29 de enero de 2011

¿No queremos caldo?

OIGO en la radio a González Pons, el melifluo portavoz del PP que antaño pretendiera darnos gato por liebre; le oigo decir «cuando ganemos las elecciones» y lamento no tener en mi agenda un teléfono al que llamarle. No ya para pedirle menos arrogancia, pues por herido que esté el oso no es prudente vender su piel antes de cazarlo, ni para que deje de agitar nuevamente, de la mano de algún periodista de cámara, las viejas patrañas del 11-M, no. Le llamaría para pedirle más precisión gramatical. Porque en el supuesto, muy probable, de que las elecciones de 2012 confirmasen lo que las encuestas auguran, no serían ellos, el PP, quienes las ganaran. Serían los socialistas, el PSOE de Zapatero para ser más preciso, quienes las perdieran.

Lo más chocante del caso es que, de cumplirse los vaticinios, el electorado no llevaría a Rajoy a La Moncloa para que ejerciera una política distinta de la de Zapatero, sino para que la aplicara hasta sus últimas consecuencias, acentuando sus rasgos más impopulares. ¿O alguien puede pensar seriamente que el Partido Popular practicaría una política social, económica, autonómica, etcétera, sustancialmente distinta de la del PSOE? ¿Eliminaría acaso el recién aprobado retraso en la edad de jubilación? ¿Subiría las pensiones? ¿Aumentaría los presupuestos de sanidad o educación? ¿Recuperaría prestaciones sociales ahora eliminadas? ¿Terminaría con lo que ellos llaman, no sin motivo, despilfarro, eliminando televisiones autonómicas costosísimas, organismos y cargos públicos de dudosa necesidad, subvenciones multimillonarias a la Iglesia Católica, a la enseñanza privada...?
No seré yo quien mantenga la incorrección política de afirmar que la mayoría puede equivocarse, luego habré de admitir que esa mayoría, la misma que, nos guste o no, convierte ciertos programas de televisión en los de máxima audiencia, la que sigue al minuto la vida y milagros de personajes de ínfima estofa, tendrá razón cuando vote próximamente. Si la tiene en Italia, donde las encuestas aseguran que si hubiera hoy mismo elecciones las volvería a ganar el incomparable Berlusconi, ¿por qué no habría de tenerla en España? Rajoy, al menos, no es aficionado a las bacanales.

22 de enero de 2011

Presunción de inocencia vulnerada

ESTÁ TAN deteriorado el ambiente político, empieza a ser tan común el insulto como modo de expresión, la calumnia como instrumento de debate, la mentira mil veces repetida como forma de agitación, que acaso no reparemos en que principios consustanciales a una sociedad democrática estén siendo cada vez más ignorados o, sencillamente, vulnerados. Y de ello tienen buena parte de culpa unos medios de comunicación que, por razones comerciales, intereses ideológicos o, sencillamente, ausencia de los mecanismos de control de calidad que debieran serles exigibles, contribuyen a que la gente se vaya habituando, sin apenas darse cuenta, al deterioro de la calidad de nuestro modo de convivencia.

Un principio que cada día se ve más vulnerado es el de la presunción de inocencia. Aunque en ocasiones se llegue a afirmar que alguien ha sido acusado de un presunto delito –disparate mayúsculo: se acusa de delitos; luego habrá que probar que se han cometido– ello no impide que muchas otras veces se atribuya antes de tiempo y en grandes titulares la culpabilidad, como si ya hubiese mediado sentencia judicial.

Dos casos recientes me han llamado particularmente la atención. El primero se produjo dos días después de la declaración de la tregua por parte de ETA. Una gran fotografía mostraba en distintos periódicos a una chica conducida por dos guardias civiles bajo el rótulo, en algún caso y con grandes caracteres: «La Guardia Civil detiene a dos etarras». Ni el beneficio de la duda, pues. Claro que cuando a los dos días se informó de que la detenida había sido puesta en libertad al no existir constancia de su pertenencia al «entramado terrorista», el tamaño de los titulares fue microscópico.


¿Y sobre lo de Murcia? Se detiene a un joven como sospechoso de la brutal agresión al consejero de Cultura, basándose exclusivamente en un vago reconocimiento fotográfico hecho por el afectado, se difunden imágenes y datos privados de alguien que, mientras no se demuestre lo contrario, es inocente y cuando, días después, el juez lo deja en libertad por falta de pruebas, aquí nadie pide disculpas.

Los españoles teníamos razones para estar satisfechos de la forma en que nos habíamos desprendido de modos de comportamiento propios de la pasada dictadura. Creo que empezamos a tenerlas para preocuparnos por cómo algunos de esos modos vuelven a instalarse entre nosotros.

15 de enero de 2011

El ‘éxito educativo’ tendrá precio

NO FUE hace un siglo, pero casi, casi. Eran los finales de los años setenta cuando un numeroso grupo de profesores extremeños, junto a muchos otros colegas de toda España, hicimos un viaje a Cuba para conocer de primera mano el funcionamiento de un sistema educativo que, ya entonces, amén de haber terminado con el analfabetismo secular en aquella maravillosa isla, formaba profesionales de prestigio internacional en campos, como la medicina, en los que antes eran desconocidos.

La impresión que aquel viaje nos causó –o, al menos, causó a quien suscribe– fue contradictoria. Admirados por algunos avances indiscutibles, no dejó de sorprendernos la rigidez oficialista que se apreciaba por doquier. Recuerdo que el director de una escuela rural, tras presentarse al rojerío allí reunido como fan de Raphael y Carmen Sevilla, nos mostró su satisfacción porque su escuela hubiera superado los objetivos de éxito escolar marcados por el ministerio de Educación. Si éste había establecido en un, no recuerdo exactamente, supongamos un 95 %, el porcentaje de alumnos que habían de aprobar el curso, ellos, nos decía, habían alcanzado el 98 %. Recuerdo que le pregunté quién otorgaba las calificaciones. «Nosotros mismos», me respondió. Mi contestación acaso no fue muy amable: «Bueno, entonces, aún pueden ustedes mejorar».


Menciono esta anécdota tras leer en un diario regional que «los profesores cuyos alumnos tengan mejores notas ganarán más». Como desconfío de ciertos titulares periodísticos no le doy mucho crédito a la noticia, pero en el hipotético caso de que éste correspondiera a la realidad estaríamos ante un disparate de dimensiones cósmicas. Salvo que: 1º.- Más que las calificaciones aisladas de los alumnos se tuviera en cuenta cómo los encontró el profesor al principio de curso y cómo los dejó. 2º.- Que esa evolución no se midiera con criterios que estableciera el profesor interesado, de sueldo siempre mejorable, ni la propia Consejería, sino algún organismo independiente, lo que en una región que se niega a participar en evaluaciones como la del Informe PISA me parece más bien improbable.

(Apenas terminadas las líneas anteriores, leo que la Junta ha rectificado parcialmente la noticia, indicando que el sobresueldo a los docentes se vinculará a un difuso «éxito educativo». Aun así, mantengo lo escrito. ¿Cómo y quién acreditará tal éxito? La tentación de amañar las estadísticas, incluso pagando con un puñado de euros, puede ser irresistible).

8 de enero de 2011

¿Bares sin humo? ¡Maldito Gobierno!

COMO escribía el otro día un reconocido analista político, nada sospechoso de afinidad al PP, parece indiscutible que la presente legislatura se halla vencida. Y si hoy aún se puede pedir a la gente paciencia hasta que dentro de unos meses se celebren elecciones municipales y autonómicas, de confirmarse en ellas lo que todas las encuestas auguran, la espera hasta las legislativas de 2012 va a resultar insoportable. El deterioro del Gobierno y de su presidente es tan notable que se hace difícil imaginar un año más en el actual estado de cosas.

No emito juicio sobre la responsabilidad última de lo que se está viviendo, que conste, pues si la presente crisis no es exclusiva de España alguna culpa de ella habrá que buscar fuera de nuestras fronteras, pero nadie dudará de que la forma en que Zapatero ha gestionado la situación ha contribuido al ambiente depresivo que se respira.


Tan malo es ese ambiente que incluso normas tan razonables como la que prohibe fumar en espacios públicos cerrados, aprobada casi por unanimidad en las Cortes, está siendo utilizada para dañar al Gobierno. Con el apoyo, consciente o no, de ciertos medios informativos que difunden anécdotas ocurridas en los primeros días de aplicación de la ley como si de grandes tragedias se tratara. Ocurre una pelea en un bar y no solo se la relaciona erróneamente con la nueva ley, sino que se difunden los malos augurios del dueño del bar sobre próximos altercados cual si los anunciara un sesudo sociólogo. Se pregunta a la ministra qué puede hacer quien sienta vulnerado el derecho que la ley le otorga y tras su lógica respuesta, o sea, que el afectado puede denunciar lo ocurrido, se difunde a los cuatro vientos que la ministra incita a la delación anónima (como si el autor de cualquier denuncia no hubiera de identificarse). El esperpéntico alcalde de Valladolid habla de persecución a los judíos... Todo por una norma apoyada por la mayoría de la población y semejante a tantas otras en medio mundo, donde nadie les atribuye tintes totalitarios.

Es un ejemplo, lo sé, pero ilustrativo de una situación en que el descrédito gubernamental hace posible tales manipulaciones. Un descrédito, todo hay que decirlo, que no sólo afecta a quienes hoy mandan. Hace años hubo una época de desilusión en que el lema por el cambio esgrimido por el PSOE caló en la gente y le hizo arrasar en las urnas. ¿Qué lema del PP puede entusiasmar hoy a una ciudadanía tan desengañada como la española?

2 de enero de 2011

Un 5% que puede resultar caro

EL DIARIO Hoy publica una encuesta, según la cual, en las próximas elecciones autonómicas en Extremadura, el PSOE y el PP obtendrían resultados muy similares, pudiéndose dar el caso de que la «llave» de la Junta estuviese en manos de Izquierda Unida, que probablemente superase la barrera del 5% exigida actualmente para alcanzar representación en la Asamblea.


Me parece lamentable esa norma, aprobada por PP y PSOE, que obliga a superar el 5% de los votos (no recuerdo ahora si es necesario que ocurra en cada una de las dos provincias) para tener diputados en la Asamblea. Sería interesante comprobar qué opinaría el PSOE si la derecha alcanzase la Junta gracias a que se privase de representación a varias decenas de miles de votantes de IU. ¿Tan uniforme es la sociedad extremeña como para que solo haya dos partidos en el parlamento regional? Se critican demagógicamente muchos aspectos de la política catalana, pero no será por la envidiable pluralidad de su parlamento, donde hay siete grupos distintos y ninguno significativo es excluido porque les interese a los mayoritarios.