30 de diciembre de 2011

Año nuevo, devociones viejas

«DIGAMOS que mi plan de vida está muy próximo a la espiritualidad del Opus Dei: ir a misa todos los días, rezar el Rosario, hacer un rato de oración, otro de lectura espiritual… [ojo a los puntos suspensivos]». No, no se asuste el lector habitual de esta columna; a su autor no le ha dado un pronto, ni se ha caído de ningún caballo camino de Damasco. La comillas encierran la sorprendente respuesta dada hace unos meses por el nuevo ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, a la pregunta de un periodista de la revista Alba sobre en qué consistía su vida con Dios.

Está el buen hombre en su pleno derecho, faltaba más, a expresar sus creencias y a explicar a qué dedica su tiempo libre, su interesante «plan de vida». Como en su derecho están los millones de españoles que con su voto han dado el Gobierno al Partido Popular a sentirse satisfechos de lo que han logrado. Por supuesto.



Pero si estas declaraciones, pese a su legitimidad, me han llamado la atención, más lo hicieron algunas de las que siguieron al acto de juramento de los nuevos ministros. Me refiero a las realizadas por personas próximas al PSOE acerca de la parafernalia religiosa que rodeó dicho acto. Porque, claro, si hoy resulta llamativo que quienes vayan a formar parte del Ejecutivo hayan de prestar juramento ante una Biblia y un crucifijo, ¿qué se hizo en años anteriores para evitarlo? ¿En qué quedó la Ley de Libertad Religiosa prometida por Zapatero? Valga que en el terreno de la economía, donde mandan factores ajenos a la voluntad de los dirigentes políticos, hubiera que plegarse a las circunstancias, pero ¿en terrenos como este de la relación entre Iglesia y Estado?¿Se temía que la adopción de medidas acordes con la aconfesionalidad del Estado proclamada por la Constitución tuviera un coste electoral?

Hace casi dos años este periódico publicó en primera plana una fotografía antológica. Tres importantes dirigentes políticos extremeños, los tres socia-listas, portaban a hombros, en primera fila de una procesión, la imagen de una Virgen. Como ciudadanos católicos estaban en su derecho de acudir a cuantas ceremonias religiosas considerasen oportunas, pero ¿también a presidirlas, en su calidad de autoridades públicas? Espero que ninguno de ellos se halle ahora entre quienes despotrican por las devociones marianas, tan viejas ellas, de los nuevos ministros.

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23 de diciembre de 2011

Ruedas de prensa que no lo son

UNO DE los más conocidos problemas matemáticos irresolubles es el de la cuadratura del círculo: es imposible construir, con el solo uso de regla y compás, un cuadrado cuya superficie sea exactamente igual a la de un círculo previamente dado. Ese problema, que ocupó a lo largo de la historia a grandes mentes, hasta el punto de impedir que se dedicaran a estudios más productivos para la humanidad, parece que ha adoptado una nueva forma en el mundo de la política española de nuestros días. En el mundo de la política y de los periodistas. Resulta paradójico que cuando existen más medios que nunca para que informadores y ciudadanos puedan comunicarse, formular opiniones e intercambiar criterios, más políticos haya que intenten resolver una nueva versión del viejo reto geométrico: el problema de las ruedas de prensa que podríamos llamar cuadradas, sin preguntas.

Lo sabe el lector: se cita a los periodistas, se los agrupa en un local cerrado, sale alguno de los convocantes a la palestra, lee mejor o peor alguna declaración previamente escrita y, cuando los asistentes se aprestan a formularle las cuestiones que consideran pertinentes, el personaje responde saludando cortésmente y despidiéndose a la francesa, dejando a los pobres plumillas con la boca abierta y los bolígrafos en ristre. ¿Tanto montaje para eso?

Creo recordar que hace meses alguna asociación de prensa barajó la posibilidad de pedir a sus miembros que no asistieran a actos en que son tratados como muebles, pero el propósito no fructificó, quizás debido a la presión de los directivos de los medios de comunicación. Los periodistas, no obstante, junto a los ciudadanos interesados en obtener una información completa e independiente, alejada de la propaganda, debieran sublevarse contra semejante moda.

Mal comienzo, en este aspecto, el del Gobierno recién constituido, cuando su presidente, en su primera comparecencia pública como tal, tras una espera hábilmente administrada antes de decir quiénes serían sus ministros, se limitó a leer en menos de un par de minutos la lista de ellos, cortando abruptamente la posibilidad de que se le formularan preguntas. ¿El nuevo estilo para los difíciles tiempos que se avecinan? No parece que esta forma de actuar sea propia de personas que se proclaman abiertas y dialogantes.

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16 de diciembre de 2011

El teatro (no romano) de Mérida

UNA DE las ventajas de que en un parlamento no haya partido alguno con mayoría absoluta consiste en que para adoptar cualquier decisión se hacen necesarios la negociación y el acuerdo. Mucho me temo que la mayoría aplastante del Partido Popular en las Cortes, por ejemplo, reduzca en esta legislatura casi a la insignificancia el papel del resto de los partidos, pese a que en conjunto recibieran el pasado 20 de noviembre más votos que el PP. La lamentable decisión adoptada en relación con el grupo parlamentario de Amaiur es un indicio de lo que digo.

De modo que, sí, soy de quienes prefieren parlamentos plurales, sin mayorías absolutas, en los que todo sea discutible y nadie pueda imponer sin contemplaciones sus criterios. Esto lo mantengo ahora y lo he mantenido siempre.


Por ello, no tendría nada que objetar al acuerdo al que llegaron anteayer el Partido Popular e Izquierda Unida en relación con el Proyecto de Presupuestos presentado por la Junta de Extremadura. Ciertamente, que la organización de izquierdas dijera que solo iba a presentar enmiendas parciales, que luego cambiara de criterio y presentara una enmienda a la totalidad y que, finalmente, retirara esta, podría interpretarse más como fruto de un arriesgado funambulismo que como muestra de capacidad para el diálogo, pero, en fin, también cabría aceptarlo como algo propio del juego político.

Lo que desde mi punto de vista es inadmisible es que en el hemiciclo de Mérida se pusiera en escena por parte del PP e IU lo que a muchos nos pareció una mala representación teatral. A la vista de cómo transcurrieron las cosas, hay que ser muy ingenuo para no concluir que el acuerdo se alcanzó antes de iniciarse el pleno, sin que el PP garantizara cambios esenciales en el Proyecto. Lo que vimos en la Asamblea no fue, por tanto, un verdadero debate, sino una simulación. Un paripé, con oradores que incluso subían a la tribuna llevando escritas las réplicas.

Aunque, para resumir lo sucedido, nada como la frase que el portavoz del Partido Popular le dedicó al de Izquierda Unida, tras prestarse este a retirar la enmienda a la totalidad: «Don Pedro», le dijo, «tiene usted nuestra máxima consideración». No sé qué pasaría por la cabeza del señor Escobar pero yo, en aquel momento, supuse que debía estar experimentando una vergüenza insoportable.

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9 de diciembre de 2011

Presupuestos políticos

RESULTA difícil no estar de acuerdo con la vicepresidenta de la Junta cuando, ante las dificultades existentes para que sean aprobados los presupuestos regionales para el próximo año, afirma que «hay que tener altura de miras política y moral, responsabilidad y humildad». Por mucho que se trate de un enunciado más cargado de buenas intenciones que de verdadero contenido, habrá pocos que lo rechacen.

Pero, claro, es inevitable pensar que ese tipo de actitudes, requeridas justamente ahora, cuando el Partido Popular se ve en apuros en Extremadura, hubieran sido también adecuadas cuando, ante las medidas que el gobierno central se vio obligado a tomar por las circunstancias económicas, lo que hicieron los compañeros de la vicepresidenta, más que «arrimar el hombro», fue poner zancadillas a sus adversarios o, en el mejor de los casos, tumbarse a contemplar el panorama. Esa demanda de «altura de miras», que tan razonable parece, chirría procediendo de donde procede.


Aún resulta más llamativo que al ruego anterior se añada que las presentes dificultades «exigen a todos despolitizar los presupuestos». Tal cual, por disparatado que parezca: despolitizar los presupuestos. Y lo sostiene alguien que milita en un partido y desempeña un cargo de primera línea en un gobierno autonómico. ¿Cómo puede pretenderse que la ley más importante sometida a un parlamento en muchos meses carezca de color, no responda a determinados planteamientos ideológicos? ¿Resultará indiferente de dónde provengan los ingresos públicos, en qué capítulos se disminuya el gasto, qué criterios fiscales se sigan, a quiénes se haga aportar más para la solución de los problemas?

No se trata, claro está, de que en tiempos como lo actuales prevalezcan los «intereses partidistas», si es que fueran opuestos a los de la ciudadanía, sino justamente de que el parlamento sea un reflejo de la pluralidad de la sociedad. Si el Partido Popular, que tanto alardea de su triunfo en las elecciones generales, lo ha olvidado, habrá que recordarle que sus escaños no constituyen mayoría en la Asamblea. Los responsables de la Junta habrán de recurrir a otras medidas y no solo a la formulación de buenos deseos si quieren que sus cuentas salgan adelante.

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2 de diciembre de 2011

Una consejera en apuros

NO TENGO el gusto de conocer en persona a la consejera de Educación y Cultura de Extremadura, pero cuantas veces la he visto en televisión me ha causado una impresión muy favorable. Habla con sentido común, sin síntomas de complejo de superioridad alguno y en un castellano claro y preciso, alejado de los tópicos y coletillas tan frecuentes en muchos de sus colegas.

Supongo, pues, que el papel que le hicieron desempeñar el otro día, cuando a poco de publicarse los presupuestos regionales para 2012, con una notable disminución de la partida destinada a la Universidad, hubo de aceptar que se modificaran los de su departamento, le resultaría doloroso. Por mucho que, según el responsable de Economía, «si un consejero se equivoca, rectifica», me inclino a pensar que a la mujer le cayó encima lo que un moderno llamaría un marrón de padre y muy señor mío. La levedad de las razones dadas por ella misma para justificar que, en apenas unas horas, varios millones de euros bailaran de un capítulo a otro, diciendo que «un presupuesto es un organismo vivo, sujeto a modificación» solo puede atribuirse al incómodo lugar en que las circunstancias la colocaron.


Cualquiera que sea la solución que el parlamento regional dé a este embrollo (con unos diputados de Izquierda Unida ante los que nunca sabe uno a qué atenerse), no debiera dejar de analizarse, con mesura, pero cogiendo el toro por los cuernos, si en una época en que servicios públicos básicos sufren de estrecheces, en que trabajadores y pensionistas pierden poder adquisitivo, en que importantes obras públicas se ven paralizadas, puede mantenerse al margen de las medidas de ahorro una universidad que creció desmesuradamente años atrás. Que se impartan en sus muchos campus titulaciones con apenas estudiantes o que en determinadas disciplinas casi haya más profesores que alumnos son situaciones, entre otras, a las que tarde o temprano habrá que hacer frente. Los excesos de algún antiguo prócer, que ataba perros con longanizas siguiendo criterios más populistas que racionales, traen ahora estas consecuencias.

Deseemos acierto en el futuro a la consejera de Educación y Cultura y pidamos a quienes la han colocado en tesitura tan difícil como la presente que la próxima vez cuenten hasta diez antes de anunciar algo que hayan de desmentir aprisa y corriendo al día siguiente.

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25 de noviembre de 2011

Certezas poselectorales

PRETENDER ser original a estas alturas al opinar sobre los resultados electorales del pasado domingo, cuando ya desde antes del cierre de las urnas la Red bullía de informaciones y análisis, es propósito inalcanzable. Pero quizás, por repetidas que hayan sido, convenga insistir en algunas ideas. Quizás convenga reiterar, por ejemplo, que más que una victoria arrolladora del Partido Popular, que apenas si ganó votantes respecto de elecciones anteriores, lo que se produjo el día 20 fue una estrepitosa derrota del PSOE. Establecido lo anterior, no estará de más volver a reclamar la modificación de una ley electoral que vulnera el principio de proporcionalidad y maltrata a los partidos minoritarios. E igualmente habrá que rechazar que una misma persona pueda desempeñar simultáneamente varios cargos representativos. El caso de algunos alcaldes extremeños elegidos senadores, que aseguran sin sonrojarse que su trabajo en Madrid no restará dedicación a sus obligaciones municipales, parece una burla a la inteligencia de los ciudadanos.



También cabrá destacar la improcedencia de la alegría desmesurada mostrada por algunos dirigentes de Izquierda Unida en la noche electoral. Su organización, efectivamente, vio notablemente incrementado el número de escaños (en mucha mayor proporción que sus votos, por cierto), pero la mayoría aplastante obtenida por la derecha va a reducir esos escaños a la inoperancia. Resultó mucho más adecuada a esas circunstancias la sensación agridulce que confesó tener Llamazares, creo yo.

Y, finalmente, resultará obligado resaltar la irrupción tanto en el Congreso como en el Senado de Amaiur, acontecimiento que tanto escuece a los sectores más retrógrados del nacionalismo españolista, a los que la desaparición de la violencia en el País Vasco bien pareciera privar de argumentos. El indiscutible éxito electoral de los independentistas de izquierdas otorga carta de normalidad democrática a un parlamento en el que los únicos nacionalistas con verdadero peso habían sido hasta ahora los conservadores. Por mucho que sus trompetas anuncien batallas en el hemiciclo, los catastrofistas de ciertos periódicos y cadenas de televisión tendrán que inventarse pronto nuevos fantasmas para mantener entretenida a su parroquia.

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21 de noviembre de 2011

La culpa no la tiene d'Hont

A LA VISTA de los resultados electorales del pasado domingo, ha vuelto a ponerse en cuestión la llamada Ley d'Hont, procedimiento aritmético que se utiliza para la asignación de escaños en cada circunscripción (y subrayo lo de en cada circunscripción).

Desde luego, resulta llamativo comprobar cuán diferente es el coste de un diputado según los distintos partidos. Así, en las elecciones del día 20, la relación votos/número de diputados fue, para los partidos que obtuvieron representación, la siguiente:


Por otra parte, partidos como EQUO, con más de 215.000 votos y PACMA, con casi 100.000, no obtuvieron representación.

Observemos que el coste del diputado a los partidos mayoritarios, PP y PSOE, por una parte, y a partidos nacionalistas como CiU, EAJ-PNV o ESQUERRA, por otra, no ha sido tan diferente como suele decirse. El procedimiento, pues, no favorece a los partidos nacionalistas, sino que perjudica a los partidos que no son mayoritarios y se presentan en muchas circunscripciones. Ello se pone de manifiesto con total evidencia en los casos de IU-LV y UPyD, a los que cada diputado cuesta unas tres veces lo que les cuesta a PP y PSOE. Eso por no hablar de EQUO, que no logra ni un solo diputado pese a sus más de 215.000 votos.

Pero hay que aclarar, inmediatamente, que estos graves defectos del sistema de reparto no son atribuibles al método d'Hont, que no es sino un algoritmo neutral, sino que, al haber circunscripciones como la de Cáceres, por ejemplo, con solo 4 diputados, o menos, los restos del reparto (votos que no permiten asignar escaño) se pierden. Son muchas las circunscripciones pequeñas en que partidos como IU, UPyD, reciben votos que no les sirven absolutamente para nada.

Hay quien propone que para evitar estas distorsiones se establezca una única circunscripción electoral para todo el territorio español, pero ello tendría el grave inconveniente de que partidos nacionalistas de amplia tradición histórica en sus territorios y representativos de importante capas de la población, quedarían sin presencia parlamentaria o esta se vería reducida a la mínima expresión.

Una solución sencilla que no requeriría modificación constitucional (pues en esa ley se estable que el Congreso puede tener hasta 400 diputados) fue propuesta por Peces-Barba hace años y, aquí mismo tuvimos ocasión de hablar con algún detalle sobre ella. Consistía dicha solución en añadir a las circunscripciones actuales una más, de carácter nacional, a la que corresponderían 50 diputados y a la que irían a parar los votos no utilizados en cada una de las circunscripciones provinciales (más las de Ceuta y Melilla). El resultado que esta sencilla modificación produciría sería una mucho mayor igualdad en el coste de los diputados de todos los partidos sin que ninguno de amplio respaldo en su comunidad autónoma quedara relegado a la insignificancia.

Aprobar esa modificación solo dependería de la voluntad de los dos partidos mayoritarios. No parece que estén por la labor.
 

18 de noviembre de 2011

Enriquecerse en medio de la niebla

ESTABA tentado de dedicar este espacio a comentar la respuesta de cierto candidato electoral a una pregunta en televisión, cuando dijo que «al llamar matrimonio a la unión de una pareja del mismo sexo, alguna gente se siente dolida». Me parecía un punto de partida interesante para hablar sobre la visión totalitaria del mundo de ciertas personas que se llaman a sí mismas liberales, según las cuales lo que yo haga es lo que han de hacer los demás, y lo que para mí esté vedado, ha de estarlo también para ellos. Decidí, sin embargo, dejar el tema para otro día. Esa norma completamente sobrepasada por la realidad que hace de hoy una jornada «de reflexión» puede que así lo aconseje.


Por eso hablaré de una película vista recientemente, The fog of war, no sé si estrenada en España en salas comerciales, que gira sobre la vida de Robert McNamara, Secretario de Defensa de los Estados Unidos en los años del presidente Kennedy y de su nefasto sucesor Lyndon B. Johnson. Se rememoran en ella momentos críticos, como el de la Crisis de los misiles, que puso al mundo al borde de la hecatombe nuclear, o el de la guerra de Vietnam, que marcó a una generación. El documental es interesante porque en él un anciano McNamara, que actúa como narrador, no tiene empacho en reconocer verdades que en su día se ocultaron, como que el Incidente del Golfo de Tonkin –la supuesta agresión por parte de los vietnamitas a una patrullera americana– fue, eso, una pura invención para justificar la guerra. La película muestra la catadura moral de los dirigentes americanos de la época y la simpleza extrema de sus razonamientos.

El documental permite reafirmarse en la idea de que en países con sistemas políticos supuestamente democráticos las decisiones importantes no solo son tomadas por minorías, sino a espaldas de las opiniones públicas, a las que se engaña sin pestañear. Habrá que esperar, pues, décadas para conocer las verdaderas causas de la crisis que asola en estos días medio mundo y está conduciendo a un brutal recorte de derechos que tanto costó obtener. Algún McNamara de hoy aparecerá en las pantallas del futuro, sonriente, recordando cómo se inventaron esta o aquella patraña, cómo engañaron descaradamente a tantos millones de personas, a las que condujeron a la miseria y la desesperación mientras ellos se enriquecían aún más en medio de la niebla.

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11 de noviembre de 2011

El castigo de la indiferencia

ALGÚN lector pensará que me lo invento, pero hacía yo la otra mañana mi habitual ruta anticolesterol cuando, a la vista de algunos carteles electorales –pequeños los de Izquierda Unida, enormes los del PP (no vi ninguno del PSOE, palabra de honor)–, caí en la cuenta de que, en esta ocasión, a diferencia de otras, no había aparecido en la campaña el antaño indispensable Rodríguez Ibarra. ¿El peso de los años? ¿Una encomiable intención de dar paso a nuevos valores? ¿Una inoportuna gripe?

Como esos paseos matinales oxigenan el cerebro, a poco de reflexionar sobre el asunto me incliné por atribuir la ausencia en la pelea de persona tan combativa y de tanto predicamento como el expresidente a que, disconforme con la manera en la que sus correligionarios están llevando la cosa, hubiera optado por un prudente silencio. Mejor permanecer callado que discrepar de los amigos en una situación difícil y, mucho menos, defender algo en lo que no se cree.


Sería una postura respetable. Soy de quienes piensan que Rubalcaba fue la mejor elección posible para sustituir a Zapatero, desaparecido en combate, pero las circunstancias le están siendo tan adversas, las zancadillas que le han puesto tan de tarjeta roja, que incluso en el debate del otro día con Rajoy fue incapaz de desplegar todo su poder de convicción, atrapado por una liturgia encorsetada a la que debiera haberse negado y por una herencia plagada de deudas que pesa sobre él como una losa. Por muy buen orador que se sea, es imposible defender lo indefendible. Se entendería, pues, que un viejo león como Ibarra prefiriera no participar en la ceremonia.

Sin embargo, cuando al regresar a casa leí en este periódico que nuestro hombre sí iba a hacer campaña, pero en Ciudad Real, tuve que recomponer mis ideas. El enclaustramiento del veterano guerrero no era, pues, fruto de su desacuerdo con una política que juzgara desacertada. Tampoco de un deseo de mantener prudencia ante el abandono de principios que se dijeron irrenunciables y ahora yacen en el baúl de los recuerdos. Las razones eran más prosaicas, más de andar por casa: desacuerdos entre vecinos, disputas de familia, rencores no cicatrizados... Rechacé atribuirlas a que, a diferencia de la victoria, la derrota siempre sea huérfana.

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5 de noviembre de 2011

La teoría de las catástrofes se quedó corta

HABRÁN pasado 30 años desde que tuve ocasión de oír, en unas jornadas celebradas en Zaragoza, a René Thom, el célebre científico francés creador de la teoría de las catástrofes. Tuvo una importancia capital en las matemáticas del siglo pasado y recibió la medalla Fields, una distinción equivalente en su mundo al premio Nobel. El hombre estaba ya notablemente envejecido y los oyentes nos esforzábamos por no perder detalle de su conferencia, pronunciada en un francés monocorde y apenas audible. Falleció en 2002 sin lograr su objetivo de hallar un procedimiento para evitar situaciones caóticas en campos tan aparentemente dispares como la biología o la economía, por ejemplo.


Lo recuerdo en este momento, cuando las noticias sobre la crisis mundial, y más concretamente en esta Europa que creíamos tan asentada, se suceden a un ritmo propio de ópera bufa. Salen unos personajes al escenario, sueltan su gracia, se van, aparecen otros, se suceden los líos, hoy dicen que blanco, mañana que negro, ahora convocan referéndums, más tarde los desconvocan,  por la mañana se adoptan medidas definitivas y suben las bolsas, por la tarde las medidas se tornan inútiles y las bolsas se hunden. Al tiempo aumenta el paro, se reducen los salarios, servicios públicos esenciales se hallan en riesgo…

Ignoro si René Thom se fue al otro mundo sin lograr su propósito porque le faltara tiempo o, más probablemente, porque se tratara de un objetivo imposible. Los economistas intentan resolver problemas de una gran complejidad aplicando criterios científicos y se olvidan de que el mundo que pretenden regular no se rige por tal tipo de razones, sino por otras puramente egoístas, basadas en la búsqueda del máximo beneficio en el mínimo tiempo posible. La cuadratura del círculo resulta más sencilla.

Mientras, aquí, dicen que ha empezado la campaña electoral. Así será. La ilusión que otras veces acompañaba estos días se ha tornado en indiferencia. El voto que antes se entregaba con convencimiento, ahora, en el mejor de los casos, se dejará caer con desgana. Los programas políticos se mezclan con los folletos del supermercado y dedicar tiempo y esfuerzos a discutir sobre si se gastaron tres euros más o menos en las baldosas de un edificio oficial parece la contribución más importante que algunos pueden hacer al bien común. ¡Lo que hubiera disfrutado René Thom viendo este panorama!

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29 de octubre de 2011

Llamazares merece seguir

ES PROBABLE que algunos lectores tilden estas líneas de faltas de objetividad. No pasa nada. Aún está por nacer quien al opinar sobre cualquier asunto, humano o divino, no lo haga obedeciendo a su particular modo de enfocar las cosas. La objetividad, si existe, solo puede hallarse en un enunciado matemático o al sostener que el sol sale todos los días, como me recuerda mi médico cada vez que le pido un diagnóstico exacto. Aun así, aunque algunos lectores puedan juzgar esta columna de tendenciosa, serán más los que compartan conmigo la idea de que Gaspar Llamazares, el antiguo líder de Izquierda Unida, ha sido uno de los mejores parlamentarios de los últimos años. Por sus formas, siempre respetuosas con el adversario, por el fondo de sus propuestas, argumentando sólidamente sobre cómo mejorar muchos aspectos de nuestro sistema político, por su defensa de servicios públicos esenciales, por su “voluntad de diálogo, integración y comprensión de la pluralidad social”.


Me ha parecido, pues, muy oportuno el acto recientemente celebrado en Madrid en el que intelectuales y artistas homenajearon al hasta ahora diputado de IU que, en las elecciones del próximo día 20, se presentará como candidato al Congreso por su región natal. “Si viviera en Asturias –rezaba el lema del manifiesto firmado por los organizadores del homenaje– votaría a Gaspar Llamazares”. Es una afirmación que suscribiríamos muchos otros electores. Muchos otros electores que, desafortunadamente, no tendremos la oportunidad de influir con nuestro voto para que un parlamentario de la categoría de Llamazares continúe en la Carrera de san Jerónimo tras el 20 de noviembre.

Faltan apenas tres semanas para la perezosa y tópicamente llamada “cita con las urnas” y algunos, no solo en Extremadura, echamos en falta candidatos de auténtica envergadura que, pese al desprestigio en que se hallan los partidos mayoritarios, fueran capaces de sacarnos de ese “no sabe, no contesta” que parece haberse instalado entre nosotros. Todos damos los resultados electorales por descontados, la gente espera sin ilusión, a derecha e izquierda, la noche del día 20 y las trifulcas que mantienen unos y otros sobre qué vídeo propagandístico es más infumable solo nos merecen bostezos. Es una pena, sí, no ser asturiano, aunque fuera por un solo día.

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22 de octubre de 2011

¡Pobres senadores, cuánto trabajo!

LA CONSTITUCIÓN Española contiene algunos artículos verdaderamente chocantes. Tal sucede, por ejemplo, con los que proclaman el derecho de todos los españoles al trabajo o a la vivienda digna. Los padres de la patria, en un descuido, se olvidaron de indicar dónde reclamar si esos derechos eran ignorados. Esa misma constitución, que en muchos supuestos es intangible y en otros, como la experiencia reciente demuestra, puede ser toreada sin complejos, establece que el Senado es la Cámara de representación territorial. Un detalle de buen humor, sin duda, si nos atenemos a lo ocurrido en los treinta y tres años que la ley lleva vigente.


¿Representación territorial? ¿Recuerda el lector alguna ocasión en que, sometido a la consideración de tan alto órgano algún proyecto de ley, hayan votado a su favor esta y esa comunidad autónoma y en su contra aquellas otras? Las votaciones en el Senado, como en el Congreso de los Diputados, no obedecen a intereses territoriales, sino a los de los partidos presentes en él, PSOE y PP fundamentalmente. Por todo ello, quiénes sean los próximos senadores por Cáceres y Badajoz despierta el mismo interés en la ciudadanía que un partido de tercera regional de esos que tan a menudo suele transmitir, incluso en estos tiempos de penuria, Canal Extremadura.

Dicho lo cual, confieso que me llevé las manos a la cabeza cuando leí que políticos cuya agenda suponía apretadísima, como el alcalde de Mérida y su colega, la alcaldesa de Cáceres, concurrirán en las próximas elecciones para ser senadores por sus respectivas provincias. Su dedicación a las tareas municipales les debieran ocupar, pensaba yo, las 24 horas del día. ¿Buscarse, en esas condiciones, un empleo extra?

Pues sí, porque la alcaldesa de Cáceres, por ejemplo, explica con desparpajo que ser senadora no le obligará a desatender sus deberes en el ayuntamiento; que, total, son cuatro días al mes…

¿Cuatro días al mes? Rechazaba dar por buena esa disculpa, que atribuí a un lapsus, hasta que, indagando un poco, averigüé, por poner un ejemplo, cuáles fueron las actividades del alcalde pacense, el señor Celdrán, durante los tres años en que fue senador: Se acreditó, formó parte del pleno de la cámara y de comisiones en cuatro ocasiones y formuló dos preguntas sobre el número de extranjeros empadronados en Badajoz. En tres años. ¡Pobre hombre, terminaría agotadito!

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15 de octubre de 2011

Enchufes y corruptelas

INICIALMENTE pensé que el término enchufismo no vendría en el Diccionario. Me confundí. Viene y se define, incumpliendo aquella vieja norma escolar de que lo definido no debe formar parte de la definición, como «corruptela política y social que favorece a los enchufistas». Enchufista es la «persona que disfruta de varios enchufes o sinecuras». Y así sucesivamente.

El caso es que, como todo el mundo sabe, el término está muy en boga en estos días extremeños, a cuento de ciertos nombramientos efectuados por dirigentes del Partido Popular. Seguro que en otro lugar de este periódico –quizás en la página de sucesos– podrá el lector encontrar las últimas novedades al respecto.

Quería reflexionar brevemente sobre este lamentable asunto, destacando en primer lugar el nivel de verdulería (no se ofendan, por favor, las dignísimas personas que venden verduras y hortalizas) en que ha caído en las últimas fechas, con acusaciones mutuas, el debate que sería impropio llamar político entre nuestros teóricos representantes. Es lógico (y por eso a los partidos se les llama precisamente así) que sobre cualquier asunto de interés público haya visiones diferentes e incluso enfrentadas. Los parlamentos se crearon, entre otras cosas, para dar cauce civilizado a esos distintos pareceres. Pero esas diferencias entre los grandes partidos no debieran impedir que su primera preocupación fuera resolver los problemas que nos acosan. Discutir en las instituciones, de mala manera, no sobre las dificultades presentes, sino sobre quiénes, ahora o en el pasado, han abusado más de prácticas que antes que de personas honradas parecen propias de padrinos mafiosos, constituye una lamentable perversión de los fines para que esas instituciones fueron creadas.

Pero, además, está el nivel, pedestre, podríamos decir, de las supuestas corruptelas. Cuando en algunos lugares de España ciertos directivos de cajas de ahorro se han ido a casa con indemnizaciones multimillonarias y en otros numerosos exministros cobran sueldos de escándalo por dormitar en consejos de administración, que aquí se llegue casi a las manos por quién desempeñe un puesto de chófer o de secretaria de una alcaldesa añade una gota de cutrez al cóctel amargo que nos están haciendo tragar. Incluso en estos asuntos somos una región modesta.

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8 de octubre de 2011

¡Americanos, os recibimos con alegría!

UN GOBERNANTE repleto de buenas intenciones podría comprometerse, qué sé yo, a que la Tierra dejara de girar sobre su eje. Podría dedicar a ese fin esfuerzos sin tino y mil noches en vela. No lo lograría, claro, pero lo único que podría echársele en cara sería su ingenuidad. Contra las leyes de la Física poco puede hacerse.

Zapatero no se comprometió a que la Tierra dejara de girar, pero a menudo ignoró que los fenómenos económicos no suelen plegarse a los deseos de nadie. Y que las leyes que los regulan están lejos de ser universalmente eficaces, hasta el punto de que medidas consideradas convenientes a un lado del océano en la otra orilla parecen el peor de los remedios. ¿A qué atenerse? ¿Ser díscolo y obrar a su aire? ¿Desoír las peticiones –algunos las llaman mandatos– de países como Francia o Alemania?

Para muchos españoles, las mayores críticas a las que se ha hecho acreedor el presidente del Gobierno no son, pues, las relativas a su gestión de la crisis. Las penurias asolan numerosas naciones y gobiernos de distinto signo están pagando en las urnas las consecuencias. Incluso el Partido Popular, aquí en España, parece haberse enterado de ello y desde hace semanas viene advirtiendo de que no tiene una varita mágica para salir de ésta. La letanía de que la solución a nuestros males llegaría tan pronto se instalase Rajoy en la Moncloa ha pasado a mejor vida.


Lo que a muchos nos duele es que en terrenos en los que sí tenía mayor libertad de movimientos, Zapatero haya dilapidado el amplio respaldo popular del que gozó. ¿En qué aguas naufragaron la no participación en guerras ajenas, la ampliación de derechos civiles, la separación entre Iglesia y Estado?

Se va el presidente y deja sin cumplir promesas que podría haber hecho realidad de haberlo querido. La ley de libertad religiosa duerme el sueño de los justos; la de muerte digna pasó a mejor vida… Y, en las últimas semanas, lo que faltaba: Participación española en los bombardeos de la OTAN en Libia y revitalización de la base americana de Rota. En este último caso, la invención de enemigos imaginarios para justificar semejante proceder es tan ridícula como la promesa del maná de dólares que gastarán los yanquis cuando lleguen a la colonia. Berlanga estará montando un remake en el otro mundo mientras Rubalcaba, generoso, se dispone al sacrificio.

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1 de octubre de 2011

Canal Extremadura e Izquierda Unida

INFORMABA el otro día el periódico Extremadura  de que la televisión regional, Canal Extremadura, tuvo una audiencia en la pasada temporada de un 5 %. O sea, que solo uno de cada veinte televidentes (que no del total de la población) sintonizó regularmente esa cadena. Teniendo en cuenta, además, que buena parte de la programación del canal consistió en corridas de toros, partidos de fútbol y reportajes intrascendentes, no parece que su papel en la formación de la opinión pública extremeña haya sido decisivo. En consecuencia, quién sea el director de la cadena no debiera preocupar mucho.

Pese a ello, no puedo negar que el resultado de la reciente votación en la Asamblea, a propósito de la dirección de la oficialmente llamada Corporación Extremeña de Medios Audiovisuales me ha dejado bastante… contusionado, si se me permite la expresión. Me ha dejado bastante contusionado porque soy incapaz de encontrar una explicación plausible al apoyo que Izquierda Unida ha prestado para la designación como directora del organismo de una persona claramente vinculada a Veo7, la ruinosa televisión ultraderechista madrileña. Las justificaciones dadas por IU alegando etéreos compromisos del PP me han parecido muy endebles. Firmar declaraciones bien intencionadas está al alcance de cualquiera: todos los seres humanos somos buenos, el bien del prójimo es nuestra meta, etcétera, pero en tanto llevemos esos principios a la práctica, mejor que la vela que vaya por delante sea la que alumbre, habrán pensado los populares. 


En conclusión: aunque la audiencia del canal regional sea escasa y su incidencia en la opinión pública irrelevante, me hubiera gustado que al frente de él se hubiera colocado a una persona aceptada por todos. No sé si ese fue el caso de los anteriores directores e ignoro si cuando la designación para ese cargo correspondió al PSOE éste contó con la opinión del PP; si no hubiera sido así, igualmente mal me habría parecido. Pero lo que hace singular este caso es el apoyo otorgado por Izquierda Unida a la propuesta unilateral del Partido Popular, que deja definitivamente a muchos de los votantes extremeños de la formación de izquierdas, tras la abstención que propició el acceso de Monago a la Presidencia de la Junta, sin el más mínimo argumento para mantener su apoyo a la misma en próximos comicios.

Artículo publicado en el periódico Extremadura
 

24 de septiembre de 2011

Nuestro corazón está a la izquierda

HACE AÑOS, en días infinitamente más negros que los presentes, vino a actuar en España la famosa cantante, musa de los existencialistas franceses, Juliette Gréco. Entrada ya en la madurez, lucía una elegancia que no solo se manifestaba en su austero porte y en las líneas sencillas de su vestir, sino en la forma serena en que respondía a los periodistas. Se anunciaban para fechas próximas elecciones presidenciales en Francia y alguien en televisión tuvo la indelicadeza de preguntarle a quién iba a votar. La Gréco, aunque prudente, no eludió la respuesta: «Su pregunta es de las que no deben hacerse, pero… mi corazón siempre ha estado a la izquierda».

Lo recuerdo hoy, a dos meses del próximo 20 de noviembre, cuando muchos de quienes tenemos el corazón en el mismo lugar que la Gréco nos debatimos en un mar de dudas. ¿A quién votar? ¿Merecerá la pena acudir al colegio electoral para algo que no sea dejar un voto en blanco?


No soy de quienes opinan que el PSOE y el PP son la “misma cosa”. Hay que estar ciego, o cegado, para mantenerlo. Pero es cierto que importantes decisiones de Zapatero en los últimos años, especialmente en el terreno económico, han hecho difícil distinguir la línea que los separa. Los giros, las improvisaciones, las contradicciones gubernamentales, hacen poco creíbles los compromisos que ahora formulan quienes, como Rubalcaba, participaron de ellos. El candidato del PSOE le da mil vueltas a Rajoy, pero no puede eludir haber sido ministro con Zapatero.

Izquierda Unida, por su parte, castigada por una ley electoral injusta, sigue pareciendo en muchos lugares una opción antes testimonial que efectiva. En Extremadura, además, su abstención en la Asamblea, permitiendo el acceso del PP a la presidencia de la Junta, nos dejó a muchos de sus votantes desconcertados. Una razón para elegir la papeleta de IU en circunscripciones con nula probabilidad de que obtenga diputados es contribuir a que a nivel nacional alcance el porcentaje requerido de votos para constituir grupo parlamentario. ¿Suficiente razón?

Pero la cuestión clave es si quienes, como la Gréco, tenemos el corazón a la izquierda vamos a colaborar, aunque sea por omisión, a la arrolladora victoria del PP que todas las encuestas vaticinan. ¿Tendremos derecho, luego, a quejarnos de lo que pase?

(Artículo publicado en El Periódico Extremadura).
 

17 de septiembre de 2011

El profesor expiatorio

SIEMPRE HE DETESTADO ciertas generalizaciones a las que los españoles somos propensos. Esas simplezas según las cuales los andaluces son chistosos, los catalanes peseteros y los extremeños indolentes. Tópicos de una España profunda que no desaparece por mucho que caigan las hojas del calendario. Tópicos a lo Martínez Soria, podríamos decir, frecuentes en los viejos espectáculos de revista, de pobres vedettes que se ganaban la vida luciendo lo poco que la censura les permitía lucir en ferias de pueblo, entre chiste y chiste de algún humorista rijoso.

Pero hay otros tópicos más recientes, tan injustos como los de antaño, que parecen ganar más adeptos cada día. Son esos de que los funcionarios no pegan ni golpe, que los profesores gozan de muchos privilegios o que todos los políticos son iguales. ¿Habrá alguien que haya oído, qué sé yo, a González Pons y Llamazares, por ejemplo, que pueda mantener sin sonrojo semejante disparate?

Entre los profesores –pues de ellos quería hablar– habrá, sin duda, quienes no constituyan ejemplo de entrega y sacrificio. Como entre los médicos, los fontaneros, los curas y los militares sin graduación (o con ella). Pero, según mi experiencia de casi cuarenta años en ese oficio, son una inmensa mayoría los que se esfuerzan para llevar a cabo su tarea lo mejor posible, en un contexto no siempre favorable. Los que no consideran finalizado su trabajo cuando, cada día, abandonan su instituto o colegio. Aunque haya, sí, maestros que no rindan al máximo, quienes se rijan por la ley del mínimo esfuerzo, quienes debieran ver su trayectoria más severamente evaluada...


Pero decir, de forma tan provocativa como han hecho cierta presidenta autonómica y su belicosa consejera de educación, que los profesores de la enseñanza pública, sin excepción, no trabajan lo suficiente y que su carga laboral es más ligera que la de cualquier funcionario denotaría, en el mejor de los casos, una ignorancia sobre el asunto impropia de los cargos que ocupan. En el peor, un intento de poner el parche, incluso a costa del buen nombre del colectivo docente, en la herida de los recortes en el sistema educativo que ya han emprendido.

O quizás, vaya usted a saber, se trate de contribuir a que entre sus administrados cunda la idea de que la mejor enseñanza es la privada. Crecidos como están, cualquier hipótesis es factible.
   

10 de septiembre de 2011

¡Todos a la cárcel!

CUANDO, tras la reunión de Las Azores, el Gobierno de Aznar decidió la participación del ejército español en la invasión de Irak, fuimos millones de españoles los que nos manifestamos abiertamente en contra. En la totalidad de poblaciones importantes de nuestro país se sucedieron las marchas de protesta. Entre ellas, Cáceres, donde un numeroso grupo de personas se reunió ante la sede del PP. Algunos militantes de este partido, con la inestimable colaboración de la jerarquía de la policía local, denunciaron judicialmente a varios de los participantes en dichas protestas, que hubieron de acudir a los juzgados, tras ser citados formalmente. Al cabo de unos meses y tras varias comparecencias, se les informó de que el juez había decidido archivar las denuncias por carecer de fundamento.


Ahora leo que «el Ayuntamiento de Guadalajara, que gobierna con mayoría absoluta Antonio Román (PP), aprobó una moción para pedir a la Delegación del Gobierno que identifique a los más de 500 profesores que el miércoles protestaron en la ciudad contra el aumento de horas lectivas, que según los sindicatos mandará al 10% de los interinos a la calle».  No que se identifique ni a uno ni a dos. A los 500. ¡Y aún no estamos a 21 de noviembre!

De casta le viene al galgo.
 

Apóstoles del sufrimiento

ME ASUSTÉ al leer en el periódico, con verdadero pavor, que una llamada Asociación Derecho a Vivir había denunciado recientemente ante los juzgados de Huelva a la dirección y los médicos de un hospital por «haber incurrido en un delito de omisión del deber de socorro y de inducción al suicidio». Con verdadero pavor, digo, porque si existen médicos que, además de no prestar cuidados a quien los necesite, inducen a sus pacientes al suicidio, entonces ya no sé en qué mundo vivimos.

Pero no. Leyendo con detalle la noticia me percaté de que el asunto no había sido exactamente así. Quiero decir, la denuncia existió y los motivos que se alegaron fueron los citados, pero lo sucedido tiene poco que ver con lo que la dichosa asociación pretendía hacer creer.


El caso, en realidad, ha sido el de una anciana de 91 años que, tras sufrir un derrame cerebral hace meses, quedó en una situación de coma profundo e irreversible, siendo alimentada artificialmente desde entonces, inmóvil en una cama hospitalaria, a través de una sonda que la mantenía en lo que difícilmente podría llamarse vida. La familia se acogió a la andaluza Ley de Muerte Digna para que cesara el encarnizamiento terapéutico con la anciana, la Justicia le dio la razón y, tras las oportunas consultas, el hospital retiró la sonda a la agonizante, que falleció de forma natural hace unos días.

Lo preocupante de este suceso no es que ciertas asociaciones integristas dicten a sus miembros las normas de conducta que estimen oportunas, sino que pretendan imponer sus puntos de vista morales y religiosos a toda la ciudadanía, aun a costa de derechos que debieran ser intangibles. Incluso atemorizando a médicos y enfermeros con denuncias injustificadas. Por ello es conveniente que, en la medida en que ciertas normas legales lo permiten, como la que en Extremadura regula la Expresión Anticipada de Voluntades, quienes no quieran verse sometidos, llegado el caso, a tratamientos hospitalarios que atenten contra su dignidad y prolonguen artificialmente su existencia, dejen constancia escrita de ello. No solo en beneficio propio y del personal sanitario, sino para contribuir a frenar el avance de posturas retrógradas como la que motiva estas líneas. Parar los pies a esos apóstoles del sufrimiento, que si es menester utilizan el crucifijo para implantar a martillazos sus criterios, es obligación de todos.
 

2 de septiembre de 2011

Un referéndum prescindible

UNA DE LAS MAYORES hazañas, por así decir, de Felipe González durante el largo período en que presidió el Gobierno fue quebrar la opinión pública, hasta entonces contraria a la pertenencia de España a la OTAN, para que en el referéndum celebrado en marzo de 1986 prevaleciera la postura favorable a la integración de nuestro país en esa organización militar. El PP, entonces Alianza Popular, propugnó por razones tácticas la abstención, los partidos nacionalistas se movieron en una estudiada ambigüedad y las organizaciones situadas a la izquierda del PSOE echaron el resto, sin éxito, para que venciera el no. El papel de la televisión pública (la única entonces existente) actuando sin complejos a favor del fue determinante.

Menciono lo anterior como precedente, para el improbable caso de que prosperara la idea defendida por algunos partidos y movimientos sociales de que la modificación de la Constitución recién acordada por el PP y el PSOE sea sometida a referéndum. Una consulta prescindible, a mi juicio. Y no porque la gente no merezca ser escuchada, ni porque el asunto sea insignificante. Prescindible porque si los dos grandes partidos, que reúnen a la inmensa mayoría de los electores, han acordado algo, por alevosamente que haya sido, es difícilmente imaginable que con la campaña que llevarían a cabo no lograran que su decisión fuera respaldada abrumadoramente en un plebiscito. Mejor ahorrarnos el espectáculo.


Me temo que quienes frecuentamos Internet y procuramos informarnos por canales independientes tendemos a confundir los deseos con la realidad, pensando que lo que se cuece en un rincón de la Red es fiel reflejo de lo que se cuece en la sociedad; que el nivel de politización de foros y redes sociales es generalizable a toda la población. Y no es así. No quiero ser pesimista, pero no hay más que analizar los paneles de audiencias de las distintas cadenas de televisión o ver qué noticias son las más leídas cada día en los periódicos de mayor difusión, para constatar lo poquito que tendrían que hacer los opuestos a la modificación constitucional ante una campaña en sentido contrario encabezada por los dos grandes partidos, con toda la artillería publicitaria a su servicio. Pensar lo contrario, siento decirlo, es tan respetable como propio de una ingenuidad casi angelical.
   

30 de julio de 2011

Las cofradías y el monstruo

HASTA HACE poco, era raro el verano en que los tabloides británicos no daban cuenta de la tradicional aparición del monstruo del lago Ness, la enorme y profunda extensión de agua dulce en las Highlands (tierras altas) de Escocia, donde se hace el mejor whisky del mundo. Quizá fuera precisamente la abundancia con que allí se produce el portentoso brebaje lo que explicara que muchos nativos jurasen año tras año haber visto salir de las aguas al gigantesco pulpo.

La razón más simple de que esas apariciones, que ni el mismísimo Julio Verne hubiera imaginado, tuvieran tanta repercusión en los periódicos (que ofrecían detalladas descripciones de Nessie, el bicho, e incluso supuestas fotografías de él) era que en verano no se daban noticias de importancia y, por ello, la prensa tenía que recurrir a ese tipo de historias para llenar sus páginas.


Pues bien, he de decir que un asunto del que se ha ocupado los diarios extremeños durante los pasados días, el del hipotético abandono en que se hallan las cofradías de la Semana Santa cacereña, me hizo recordar lo del pobre monstruo, que quizá no haya vuelto a dejarse ver para evitar, tal y como está el patio, que le desahucien por impago del alquiler. ¿Hablando en julio, también en julio, de la Semana Santa? ¿Un fácil recurso de redactores ayunos de novedades?

Pero no, no se trata de una invención de periodistas desocupados. Se trata de que los señores (la mayoría son señores) cofrades han aprovechado los calores estivales para expresar su preocupación porque, según ellos, el ayuntamiento cacereño no les subvenciona como Dios –nunca mejor dicho– manda. Hablan más bien en pasado, refiriéndose a la anterior corporación, llena de peligrosos rojos, como todo el mundo sabe, pero no dan puntada sin hilo. Parece que pese a sus numerosos afiliados (unos diez mil, según dicen) apenas si pueden correr con los costes de sus desfiles, de modo que quizá por aquello de «quien no llora...» aprietan, como el que no quiere la cosa, al nuevo consistorio. Con lo sencillo que sería que cada uno de ellos aportara unos eurillos a la causa.

Afortunadamente (para ellos) la nueva alcaldesa ha acudido presta al quite: «las cofradías tienen toda la razón, ha sido una vergüenza». Así que ya saben ustedes, amigos lectores descreídos, adónde irá a parar buena parte de sus próximos impuestos. En cuanto a Nessie… ¡qué suerte tiene, el tío, de vivir en Escocia (y no solo por el whisky)!

23 de julio de 2011

Otra distribución de escaños en la Asamblea de Extremadura

Con relación a la distribución de los 65 escaños de la Asamblea de Extremadura en caso de haberse aplicado a la normativa electoral algunas de las modificaciones barajadas en los últimos meses, pueden hacerse las siguientes consideraciones, siempre a partir de los resultados del 22 de mayo, que recordamos a continuación:

Primer supuesto: Se mantiene el sistema actual, pero agrupando las dos circunscripciones.

En este supuesto se mantienen la ley D’Hont para el reparto de escaños y la exigencia de un mínimo del 5% de los votos válidos para entrar en el mismo, pero en lugar de asignar 29 escaños a la circunscripción de Cáceres y 36 a la de Badajoz (números que no son proporcionales al censo de cada provincia, quedando la de Cáceres sobreponderada), se asignan 65 escaños a una única circunscripción.

Habría que partir de esta distribución de votos en toda la comunidad:

 

y aplicar la regla D´Hont, tal y como se hace ahora en cada circunscripción por separado. Sin embargo, como puede comprobarse fácilmente, la distribución final de escaños hubiera sido la misma que antes:

Importa destacar que incluso suprimiendo el requisito actual de alcanzar un mínimo del 5% para entrar en el reparto los resultados hubieran sido los mismos.

En resumen: ni la unificación de las dos circunscripciones en una sola ni la eliminación de un porcentaje mínimo de votos hubiera modificado el reparto de escaños, siempre partiendo de la distribución de votos del 22 de mayo. Con otros resultados electorales, la exigencia de un mínimo porcentaje o la agrupación de circunscripciones sí hubieran modificado la composición del parlamento regional.

Segundo supuesto: Se establece un sistema proporcional puro.
  • Consiste este procedimiento en utilizar un sistema de compra de escaños, en el que el coste de cada escaño es el cociente del total de votos válidos entre el número de escaños disponibles. Cada lista logra tantos escaños como pueda pagar utilizando sus votos. Cuando ninguna lista pueda comprar más escaños porque los votos que les queden sean inferiores al coste de un escaño escaño, los escaños restantes bajan su precio sucesivamente hasta llegar al del mejor postor. Ninguna lista queda eliminada, con independencia de su porcentaje de votos, hasta que se acaban los escaños a repartir. Así los puestos sobrantes en el primer reparto se distribuyen en una segunda ronda entre los partidos de mayores restos. (Fuente: http://bit.ly/rpAco1)
La simulación en este caso la realizamos considerando una única circunscripción, pues esta es la forma (aunque en las elecciones últimas, con el sistema vigente, no hubiera modificado el reparto de escaños) que produce una mayor proporcionalidad en el reparto.

En primer lugar habríamos de calcular el coste de un escaño:

 

 Y aplicando el criterio antes descrito:
 
(El resto es la diferencia entre el número de votos obtenidos y el producto de los escaños iniciales por el precio de cada uno; o, si se prefiere, el resto de la división entera del número de votos entre el precio de cada escaño).

Observemos que con este sistema UPyD y IPEX hubieran obtenido representación, y ello con independencia de no haber alcanzado el 3% de los votos. Las consecuencias políticas de esta hipotética distribución son asunto diferente al aquí tratado.

El siguiente gráfico muestra cuál hubiera sido la distribución de escaños en la Asamblea, junto a la distribución actual.

Interior: composición actual.      Exterior: composición en esta simulación

El lector puede estar interesado en saber cómo hubiera quedado la Asamblea en caso de aplicar este sistema puro a cada una de las dos circunscripciones electorales por separado, con el mismo número de escaños en cada una (36 en Badajoz, 29 en Cáceres) que en la actualidad. Nos limitamos a exponer cuáles hubieran sido esos resultados:
 

Como se ve, PP y PSOE hubieran perdido un escaño cada uno (en relación con el caso de agrupación de las dos provincias), que hubieran ido a parar a UPyD y UPEX.