30 de diciembre de 2011

Año nuevo, devociones viejas

«DIGAMOS que mi plan de vida está muy próximo a la espiritualidad del Opus Dei: ir a misa todos los días, rezar el Rosario, hacer un rato de oración, otro de lectura espiritual… [ojo a los puntos suspensivos]». No, no se asuste el lector habitual de esta columna; a su autor no le ha dado un pronto, ni se ha caído de ningún caballo camino de Damasco. La comillas encierran la sorprendente respuesta dada hace unos meses por el nuevo ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, a la pregunta de un periodista de la revista Alba sobre en qué consistía su vida con Dios.

Está el buen hombre en su pleno derecho, faltaba más, a expresar sus creencias y a explicar a qué dedica su tiempo libre, su interesante «plan de vida». Como en su derecho están los millones de españoles que con su voto han dado el Gobierno al Partido Popular a sentirse satisfechos de lo que han logrado. Por supuesto.



Pero si estas declaraciones, pese a su legitimidad, me han llamado la atención, más lo hicieron algunas de las que siguieron al acto de juramento de los nuevos ministros. Me refiero a las realizadas por personas próximas al PSOE acerca de la parafernalia religiosa que rodeó dicho acto. Porque, claro, si hoy resulta llamativo que quienes vayan a formar parte del Ejecutivo hayan de prestar juramento ante una Biblia y un crucifijo, ¿qué se hizo en años anteriores para evitarlo? ¿En qué quedó la Ley de Libertad Religiosa prometida por Zapatero? Valga que en el terreno de la economía, donde mandan factores ajenos a la voluntad de los dirigentes políticos, hubiera que plegarse a las circunstancias, pero ¿en terrenos como este de la relación entre Iglesia y Estado?¿Se temía que la adopción de medidas acordes con la aconfesionalidad del Estado proclamada por la Constitución tuviera un coste electoral?

Hace casi dos años este periódico publicó en primera plana una fotografía antológica. Tres importantes dirigentes políticos extremeños, los tres socia-listas, portaban a hombros, en primera fila de una procesión, la imagen de una Virgen. Como ciudadanos católicos estaban en su derecho de acudir a cuantas ceremonias religiosas considerasen oportunas, pero ¿también a presidirlas, en su calidad de autoridades públicas? Espero que ninguno de ellos se halle ahora entre quienes despotrican por las devociones marianas, tan viejas ellas, de los nuevos ministros.

Publicado en El Periódico Extremadura
 

23 de diciembre de 2011

Ruedas de prensa que no lo son

UNO DE los más conocidos problemas matemáticos irresolubles es el de la cuadratura del círculo: es imposible construir, con el solo uso de regla y compás, un cuadrado cuya superficie sea exactamente igual a la de un círculo previamente dado. Ese problema, que ocupó a lo largo de la historia a grandes mentes, hasta el punto de impedir que se dedicaran a estudios más productivos para la humanidad, parece que ha adoptado una nueva forma en el mundo de la política española de nuestros días. En el mundo de la política y de los periodistas. Resulta paradójico que cuando existen más medios que nunca para que informadores y ciudadanos puedan comunicarse, formular opiniones e intercambiar criterios, más políticos haya que intenten resolver una nueva versión del viejo reto geométrico: el problema de las ruedas de prensa que podríamos llamar cuadradas, sin preguntas.

Lo sabe el lector: se cita a los periodistas, se los agrupa en un local cerrado, sale alguno de los convocantes a la palestra, lee mejor o peor alguna declaración previamente escrita y, cuando los asistentes se aprestan a formularle las cuestiones que consideran pertinentes, el personaje responde saludando cortésmente y despidiéndose a la francesa, dejando a los pobres plumillas con la boca abierta y los bolígrafos en ristre. ¿Tanto montaje para eso?

Creo recordar que hace meses alguna asociación de prensa barajó la posibilidad de pedir a sus miembros que no asistieran a actos en que son tratados como muebles, pero el propósito no fructificó, quizás debido a la presión de los directivos de los medios de comunicación. Los periodistas, no obstante, junto a los ciudadanos interesados en obtener una información completa e independiente, alejada de la propaganda, debieran sublevarse contra semejante moda.

Mal comienzo, en este aspecto, el del Gobierno recién constituido, cuando su presidente, en su primera comparecencia pública como tal, tras una espera hábilmente administrada antes de decir quiénes serían sus ministros, se limitó a leer en menos de un par de minutos la lista de ellos, cortando abruptamente la posibilidad de que se le formularan preguntas. ¿El nuevo estilo para los difíciles tiempos que se avecinan? No parece que esta forma de actuar sea propia de personas que se proclaman abiertas y dialogantes.

Publicado en El Periódico Extremadura
 

16 de diciembre de 2011

El teatro (no romano) de Mérida

UNA DE las ventajas de que en un parlamento no haya partido alguno con mayoría absoluta consiste en que para adoptar cualquier decisión se hacen necesarios la negociación y el acuerdo. Mucho me temo que la mayoría aplastante del Partido Popular en las Cortes, por ejemplo, reduzca en esta legislatura casi a la insignificancia el papel del resto de los partidos, pese a que en conjunto recibieran el pasado 20 de noviembre más votos que el PP. La lamentable decisión adoptada en relación con el grupo parlamentario de Amaiur es un indicio de lo que digo.

De modo que, sí, soy de quienes prefieren parlamentos plurales, sin mayorías absolutas, en los que todo sea discutible y nadie pueda imponer sin contemplaciones sus criterios. Esto lo mantengo ahora y lo he mantenido siempre.


Por ello, no tendría nada que objetar al acuerdo al que llegaron anteayer el Partido Popular e Izquierda Unida en relación con el Proyecto de Presupuestos presentado por la Junta de Extremadura. Ciertamente, que la organización de izquierdas dijera que solo iba a presentar enmiendas parciales, que luego cambiara de criterio y presentara una enmienda a la totalidad y que, finalmente, retirara esta, podría interpretarse más como fruto de un arriesgado funambulismo que como muestra de capacidad para el diálogo, pero, en fin, también cabría aceptarlo como algo propio del juego político.

Lo que desde mi punto de vista es inadmisible es que en el hemiciclo de Mérida se pusiera en escena por parte del PP e IU lo que a muchos nos pareció una mala representación teatral. A la vista de cómo transcurrieron las cosas, hay que ser muy ingenuo para no concluir que el acuerdo se alcanzó antes de iniciarse el pleno, sin que el PP garantizara cambios esenciales en el Proyecto. Lo que vimos en la Asamblea no fue, por tanto, un verdadero debate, sino una simulación. Un paripé, con oradores que incluso subían a la tribuna llevando escritas las réplicas.

Aunque, para resumir lo sucedido, nada como la frase que el portavoz del Partido Popular le dedicó al de Izquierda Unida, tras prestarse este a retirar la enmienda a la totalidad: «Don Pedro», le dijo, «tiene usted nuestra máxima consideración». No sé qué pasaría por la cabeza del señor Escobar pero yo, en aquel momento, supuse que debía estar experimentando una vergüenza insoportable.

Publicado en El Periódico Extremadura
 
 

9 de diciembre de 2011

Presupuestos políticos

RESULTA difícil no estar de acuerdo con la vicepresidenta de la Junta cuando, ante las dificultades existentes para que sean aprobados los presupuestos regionales para el próximo año, afirma que «hay que tener altura de miras política y moral, responsabilidad y humildad». Por mucho que se trate de un enunciado más cargado de buenas intenciones que de verdadero contenido, habrá pocos que lo rechacen.

Pero, claro, es inevitable pensar que ese tipo de actitudes, requeridas justamente ahora, cuando el Partido Popular se ve en apuros en Extremadura, hubieran sido también adecuadas cuando, ante las medidas que el gobierno central se vio obligado a tomar por las circunstancias económicas, lo que hicieron los compañeros de la vicepresidenta, más que «arrimar el hombro», fue poner zancadillas a sus adversarios o, en el mejor de los casos, tumbarse a contemplar el panorama. Esa demanda de «altura de miras», que tan razonable parece, chirría procediendo de donde procede.


Aún resulta más llamativo que al ruego anterior se añada que las presentes dificultades «exigen a todos despolitizar los presupuestos». Tal cual, por disparatado que parezca: despolitizar los presupuestos. Y lo sostiene alguien que milita en un partido y desempeña un cargo de primera línea en un gobierno autonómico. ¿Cómo puede pretenderse que la ley más importante sometida a un parlamento en muchos meses carezca de color, no responda a determinados planteamientos ideológicos? ¿Resultará indiferente de dónde provengan los ingresos públicos, en qué capítulos se disminuya el gasto, qué criterios fiscales se sigan, a quiénes se haga aportar más para la solución de los problemas?

No se trata, claro está, de que en tiempos como lo actuales prevalezcan los «intereses partidistas», si es que fueran opuestos a los de la ciudadanía, sino justamente de que el parlamento sea un reflejo de la pluralidad de la sociedad. Si el Partido Popular, que tanto alardea de su triunfo en las elecciones generales, lo ha olvidado, habrá que recordarle que sus escaños no constituyen mayoría en la Asamblea. Los responsables de la Junta habrán de recurrir a otras medidas y no solo a la formulación de buenos deseos si quieren que sus cuentas salgan adelante.

Publicado en El Periódico Extremadura
 

2 de diciembre de 2011

Una consejera en apuros

NO TENGO el gusto de conocer en persona a la consejera de Educación y Cultura de Extremadura, pero cuantas veces la he visto en televisión me ha causado una impresión muy favorable. Habla con sentido común, sin síntomas de complejo de superioridad alguno y en un castellano claro y preciso, alejado de los tópicos y coletillas tan frecuentes en muchos de sus colegas.

Supongo, pues, que el papel que le hicieron desempeñar el otro día, cuando a poco de publicarse los presupuestos regionales para 2012, con una notable disminución de la partida destinada a la Universidad, hubo de aceptar que se modificaran los de su departamento, le resultaría doloroso. Por mucho que, según el responsable de Economía, «si un consejero se equivoca, rectifica», me inclino a pensar que a la mujer le cayó encima lo que un moderno llamaría un marrón de padre y muy señor mío. La levedad de las razones dadas por ella misma para justificar que, en apenas unas horas, varios millones de euros bailaran de un capítulo a otro, diciendo que «un presupuesto es un organismo vivo, sujeto a modificación» solo puede atribuirse al incómodo lugar en que las circunstancias la colocaron.


Cualquiera que sea la solución que el parlamento regional dé a este embrollo (con unos diputados de Izquierda Unida ante los que nunca sabe uno a qué atenerse), no debiera dejar de analizarse, con mesura, pero cogiendo el toro por los cuernos, si en una época en que servicios públicos básicos sufren de estrecheces, en que trabajadores y pensionistas pierden poder adquisitivo, en que importantes obras públicas se ven paralizadas, puede mantenerse al margen de las medidas de ahorro una universidad que creció desmesuradamente años atrás. Que se impartan en sus muchos campus titulaciones con apenas estudiantes o que en determinadas disciplinas casi haya más profesores que alumnos son situaciones, entre otras, a las que tarde o temprano habrá que hacer frente. Los excesos de algún antiguo prócer, que ataba perros con longanizas siguiendo criterios más populistas que racionales, traen ahora estas consecuencias.

Deseemos acierto en el futuro a la consejera de Educación y Cultura y pidamos a quienes la han colocado en tesitura tan difícil como la presente que la próxima vez cuenten hasta diez antes de anunciar algo que hayan de desmentir aprisa y corriendo al día siguiente.

Publicado en El Periódico Extremadura