26 de mayo de 2012

No estamos para Olimpíadas

PLENAMENTE activa la sucesión de bofetadas que la crisis nos está propinando, quizá pocos cacereños lo recuerden, pero hubo gran duelo en nuestra ciudad cuando aquel fantasioso proyecto de la Capitalidad Cultural de Europa para 2016 naufragó estrepitosamente. Acudan, quienes hayan olvidado el desastre, a la gigantesca hemeroteca que la Red nos ofrece. Observarán caras compungidas, rostros llorosos, vídeos de la serie C en que las entonces alcaldesa de Cáceres y consejera de Cultura apenas si podían farfullar un par de palabras. A puntito estuvimos, lo que se dice a puntito, de atribuir el desastre a la conjura judeo-masónica. ¡A saber qué habrían hecho los donostiarras, esos separatistas de los demonios(*), para conseguir la designación!

Sin embargo –paradojas de la vida–, quienes entonces lloraron ahora probablemente respiren tranquilos. ¿Se imaginan ustedes lo que hubiera ocurrido si, con los bolsillos como el estómago de Carpanta, los cacereños hubiéramos tenido que ir apoquinando desde hace meses y hasta dentro de cuatro años la millonada que la capitalidad hubiera supuesto? Como recordara aquel general en memorable ocasión, no hay mal que por bien no venga, en efecto.


Saco a colación este asunto porque veo la foto en que varios personajes celebran en Quebec (medio millón de euros el viajecito) la selección de Madrid como ciudad candidata a albergar los Juegos Olímpicos de 2020 y creo apreciar impostura en sus sonrisas, exageración en su abrazo. ¿Alegría sincera la de los dos partidos mayoritarios, Partido Popular y Partido Socialista? ¿Igualmente dichosos Lissavetzky y Ana Botella?

Nadie sabe qué ocurrirá de aquí a 2020, pero hoy, cuando se imponen a la sociedad sacrificios sin tino y una asfixiante política de austeridad hace peligrar servicios públicos esenciales, los dirigentes políticos habrían de ser extremadamente cuidadosos al planificar un evento, como las Olimpíadas, de coste multimillonario y dudoso provecho. Que algunas autoridades verdaderamente desearan pompas, ceremonias y obras faraónicas que solo beneficiarían a unos pocos, constituiría un verdadero desprecio de las preocupaciones reales de la gente. Sus sonrisas, sí, han de ser forzadas. Retirarlas y renunciar a la organización de los Juegos sería una magnífica forma de demostrar que aún les queda algo de sentido común.

(*) Aunque parezca mentira, algún lector de este artículo ha considerado que eso de «independentistas de los demonios» había que entenderlo en sentido literal. Es evidente que la ironía no siempre es bien interpretada.

Publicado en El Periódico Extremadura.
  

19 de mayo de 2012

¡Gibraltar español, cuánto tiempo!

NO SÉ QUÉ les sucederá a ustedes, amigos lectores, pero yo empiezo a observar en nuestros gobernantes comportamientos que me provocan esa conocida sensación del déjà vu, de algo vivido con anterioridad. Es posible que en situaciones como la presente todos los políticos tiendan a actuar de forma parecida. Se trataría, quizás, de que en su mundo, como en el animal, ante el peligro se disparasen automáticamente ciertos mecanismos de autodefensa. No sé.

Me surge esta ida al percibir en los últimos días un claro desliz de ministros y altos cargos hacia un patrioterismo rancio que yo creía extinto. No me atrevería a decir que ello obedezca a un sibilino plan elaborado por algún gabinete semiclandestino, pero bien pareciera que al llamarnos a los españoles a envolvernos en la bandera y corear viejas consignas, lo que ahora pretendieran algunos dirigentes populares fuera que olvidásemos por un rato el desastre en que se está convirtiendo su gestión de la crisis. ¿No se habían presentado como sanadores universales? Las últimas intervenciones del ministro de Economía, reconociendo que ya no pueden hacer más para salir del atolladero, son desoladoras. A la vista de las circunstancias, y si el recurso a la herencia recibida empieza a estar agotado, ¿por qué no montar un show con lo del Peñón y la visita de la Reina a Londres, por ejemplo? Eso daría para distraer por unos cuantos días al personal, ¿no es cierto?

Porque, si bien el ademán pendenciero con tufillo colonialista de la Moncloa tras las nacionalizaciones en Argentina y en Bolivia duró menos que un suspiro (pese a la beligerancia de los nefastos medios extremistas), ahora, ante la supuesta falta de apoyo de las instituciones europeas a nuestro país, empiezan a resurgir otros resabios. Bien pareciera que algunos añorasen aquellos tiempos de la autarquía y los coches a gasógeno. No les importaría, pues, perder amigos acá y allá con tal de ocultar la tragedia. “Si ellos tienen ONU”, como decían los esbirros franquistas, “nosotros tenemos dos”. Visto el panorama, no cabría descartar que los españoles de bien seamos convocados en fecha próxima a la plaza de Oriente para, todos al unísono, corear el viejo ¡Gibraltar español! No faltaría quien, de probada experiencia en situaciones semejantes, presidiera el acto con toda majestad desde el balcón del Palacio Real.

Publicado el El Periódico Extremadura
  

12 de mayo de 2012

¡Vaya semanita!

CUANDO vi en la tele a Monago expresarse como lo hizo, tras las declaraciones del alcalde de Barcelona a propósito del AVE, mi primera reacción fue fijarme en la vicepresidenta de la Junta, situada junto a él. ¿Qué pensaría, como mujer, de un jefe que equiparaba tan burdamente dialéctica y virilidad? ¡Vaya papelón, la pobre!

Pero si la semana empezó así, a lo bestia, el resto no le ha ido a la zaga. No hablo de Bankia ni de la sentencia del Supremo contra Otegi y otros políticos vascos, confirmando una anterior de la sala de la Audiencia Nacional presidida por la pintoresca jueza Murillo. Tampoco de la denuncia por malversación contra el presidente del CPJ, según el cual “solo en amar a Cristo y hacerle amar, en una vida coherente y cabal, se encuentra la única y verdadera Justicia”. Me refiero a noticias más de por aquí, más del terruño. A las relacionadas con la consejería de Salud, récord mundial de titulares por año: tres en diez meses.

No se trata de hacer leña del árbol caído, ni de hurgar en las débiles disculpas del consejero destituido (pues de una destitución se trató), sino de analizar las reacciones producidas y la forma de resolver la crisis. En cuanto a las primeras, ninguna como la del alcalde de Badajoz, que aprovechó la ocasión para hacer gala de su proverbial elegancia. Ya saben: el anterior presidente de la Junta no hubiera podido actuar en el pasado como el exconsejero porque, al ser forense, sus «clientes están todos muertos». Difícil, en un concurso de exquisiteces en que participaran Monago y él, adjudicar el primer premio.

Y, luego, la forma en que se ha cubierto la vacante. Para dirigir la educación en una región no hay que ser catedrático por Oxford, cierto, ni para hacerlo con la sanidad premio Nobel de medicina. Pero, aun aceptado el carácter político de esos cargos, ¿no convendría que los desempeñara alguien de probada capacidad organizativa y experiencia como gestor? ¿Es el caso del nuevo consejero, cuyo mayor mérito parece ser su gentil verbo como parlamentario?

(Escrito lo anterior, se han conocido nuevas renuncias: las del delegado del Gobierno en Extremadura y de la directora general de Transportes. Según la Junta, las dimisiones son «un ejemplo». En efecto. Un ejemplo de incompetencia en grado superlativo. Imposible ya la ironía, la broma empieza a ser de muy mal gusto. ¡Vaya con el gobierno «de los mejores»!).

Publicado en El Periódico Extremadura
  

5 de mayo de 2012

Argumentos de ida y vuelta

MENTIRÍA si dijera que todas las medidas adoptadas por los ministros del PP me parecen mal. Lo digo sin ironía. Incluso porque desde un punto de vista estadístico resulta imposible lanzar un dardo miles de veces y no acertar ninguna. No me parece mal, por ejemplo, lo anunciado por el responsable de Educación, con quien, salvo una hermosa calvicie, tan pocas cosas comparto. Me refiero a que en el futuro, para titularse, los alumnos de ESO habrán de aprobar todas las asignaturas del plan de estudios. Los profesores que hemos tenido en un aula a treinta alumnos de los que solo uno –tal cual– había superado el nivel anterior, sabemos de qué hablamos. ¿Se puede enseñar a correr a quien no sabe andar?

Pero, descartado ese y algún otro caso aislado, no hay viernes sin que el Gobierno adopte acuerdos que a muchos nos parecen disparatados y fruto de un notable abuso de poder. El poder es legítimo no solo por cómo se alcanza, sino por cómo se ejerce. Y desde ese punto de vista, la adopción continuada de medidas que recortan derechos ciudadanos y que se habían descartado expresamente en la última campaña electoral constituye un claro atropello.

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También merece reflexión la forma en que las decisiones pretenden justificarse. Observemos el caso del secretario de Estado de Comercio, al que el otro día oí defender el cobro de peajes en las autovías porque, según él, lo lógico es que las paguen quienes las utilizan. Lo primero que pensé fue que quienes creemos que el Estado no debiera subvencionar a la Iglesia católica podríamos utilizar su mismo argumento: que la paguen quienes la usan. ¿Habrá que recordar una vez más que, pongamos o no la crucecita en la declaración de la renta, creyentes o ateos, cristianos o budistas, morenos o rubios, todos los españoles pagamos el sueldo al obispo de Alcalá y compañía?

¿Y la enseñanza privada? Si ciertos padres prefieren que sus hijos no acudan a los centros públicos y los mandan a escuelas regidas, en la mayoría de los casos, por órdenes religiosas, ¿por qué hemos de pagarles el capricho entre todos, como ahora ocurre? Aplíquese también aquí el criterio del ingenioso secretario, por favor.

Tienen mayoría absoluta, sí, nadie lo discute. Pueden obrar a sus anchas, cierto. Pero, al menos, podrían tomarse la molestia de utilizar argumentos que fueran un poco, solo un poco más consistentes.

Publicado en El Periódico Extremadura