia, su poética ironía, su visión desesperanzada de la existencia, su irrenunciable búsqueda de la belleza. Uno de los poetas que le inspiraron en su juventud fue, por cierto, Lorca, en homenaje al cual una de sus hijas lleva ese mismo nombre.

Periódicos de tanto prestigio como The Independent han escrito que “el nivel de emoción cultural en los tres conciertos”, refiriéndose a las actuaciones que tuvieron lugar en Dublín los pasados días 13 al 15, “casi alcanzó niveles de histeria”. Si tenemos en cuenta que las audiencias se han contado en decenas de miles de personas y que la mayoría de éstas se hallaban lejos de la adolescencia, tendremos una imagen bastante precisa de lo que asistir a un recital del autor de Suzanne puede suponer para cualquier espectador mínimamente sensible.

Leonard Cohen actuará en España en una única sesión, en el festival de Benicàssim, cuyo ambiente acaso no sea el más propicio para disfrutar de su música y poesía, pero a los extremeños que deseen vivir una experiencia que puedo asegurar resulta inolvidable les será más sencillo acudir a Lisboa, donde en la noche del sábado 19 de julio, en el Paseo marítimo de Algês, el viejo trovador ofrecerá la que, sin duda, será una actuación irrepetible que permanecerá durante años en la memoria de quienes la presencien.

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18 de junio de 2008

Educación y sanidad mejorables

SIEMPRE HE SIDO un defensor a ultranza del carácter público de dos servicios básicos para la sociedad: la educación y la sanidad. Difícilmente podrá discutirse que la mejor forma de garantizar el acceso de toda la población a una atención sanitaria de calidad, exenta de discriminaciones, y a una enseñanza que no se rija por los principios del beneficio económico o del adoctrinamiento ideológico, es potenciando el carácter social de ambas y destinando a ellas presupuestos adecuados. Lo cual no niego que se esté intentando en los últimos tiempos; no hay más que ver la proliferación de institutos, a veces incluso excesiva, o la construcción de hospitales y centros de salud para concluir que el progreso ha sido notable.

Sin embargo, tanto en educación como en sanidad se siguen presentando deficiencias de funcionamiento que convendría corregir cuanto antes, pues puede cundir entre la población cierta sensación de que lo público no funciona que, a la larga, sólo redunde en beneficio de intereses privados y en perjuicio de la propia comunidad. Esas deficiencias, conviene aclararlo, no son corregibles únicamente a base de invertir más dinero. La eficiencia de un servicio público depende mucho más de la buena organización del mismo, en el que todos los sectores cumplan sus cometidos, que de los euros que se dediquen a fines a menudo incomprensibles (como en el caso de los ordenadores a porrillo que van a entregarse a los alumnos de Secundaria).

En sanidad, por ejemplo, la injustificable espera a la que se somete a muchos pacientes (uno mismo recibió ayer una citación para el especialista para dentro de ¡cuatro meses!), la enorme demora con la que se remiten a los médicos pruebas diagnósticas que éstos han solicitado (alegando, en los tiempos de Internet, que "los administrativos aún no han cumplimentado los papeles”) no parecen susceptibles de mejora únicamente a base de dinero, sino de una mejor organización y de la exigencia de responsabilidad en el trabajo a todos los niveles.

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14 de junio de 2008

¿Derecho al insulto?

SI AL MISMÍSIMO SOLBES, al que no creo que se le pueda calificar de inculto, le ha costado trabajo utilizar la palabra más adecuada para referirse a lo que le sucede a la situación económica, y a la mismísima ministra de Igualdad, de la que no me consta el currículo, la ha retratado su carencia de conocimientos gramaticales al caer en ese ridículo “miembros y miembras” tan celebrado, no es de extrañar que a quien suscribe, que por no ser no es ni siquiera concejal (o concejala), le fallaran el otro día las neuronas o los tres dedos con los que teclea en el ordenador y hablara, en un lapsus antológico, bien aprovechado por algún internauta con ganas de incordiar, de código odontológico donde hasta un titulado en ESO sabría que debiera haber dicho deontológico. En todo caso, y en su descargo, podría alegar que también los odontólogos deben ajustarse a unas normas de deontología, ¿no? En fin...

Hablando en serio, es sorprendente el tipo de reacciones que columnas como esta a la que el lector tiene la amabilidad de prestar unos minutos de atención provocan en quienes las leen en Internet y se animan a escribir en ese mismo medio comentarios que son muy respetables, aunque no se compartan, cuando van acompañados de la identificación de los autores, pero que se convierten en algo despreciable cuando no se respaldan con el nombre y apellidos de quienes los escriben. Desde este punto de vista, la formidable y democrática vía que para emitir opiniones constituye la Red degenera en muchos casos en un recurso fácil para la agresión verbal, el insulto y la ofensa. La rotunda afirmación atribuida a algún parlamentario británico: “no estoy de acuerdo con lo que usted dice pero daría mi brazo para que nadie pueda privarle del derecho a decirlo”, sólo tiene sentido cuando el que la pronuncia se dirige a un interlocutor identificado. Dar un brazo por el derecho de alguien anónimo a insultar y ofender no sería signo de generosidad y amplitud de miras, sino más bien de soberana gilipollez.

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11 de junio de 2008

Alarmismos irresponsables

NADIE PONE EN DUDA la influencia de los medios de comunicación en sociedades como la nuestra, en las que el cuarto poder acaso sea más decisivo que los tradicionales poderes legislativo, ejecutivo y judicial, pues no se limita a hacerse eco de la opinión pública, elemento fundamental en las democracias, sino que la crea. Un ejemplo: hace unas semanas, un periódico madrileño, tras meses de liderar una feroz campaña de desprestigio contra el presidente venezolano –a la que dicen las malas lenguas que no han sido ajenos ciertos intereses económicos– informaba con aparente objetividad de que Hugo Chávez era el líder extranjero peor valorado por los españoles. ¡Claro! Pero esos españoles, como hemos señalado en otras ocasiones, también debieran ser puestos al día de las hazañas de individuos como el dictador de Zimbabue, Robert Mugabe, que usa los asesinatos como estrategia electoral, o el general Than Shwe, jefe de la Junta Militar birmana que entre fechorías y violaciones de los derechos humanos continúa dificultando la llegada de ayuda a las víctimas del ciclón que asoló ese país recientemente. ¿Son mejor valorados que Chávez?

En estos mismos días estamos teniendo una muestra muy cercana de cómo los medios pueden llegar incluso a crear un problema donde no lo hay o a agravar seriamente alguno que en principio no era de tanta trascendencia: durante el pasado fin de semana las televisiones no se cansaron de anunciar una y otra vez que con el anunciado paro de los transportistas (no huelga, que es cosa bien distinta), se corría serio riesgo de desabastecimiento de combustible en las gasolineras, de alimentos en los mercados... Consecuencia: enormes colas en unas y otros, consumos muy por encima de los habituales y, finalmente, el anunciado desabastecimiento.

Ignoro si los periodistas, al igual que los médicos con el juramento hipocrático, deben suscribir algún código deontológico antes de ejercer su profesión, pero si así no fuera estaría bien, creo yo, que alguien lo estableciera.

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7 de junio de 2008

Más ordenadores en las aulas

FUE HACE UNOS CINCO AÑOS cuando las aulas de los institutos extremeños se vieron sacudidas como si un terremoto hubiera tenido lugar en ellas como consecuencia de la que –se dijo– iba a constituir la mayor revolución experimentada por la educación pública en nuestra tierra: la instalación de un ordenador por cada dos alumnos. Se tiraron los pupitres anteriores, útiles y cómodos, que permitían colocar a los chicos según las circunstancias de cada día, se instalaron unos mamotretos anclados al suelo, en los que se empotraron unas pantallas ya entonces anticuadas por su tamaño e inmovilidad... Los dichosos ordenadores, todo el mundo lo sabe, han permanecido apagados durante la mayor parte de este tiempo y si ocasionalmente se han encendido ha sido para que los alumnos no alboroten en caso de ausencia de algún profesor, para ver las fotos de la última excursión o para hacer tiempo hasta la hora de salida. Las razones de este fracaso anunciado han sido muchas, pero desde mi punto de vista hay una fundamental: el profesor es insustituible por una máquina y todo aprendizaje exige un esfuerzo del alumno que va más allá de contemplar imágenes en una pantalla. Lo dice alguien que tuvo su primer ordenador en 1981.

Bueno, pues ahora, cuando el fiasco de aquel derroche ha sido tan evidente que en ningún lugar nuestros responsables educativos habían vuelto a mencionar lo que hace años pregonaban a los cuatro vientos (“somos la región más avanzada”, “los demás tendrían que aprender de nosotros”, etcétera), la Consejería de Educación ha decidido rizar el rizo dotando de un ordenador portátil a cada alumno de Secundaria.

No hay porqué dudar de la buena intención de nadie, pero cuando a la vista de un error un político no rectifica, sino que insiste una y otra vez en él, agrandándolo, la contumacia empieza a tener visos de grave incompetencia. Y eso debiera tener consecuencias si lo que primara en ciertos ámbitos fuera la eficacia y no la inmovilidad con la que se logra posar para la foto.

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4 de junio de 2008

Ojo con los rateros

CUANDO, CASI DE NIÑO, pasaba uno por las que entonces le parecían grandes estaciones de ferrocarril, como la de Atocha en Madrid, o la de Delicias, a la que llegaban los trenes procedentes de Extremadura, le llamaban la atención los carteles que abundaban en sus paredes: "Ojo con los rateros", "Prohibido escupir"... Eran advertencias que hace poco hubieran parecido anacrónicas, propias más de la época de privaciones e ignorancia de las que nuestro país no acababa de desprenderse en aquellos años del pasado siglo que de los felices tiempos que empezamos a conocer en lo ochenta y los noventa. ¡Cómo imaginar, sin embargo, que tales avisos pudieran volverse a hacer necesarios hoy en día, cuando se les llena la boca a los políticos hablando de la sociedad digital, de trenes de alta velocidad, fibra óptica y zarandajas!

No lo digo por decir, sino basándome en lo que mis ojos me muestran, en lo que se oye en la calle y lee en los periódicos. Como, por ejemplo, que durante las ferias de Cáceres los robos de carteras y monederos han alcanzado cifras espectaculares. En la noche del pasado viernes, para concretar, quienes acudían a comisaría para denunciar que habían sido objeto de uno de esos hurtos tenían que hacer cola. Y, por lo visto, los autores de los desmanes no debían ser raterillos más o menos independientes, sino que parecían formar parte de grupos perfectamente organizados. No es de extrañar que locales de moda empiecen a advertir, como antaño, de la necesidad de cuidarse de los amigos de lo ajeno.

Pero no es cuestión de culpar a extraños y menesterosos sin distinciones de ese retorno al pasado. Es que camina uno por la calle y, a pocos metros de él, un joven que, sin duda, tiene estudios, puede que incluso universitarios, o un señor bien trajeado, escupen tranquilamente sobre la acera, dejando su huella apenas a unos centímetros de quienes les siguen. ¿Habrá que volver a poner los avisos de las viejas estaciones, aunque, eso sí, en enormes pantallas de plasma?

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24 de mayo de 2008

Lo global: paella y toros

EL FORMIDABLE DRAE, tantas veces mencionado aquí mismo, recoge ya, contra lo que uno pensaba, el término globalización, al que define como “tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales”. Pero, aunque pudiera alegarse que, en el fondo, todo lo rige la economía, la globalización abarca otros campos de la actividad humana. Globalización sería también la cada vez más débil frontera entre los hábitos alimenticios, recreativos, culturales, en este o aquel otro país, en este o aquel otro hemisferio. La boina hace tiempo que desapareció entre nuestros lugareños y hoy muchos de ellos lucen esas gorras de béisbol yanquis con las que, en su país de origen, ilustres personajes incluso asisten a solemnes acontecimientos. Me parece recordar, por cierto, que hasta la mostró el presidente más nefasto que se haya conocido en los EE UU en los últimos tiempos –y mira que hay donde elegir– cuando anunció años ha el fin de una guerra, la de Irak, que supondría entre otras cosas la estabilización del precio del petróleo. Precio que, desde entonces, se ha septuplicado. Si alguien pensara todavía que el devenir de la humanidad se rige por la lógica y la racionalidad bastaría con mostrarle al tal Bush para desmontar en un segundo su teoría.

Todo esto viene a cuento de una foto con la que me acabo de topar en Internet en la que se ve una valla publicitaria en un país que, por la grafía de las letras, es del este de Europa. En ella, una conocida multinacional de la comida basura, cuyos establecimientos pueden encontrarse en medio mundo, anuncia un nuevo y revolucionario producto: ¡La paella! Y quien la ofrece es un joven de innegable belleza ¡vestido de torero!

Así que nuestro producto más conocido internacionalmente –la paella– y la profesión más singular en este ruedo ibérico, que por algo se llama así –la torería–, ahora son objeto de consumo en tierras no cristianas. El capital, en efecto, no conoce de patrias.

21 de mayo de 2008

Ruleta que debiera evitarse

"LA VIDA ES LA RULETA en que apostamos todos”, rezaba la vieja ranchera mexicana. Y en la que –cabría añadir– siempre termina ganando la banca. Pero lo más tremendo es que según las casillas en que se detengan determinadas bolas, el afectado no será únicamente el forzoso jugador, sino miles, millones de personas.

En nuestro país existen órganos judiciales –perdonen los expertos mi imprecisión terminológica–, altos tribunales, cuya composición ha obedecido desde hace años a criterios estrictamente partidistas. Obsérvese que no hablo de criterios políticos, lo que sería razonable hasta cierto punto, sino partidistas; y si existe un caso en el que esa afirmación es irrefutable es en el del Tribunal Constitucional. La correlación de fuerzas en él ha estado tan bien fijada en los últimos tiempos que todo el mundo daba por descontado el resultado de las votaciones sobre leyes tan importantes como las del matrimonio entre homosexuales o el Estatuto de Cataluña, que habían sido recurridas por el Partido Popular. Lo de menos eran los argumentos de los recurrentes. Por otra parte, las recusaciones de magistrados planteadas en su día por PP y PSOE no han redundado en un mayor prestigio de tan importante órgano, a quien corresponde nada más y nada menos que el papel de interpretar la Constitución.

Pues bien, hace unos días la bola de la ruleta se detuvo caprichosamente, como suele hacerlo, en una casilla inesperada. Y falleció de manera repentina un conocido miembro del Tribunal Constitucional, del sector conservador. Y ese sencillo hecho, fortuito y azaroso, que nos puede ocurrir a cualquiera, va a condicionar la vida de millones de españoles durante décadas. Los periódicos que ya daban posibles resultados de futuras votaciones del tribunal, como si de vaticinar los goles en un próximo partido de fútbol se tratara, cambian ahora sus predicciones. Mientras, la bola sigue moviéndose. ¿No debiera proveerse la sociedad de instrumentos que la protegieran del caprichoso rodar de la ruleta?

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17 de mayo de 2008

“Dura lex”, pero ¿tanto?

SIN DUDA ALGUNA, las leyes están hechas paras ser cumplidas y, en el caso de los jueces, para ser aplicadas. El proverbio latino dura lex, sed lex, “la ley es dura, pero es la ley”, se refiere a la necesidad social de la existencia de normas legales, por estrictas que sean, salvo que se prefiera vivir en una especie de selva en la que nadie sepa a qué atenerse. Aunque, claro, las leyes no son teoremas matemáticos igualmente interpretados por todos, y gracias a ello viven los abogados. Porque con frecuencia hay puntos de vista diferentes sobre un mismo asunto y porque lo que para un tribunal es blanco, para otro es negro, etcétera. Por no hablar de casos que hayan de ser resueltos por tribunales cuya composición obedezca a criterios políticos, porque entonces casi puede predecirse con antelación a sus resoluciones en qué sentido se inclinarán éstas y con cuántos votos a favor y cuántos en contra.

Lo anterior viene a propósito de una sentencia dictada recientemente por el Juzgado de lo Penal de Cáceres, en la que se ha condenado a una mujer china que vendía discos falsificados en algunos bares a seis meses de prisión y multa de 1.080 euros. La condena ha sido sustituida por la medida de expulsión de España durante 10 años. Como lo leen: seis meses de prisión y multa de un importe que debe equivaler al salario de varios años en su país de un trabajador no cualificado de la misma nacionalidad que la condenada. Dios y los tribunales de justicia me libren de poner en duda la recta aplicación que de la ley haya hecho el señor magistrado, pero, francamente, si la norma legal permite tal condena, habría que cambiarla. No defiendo la piratería, pero ¿no sería mejor perseguir a los jefes de las mafias en vez de castigar de tal forma a unos desdichados vendedores?

Por cierto: La opulenta Sociedad General de Autores había calculado que con la venta de esos discos la pérdida que hubieran sufrido sus arcas hubiera sido de 567 euros. De modo que dura lex, sí, pero ¿tanto necesariamente?


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14 de mayo de 2008

Medallas son amores...

A TÍTULO PERSONAL no tengo nada en contra de quienes van a recibir próximamente, tras el reciente acuerdo del Consejo de Gobierno de la Junta, dos medallas de Extremadura que, por lo visto, han sido adjudicadas en fechas distintas de las habituales debido a la conmemoración de los 25 años de paz, digo, de la existencia de nuestra comunidad autónoma. (Lo de los 25 años de paz, lo aclaro, es un guiño para los más veteranos de los lectores).

Una de esas medallas se otorga a la esposa del Jefe del Estado porque, en palabras del señor Fernández Vara, se trata de “una amiga de Extremadura en la que siempre hemos encontrado apoyo y compañía”. Si quieren que les sea sincero no sé cómo se habrá manifestado exactamente esa amistad, ni conozco de primera mano en qué habrá consistido la mentada compañía, pero, dicho con ironía, doctores tiene la Iglesia. Es una lástima, sin embargo, que la premiada con tan alto honor no pueda desplazarse hasta nuestra tierra, pese a tanta autovía como existe hoy en día, por “problemas de agenda”, de modo que hayan de ser el presidente autonómico y todos los consejeros quienes viajen, supongo que en autobús, hasta el palacio de La Zarzuela para hacer entrega del galardón a la ilustre dama en una fecha en que su repleta agenda tenga algún hueco.

La segunda medalla, como se sabe, ha sido otorgada al anterior presidente de la Junta, hombre de tan pregonada honradez personal como, según dicen, poco apegado a los honores mundanos; aunque, claro, a nadie le amargue un dulce. La cosa hubiera quedado sin embargo más... presentable si quienes han acordado concederle tal honor no debieran en buena medida sus puestos, con sus correspondientes satisfacciones, no solo espirituales, a ese a quien ahora premian; pero ya se sabe que es de bien nacidos ser agradecidos.

En román paladino: que ni la corona ha sido nunca tan adulada como en nuestros días ni la gratitud por los favores recibidos tan manifiesta como la que hoy muestran sin recato los nuevos cortesanos.


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10 de mayo de 2008

Normativa fiscal cambiante

MIENTRAS QUE HAY ASUNTOS de carácter político general de los que cualquier hijo de vecino, como quien suscribe, puede opinar con total libertad, pues para ello no se requieren especiales conocimientos técnicos, existen en cambio otras cuestiones de las que resulta más arriesgado hablar si no se manejan los recursos científicos o técnicos adecuados. ¿Cómo opinar un profano sobre, por ejemplo, la política de trasvases de agua del Ejecutivo o sobre los fondos dedicados a investigación sobre células madre? En esos casos, creo yo, hay que confiar en la buena voluntad de los gobernantes y en la pericia de los profesionales responsables de esas tareas.

Hay sin embargo otros campos en los que se mezclan a partes iguales las razones de carácter científico y las puramente políticas, derivadas de la voluntad de quienes han de tomar decisiones. Y a mi modesto entender un terreno en el que eso se manifiesta de forma más evidente es en el terreno fiscal, en el de los impuestos que pagamos todos los ciudadanos. Si debiera existir una normativa que no estuviera sujeta a los vaivenes políticos del momento, que infundiera a los ciudadanos mayor seguridad de su buena fundamentación y de su vigencia durante períodos de tiempos más razonables, esa sería la fiscal. Creo que decirlo en estas fechas, en las quien más quien menos se halla enfrascado con su declaración de la renta, resulta oportuno.

¿Se contribuye a infundir la responsabilidad fiscal entre la gente cuando, por ejemplo, en ciertas comunidades autónomas rige un impuesto como el de sucesiones y donaciones que en otras ha desaparecido? Ahora se anuncia para el próximo ejercicio la desaparición del Impuesto sobre el Patrimonio que, contra lo que pudiera parecer, afecta a un millón de españoles. ¿Con qué fuerza moral se puede exigir que se haga hoy una declaración que mañana no habrá que hacer y cuando pocos años atrás el PSOE pretendía potenciar tal impuesto? ¿No sería deseable una mayor seguridad en la vigencia este tipo de leyes?

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7 de mayo de 2008

Ovejas negras

TRAS LEER EL OTRO DÍA en este periódico [El periódico Extremadura] la noticia que desvelaré más adelante me entró la curiosidad de saber cuál sería el origen de la expresión oveja negra que, como todo el mundo sabe, sirve para designar al miembro de aquella familia que se destaca por salirse de las normas establecidas o de los rectos fines que a la existencia de cada cual han de suponérsele. Hoy, gracias a Google, no hay que esperar mucho para salir de dudas. La expresión de marras, no solamente utilizada en nuestro idioma, sino también en muchos otros, “proviene del hecho de que una oveja negra se considera marginada del resto del rebaño, quizás porque su color oscuro asusta a las ovejas blancas. Pero también porque la lana negra no puede venderse”.

Naturalmente, la probabilidad de que en una familia exista alguna oveja negra aumenta según crece el número de sus miembros y según sea más virtuoso su modo de vida. No quiero cansar al lector, pero bastaría con recordar al célebre Jarabo que a mediados del siglo pasado, pese a pertenecer a un linaje entroncado con las clases pudientes de este país –uno de sus tíos, incluso fue ministro de Franco, aunque, a decir verdad, éste no sea un mérito digno de orgullo–, fue ajusticiado en el garrote vil tras asesinar a varias ricas viudas a las que previamente había esquilmado de joyas y pertenencias. Se hizo, incluso, una serie de televisión sobre el tipo.

Bueno, pues la última prueba de la existencia de tal variedad de personajes me la ha dado, como digo, este mismo periódico, que tras contarnos que cierta señorita, Magdalena Rouco Hernández, ha posado como su madre la trajo al mundo para una conocida revista, nos hace saber que en su misma familia existe otro miembro que se dedica a labores menos encomiables: el presidente de la Conferencia Episcopal, Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid. “Me desnudo”, ha declarado Magdalena, “para desnudar la hipocresía de mi tío”. Hace más que bien. Lo mejor, en estos casos, es colocar a cada cual en su sitio.

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3 de mayo de 2008

Bibliotecas públicas

DADO POR SENTADO que quienes podemos expresar nuestra opinión en medios como éste tenemos la obligación de criticar, cuando la ocasión lo exija, tanto a nuestros representantes políticos como a los responsables de los distintos servicios públicos, sean el sanitario, el educativo, o cualquier otro, también es cierto que a veces debiera reconocerse, y no se hace, el buen funcionamiento de ciertas instituciones y organismos del Estado. Y parece de justicia que cuando uno observe que alguna prestación de las ofrecidas por unas y otros, cualquiera que sea su nivel, desde el estatal al municipal, es eficiente, se reconozca sin ambages.

Hoy, en particular, quisiera hacer un reconocimiento merecido al magnífico funcionamiento de las bibliotecas públicas; tomando como modelo la de Cáceres, única que conozco y de cuyos formidables y modernos servicios acaso muchas personas no estén al corriente. A fuer de ser sincero, he de decir que yo mismo no he sido consciente hasta fecha muy reciente de la magnífica organización de dichos establecimientos, cuyas prestaciones, por cierto, son gratuitas, en estos tiempos en que casi todo tiene un precio.

Es formidable comprobar que en una ciudad como esta en la que escribo, la de las paredes sucias y altavoces escandalosos, existe un lugar en el que uno puede obtener con gran facilidad y, como digo, sin coste alguno, una enorme variedad de libros, grabaciones musicales, videográficas... Cuando redacto estas líneas suena en mi casa un disco hallado en la biblioteca e imposible de encontrar en el mercado. Luego, podré gozar de la belleza incomparable de Tango, la extraordinaria película de Carlos Saura, obtenida de igual manera. La consulta del fondo de las bibliotecas y la reserva de ejemplares son posibles desde internet, los funcionarios que atienden al público en esos establecimientos son de una amabilidad extraordinaria... A veces, uno tiene la sensación de vivir, efectivamente, en el siglo XXI. Y ello ha de ser motivo de satisfacción para todos.

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30 de abril de 2008

Ministros temperamentales

A DIFERENCIA DE lo que ocurría décadas atrás, cuando para leer un periódico ideológicamente opuesto a nuestra propia manera de pensar casi había que pasar vergüenza al pedírselo al quiosquero, una de las muchas posibilidades que en nuestros días ofrece Internet es la de acceder a todas las formas de opinar sin moverse del asiento, sin confesar tus simpatías o fobias. Se dispone de todo el espectro ideológico a un solo clic de ratón. Otra cosa es que las opiniones ajenas, distantes de la propia, contribuyan a modificar la tuya o, al contrario, la reafirmen, pero eso es otro asunto.

Digo lo anterior porque minutos antes de empezar a escribir estas líneas he podido comprobar que dos de los más populares blogs españoles dedicados a la información política, pero situados ideológicamente a años luz uno del otro, han dedicado su página de entrada a establecer un llamativo paralelismo entre algo que sólo los más viejos del lugar podemos recordar directamente, y no por referencias: el baño de Fraga en el mar, embutido en un inmenso bañador, tras la pérdida desde un avión americano de unas bombas nucleares en Palomares, y el reto del ministro de Sanidad, Bernat Soria, a los periodistas para que si alguno dudaba de que el aceite de girasol disponible en el mercado no ofrece riesgos para la salud, le llevaran una botella para bebérsela. ¡Eso es ser chulo y lo demás cuento!

Podríamos deducir, si viésemos el paralelismo desde el punto de vista psicológico, que las semejanzas de carácter entre las personas no están reñidas con las diferencias ideológicas. Porque, en efecto, no creo que haya nadie más ajeno a la forma de pensar del antiguo ministro de Franco que un científico progresista que ha entendido que el BOE permite poner en práctica mejor que montones de tesis doctorales determinados principios. Pero desde un punto de vista sociológico la conclusión a la que acaso llegásemos sería la de confirmar que todo en política es espectáculo. ¡Pero qué le voy a decir a usted, lector amigo!

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26 de abril de 2008

Los de la cáscara amarga

A LA VISTA DE LAS CIRCUNSTANCIAS, los de la cáscara amarga nos reconocemos como una especie en vías de extinción. Los pocos ejemplares que vamos quedando, acosados por razas más astutas, de colmillos más afilados, de estómagos más felices, hemos de refugiarnos en nuestras guaridas prehistóricas para poder sobrevivir en un medio cada vez más hostil. Ya sólo nos queda rumiar nuestro rencor por las esquinas.

Nunca participamos en ciertas ceremonias de la grey, nuestras pupilas olfativas siempre fueron alérgicas al incienso y al agua bendita y la música militar, como al inolvidable cantautor, nunca nos hizo levantar. Pero, antes, esos rasgos no suponían que nos considerásemos seres extravagantes, lunáticos fuera de órbita. Cuando veíamos acudir en masa a ciertas celebraciones respetábamos sinceramente que las supersticiones, por mucho que se enmascararan bajo la capa de la tradición, hallaran acomodo entre la gente sencilla. Incluso hubo una época en que tal forma de ver las cosas tuvo visos de prevalecer sobre miradas vetustas. Antes. Ahora, nuestra condición de singulares se hace cada vez más pronunciada. No estamos en las fotos en las que se muestran, sin aparente vergüenza, nuestros antiguos compañeros. Como ellos han hecho con su rostro, suponemos que con sufrimiento, nosotros hemos asumido nuestra marginalidad, nuestra condición de estrafalarios, de espectadores de una comedia grotesca. Pese a ello, cuando uno lee en este periódico, en referencia a cierta talla religiosa: “Hoy, todo Cáceres a Fuente Concejo; por vez primera otra mujer (sic), la alcaldesa, la recibe”, piensa que ha de ir al loquero, a que lo mire. Pues una de dos: o a estas alturas de la vida no entiende lo que lee –¡ese todo, madre mía!– o sus recuerdos de infancia, los paseos por cursilandia, los intercambios de aventuras del Cachorro y el Capitán Trueno en la plaza Mayor, las diarias subidas de la cuesta del Paideuterium, son falsos recuerdos y creyéndose cacereño debe ser de Pensilvania, por lo menos.

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23 de abril de 2008

Bombarderos “perfectos”

DE LAS VARIAS ACEPCIONES que el DRAE proporciona para la palabra máquina la más pertinente para este caso es la segunda: “conjunto de aparatos combinados para recibir cierta forma de energía y transformarla en otra más adecuada, o para producir un efecto determinado”. Y en cuanto a perfecto, lo que se lee en el diccionario, también en la segunda acepción, es: “que posee el grado máximo de una determinada cualidad o defecto”. De tal manera que una máquina perfecta sería, deduzco, aquel aparato que produjera determinado efecto en su grado máximo.

Con tales premisas, vuelvo a leer las palabras pronunciadas por el heredero de la Corona tras pilotar el pasado lunes un avión Eurofighter, que despegó de la base de Morón de la Frontera, en Sevilla. Según los periódicos, el Príncipe calificó de “maquina perfecta” a dicho reactor y, muy satisfecho por la experiencia, destacó la “sensación de potencia” que le había producido pilotarlo. La nota colorista la aportó, decía la prensa, el lema pintado en la cola del avión: “Suerte, vista y al toro”.

Avivada mi curiosidad tras declaraciones tan elogiosas por parte de don Felipe, indagué acerca de esa “máquina perfecta” y al poco supe que el Eurofighter no es precisamente una aeronave de pasajeros, ni de transporte, sino un cazabombardero, o sea, también según el excelente DRAE: “un avión de combate que combina la capacidad de perseguir a otro, enemigo, con la de arrojar bombas sobre un determinado objetivo”. Y, claro, como las bombas no se arrojan para hacer espectáculos de fuegos artificiales, sino para cosa bien distinta –se me dirá que si la defensa nacional, que si pitos y flautas...– deduzco que el heredero de la Corona está muy satisfecho por haber pilotado un avión que él mismo juzga de perfecto a la hora de producir los efectos que suelen producir las bombas... Y como no quiero meterme en berenjenales, y ciertos terrenos son resbaladizos, dejo que el lector sustituya si quiere los puntos suspensivos por lo que le parezca más procedente.

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19 de abril de 2008

El espectáculo del PP

UNA VEZ QUE ZAPATERO (y no exactamente el PSOE) se ha instalado por otros cuatro años en la Moncloa, gracias en buena parte a su innegable tirón personal, el espectáculo que están ofreciendo los del Partido Popular es realmente penoso. No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de hasta qué punto la derrota electoral ha dejado a Rajoy y sus huestes en paños menores, con todas sus vergüenzas al aire. Sea a nivel nacional –esos constantes navajazos entre los partidarios del líder gallego y los de Aguirre, por ejemplo– o a nivel regional –con unas dimisiones y reconsideraciones de dimisiones que producen vergüenza ajena–, la sensación que los dirigentes populares están produciendo en el espectador es, como digo, deplorable. ¡Quién los vio, en la época del Aznar más pletórico –el de la mano del emperador sobre su hombro–, y quién los ve! Un tal Pizarro que se iba a comer el mundo, relegado al gallinero en el Congreso; un tal Acebes, antaño sobrado si de defender lo indefendible se trataba, y cuya forzada sonrisa de hoy no logra enmascarar el rictus de la derrota; un tal Zaplana retirado a los cuarteles de invierno, en espera de mejores tiempos...

¿Podría el lector citar el nombre de un solo dirigente del Partido Popular, aquí, en Extremadura, al que vea futuro? Quien hasta ahora encabezaba ese grupo en la Asamblea, como se sabe, ha preferido el retiro dorado (dicho sin doble sentido) que supone ser diputado de segunda en la Carrera de San Jerónimo. Antiguos prebostes de la derecha, a los que se encontraba uno hasta en la sopa, están desaparecidos. Y en varias ciudades de nuestra región (lo de comunidad autónoma me sigue sonando raro), perdidas hace unos meses las alcaldías de Mérida y Cáceres, los ediles del Partido Popular, pese a sus meritorios esfuerzos, apenas si levantan cabeza. Se los ve en las fotos de los periódicos con caras de circunstancias, con gestos de derrota, como si fueran conscientes de estar interpretando en la comedia un papel de meros comparsas.

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16 de abril de 2008

Ministros y crucifijos

PONGO LA TELE algo antes de las noticias y sintonizo el primer canal de Televisión Española. Tras quedarme pasmado ante el contenido de un engendro en forma de programa en el que se habla de los asuntos de cama o de la afición a la bebida de este o aquel personaje del mundo de la farándula, cuyo interés público debe ser enorme, en vista del tiempo que se les dedica, empieza, por fin, el telediario. El acontecimiento del día es la “jura o promesa” de los nuevos ministros, incluidas entre ellos las mujeres, que en esta ocasión son mayoría en el Ejecutivo. Hay que reconocerle a Zapatero audacia a la hora de adoptar ciertas medidas de gran valor simbólico. Siempre he pensado que ya que hay problemas cuya solución no depende exclusivamente de la voluntad de los gobernantes (hoy en día, los de tipo económico por ejemplo, de carácter global), en otros cuyo arreglo depende sólo de ella sí que debiera hacerse notar la orientación de quienes mandan. De modo que hay que congratularse de noticias como la referente a quién ha asumido, y en qué condiciones, el mando de una organización tan tradicional y machista como la de las fuerzas armadas.

Veo, pues, el acto de jura o promesa. Los Reyes no se muestran especialmente entusiasmados cuando, por enésima vez en su vida, contemplan el desfile ante ellos de los nuevos integrantes del Gobierno. Se diría que se aburren o, al menos, que no disfrutan tanto como cuando participan en unas regatas en aguas mallorquinas o asisten a una carrera de motos. Pero no es eso lo que más me llama la atención. Lo que hace que tenga que frotarme los ojos es que a unos centímetros de donde se colocan los ministros, junto a un libro en el que supongo impresa la Constitución, aparece un enorme crucifijo.

¿Un crucifijo? Pues sí, en efecto. Un símbolo tan respetable como totalmente improcedente en ese lugar. ¿No habíamos quedado en que el nuestro era un estado no confesional? ¿Y el día en que además de mujer, una ministra sea mahometana? ¿O eso es todavía imposible?

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