31 de octubre de 2007

¿Servicios de atención telefónica?

CON GRACIA INSUPERABLE, narraba aquí mismo [El Periódico Extremadura] hace unos días mi buen amigo Salvador Calvo las mil y una vicisitudes que había sufrido en su heroico intento de lograr la devolución, por parte de cierta compañía telefónica, del importe indebidamente cobrado, no de uno ni de dos, sino de tres recibos en los que se le cargaba un dineral por cientos de SMS que él no había cursado. Nadie habrá puesto en duda que lo contado por Salvador sea cierto, porque, en mayor o menor medida, a todos nos habrá ocurrido algo parecido en más de una ocasión.

Mi última experiencia en la siempre arriesgada aventura de llamar a uno de esos centros telefónicos de atención al cliente, en los que te contesta una máquina a la que le resbala cuanto digas o un explotado trabajador que en ocasiones apenas si sabe farfullar dos palabras en castellano, sucedió el otro día, al poco de contratar, tras varias llamadas que se interrumpían al cabo de unos minutos, una mejora en mi conexión a internet. Luchando contra un molesto ruido de fondo, acaso originado porque mi interlocutora se hallara en Sri Lanka o en Papua Nueva Guinea, acordamos la contratación del servicio, así como que me enviarían un nuevo router, cuyo nada desdeñable importe cargarían en una próxima factura.

Recibido e instalado el aparatito, como la conexión no funcionara hube de recurrir al centro de supuesta atención telefónica. Tras varios minutos de música (a precio de la Sinfónica de Berlín, dada las tarifas vigentes), y varios “pulse uno, pulse dos, no diga tacos”, al final pude hablar con una joven que, la pobre, sólo fue capaz de pedirme perdón una y otra vez porque de aquello por lo que le preguntaba no tenía ni puñetera idea. Exhaustos ambos al cabo de dos horas de diálogo de sordos (y notablemente disminuido mi saldo bancario), la conversación finalizó cuando la chica vio la luz y, para salvarse, me dijo que no daban soporte a ordenadores como el mío. Lo que yo exclamé, a diferencia de Salva, no es reproducible en periódico alguno.

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28 de octubre de 2007

La uniformidad no es progresista

CONVERSANDO en cierta ocasión con un colega, defensor acérrimo de la política educativa seguida por los gobiernos socialistas en las últimas décadas, este contraponía a mis argumentos sobre el bajo nivel de conocimientos de los estudiantes actuales, en comparación con los de otras épocas, el hecho de que, como la población que hoy en día acudía a las aulas era muy superior a la que lo hacía décadas atrás, la "cantidad global de conocimiento", por así decirlo, era mucho mayor que antes. No me fue difícil rebatirle, aunque no creo que le convenciese, pues ya se sabe cuán gravemente se pierde la capacidad crítica cuando se entrega uno con armas y bagaje a las disciplinas partidistas. Me bastó con argumentarle que, de ser cierto lo que él mantenía, el país de mayor nivel científico y humanístico sería China: por poco conocimiento que cada uno de sus mil y pico millones de habitantes albergase, la masa global de ciencia de tan inmensa nación, según el razonamiento de mi amigo, sería insuperable.

Lo que se discute no es la posibilidad de que todo el mundo, sin excepción, disponga de medios de formación que antes sólo estaban al alcance de las capas más privilegiadas de la sociedad. Lo que se discute es que esa deseable generalización haya sido lograda, en muchos casos, a costa de un notable empobrecimiento de los niveles de conocimiento de los alumnos. Empobrecimiento que a quienes más perjudica no es a los hijos de las familias acomodadas, que ya contarán con otros medios para mantener su estatus, sino a aquellos cuya única forma de promoción social es la que se basa en la valía y los méritos propios.

El problema de hacer compatible la generalización del acceso a la educación, incluida la universitaria, con la consecución de los mayores niveles de formación no es de fácil resolución, pero las autoridades educativas debieran ser conscientes de que la uniformidad establecida por decreto ni es progresista ni favorece a largo plazo la desaparición de las diferencias sociales.

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25 de octubre de 2007

¡Qué cruz, señor!

LA AUTÉNTICA CARA de los políticos no hay que buscarla en los grandes discursos pronunciados en los parlamentos o lugares parecidos. Ni tampoco, habida cuenta de lo que los publicistas logran hoy en día, en lo que digan en televisión o en los mítines. Si tanto Rajoy como Zapatero, por ejemplo, en sus recientes vídeos, se han limitado a llevar hasta la caricatura lo que sus respectivos partidarios esperaban ver en ellos (gesto triste y aburrido, en el caso del gallego; jovialidad y modernidad en el caso del leonés), en realidad han sido meros interpretes de guiones ajenos. Aunque no todos los guionistas merezcan el Oscar.

Pienso que la verdadera faz, el auténtico carácter de los políticos, cualquiera que sea su importancia, se descubre cuando opinan a bote pronto; cuando se expresan espontáneamente, sin guión al que echar mano. Ejemplos de lo que digo los hay a montones en la actualidad, y, así, algún partidario del PP podría traer a colación la reciente declaración –acertada, a mi juicio- del Ministro de Justicia sobre el fin más o menos próximo de la violencia en el País Vasco. La muestra que pondré yo, más de andar por casa, la proporcionó hace unos días el alcalde de Navalmoral de la Mata al manifestar, a propósito de la Cruz de los Caídos existente en esa ciudad, que ese monumento erigido por la dictadura no debe tocarse pues está dedicado a “los caídos en todas las guerras”; como si el cambio de lápidas referentes a las “hordas marxistas” o parecidas que, supongo, también se haría allí años atrás, hubiera eliminado el carácter sectario de semejante vestigio de la Guerra Civil. Pero eso no fue lo peor, sino que luego remató su faena afirmando que “todos los objetivos de este presidente por accidente sólo conducen a dividir a la nación". Ya ven ustedes: Los más de once millones de votos obtenidos por el PSOE en marzo de 2004, sin contar el millón largo logrado por Izquierda Unida, fueron un accidente. Ni Goya hubiera retratado al alcalde mejor que sus propias palabras.

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21 de octubre de 2007

Oposición de opereta


SEREMOS TODO
lo europeos que se quiera, pero desde luego, en esta piel de toro, como antes se decía, se ven cosas que confirman el acierto, aunque sea por una vez y sin que sirva de precedente, de aquel famoso eslogan de Fraga: Spain is different. Lo digo porque por más esfuerzos que hago para imaginarme a un político francés, por ejemplo, defendiendo las bondades del régimen de Vichy y no condenando a Pétain debido a que bajo él mucha gente vivía tranquila, no lo logro. Ni el mismísimo Le Pen creo que se atreviera a sostener hoy en día tal despropósito.

Pero aquí, en efecto, somos diferentes. Aquí sí es posible que un melifluo Mayor Oreja, de voz jesuítica y maneras educadas, se pregunte, como si tal cosa, que por qué va a tener él que condenar el franquismo dada la "naturalidad y normalidad" con la que "muchas familias lo vivieron". O sea, que lamentar pero no condenar un atentado terrorista es, pongamos por caso, motivo para la ilegalización de una fuerza política que, guste o no, cuenta con el apoyo de miles de ciudadanos vascos, pero no condenar un régimen dictatorial que causó la muerte de cientos de miles de españoles se considera propio de un dirigente político con todas las credenciales de demócrata. Que no me digan que la cosa no es chusca.

Aunque, a fuer de ser sincero, tampoco sé muy bien de qué me extraño. Hace nada, en estas páginas, un diputado del mismo partido que Oreja, entre una maraña de números con pretensiones de rigor, y a propósito de si los Presupuestos Generales del Estado favorecen o perjudican a Extremadura, hablaba de "los engañados por este presidente sin rubor [Zapatero], que juega con la buena fe de sus compañeros y de todos los ciudadanos". Con ese argumento no sé para qué abrumar al lector con cifras. Éste, el lector, que no es tonto, quedará convencido por la moderación y las buenas formas del señor diputado, compañero de filas de Oreja. Definitivamente, con esta oposición de opereta los del PSOE pueden dormir tranquilos.

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19 de octubre de 2007

¿Violencia en la escuela?

HAY ASUNTOS, como el de la supuesta violencia en las aulas, que resultan resbaladizos y sobre los que hay que andar con tiento. Pero si se procura ser respetuoso con opiniones distintas de la propia y se intenta no sentar cátedra, cabe esperar comprensión aunque se mantengan criterios no muy al uso.

Hago el breve exordio anterior porque el propósito de estas líneas es trasladar al lector algunas ideas producto de la lectura en la prensa de las extensas crónicas sobre lo ocurrido recientemente en un colegio de Navalmoral, en el que dos profesores fueron “agredidos por la abuela y la madre de un niño de 7 años”. Y sin quitar ni un ápice de trascendencia a lo ocurrido, que tendrá que determinar en su dimensión exacta el juez ante el que se ha cursado una denuncia, habrá de admitirse que prestar atención desmesurada a un suceso tan excepcional como ese puede deberse, entre otras causas, a la existencia de un clima en el que casi si está deseando que ocurran tal tipo de cosas para poder exclamar: ¡Ves cómo te lo decía yo!

No se trata de recordar con nostalgia, ni muchísimo menos, aquellos recreos escolares de antaño, en los que las peleas, a veces brutales, entre los chavales eran pan nuestro de cada día, ni a aquellos maestros que a falta de otros recursos para mantener la disciplina recurrían a métodos que hoy tildaríamos de cuarteleros, pero al hablar de incidentes como el que comento debiera extremarse la prudencia para no extender, aun con la mejor intención posible, la errónea imagen de que nuestras aulas son ingobernables y que en ellas reina el desorden y la anarquía. Que el juez condene con la pena que corresponda, si corresponde alguna, a la madre y abuela del niño ¡de 7 años! “de carácter agresivo”, que el profesor ofendido reciba las reparaciones a su honor a que sea acreedor, pero procuremos no hacer del grano un granero y no dar de buena fe argumentos a quienes, si pudieran, volverían a implantar la escuela del crucifijo y los dos retratos.

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18 de octubre de 2007

Periódicos en Internet


COMO SÉ QUE
los responsables de este diario [El Periódico Extremadura] son gente de mentalidad abierta, críticos cuando han de serlo, elogiosos cuando corresponde y receptivos a las sugerencias de sus lectores, estoy seguro de que me permitirán dedicar el comentario de hoy a la versión digital del periódico, que buena parte de los lectores de esta edición impresa conocerán sobradamente.

Las versiones en internet de los periódicos están creciendo de manera acelerada (diría exponencial, si no fuera matemático) y, al mismo tiempo que ganan en la inmediatez con la que trasladan a sus lectores las últimas noticias, ofrecen opciones de participación imposibles con los medios tradicionales. A esto que ustedes están leyendo nadie podría objetar nada en el papel. En la versión digital, sí. Y de hecho son muy abundantes los comentarios que aparecen habitualmente al poco de colocarse en la Red la edición de cada día.

Pero debiera reducirse al mínimo, y hay medios para ello, la posibilidad, como decía recientemente alguien en otro lugar, de que los foros se conviertan “en la guarida de los sin nombre, en el reino de los alías”. No se trata ya de evitar que pueda ofenderse gravemente a alguien que haya opinado a cara descubierta, sino de que se haga con total y absoluta impunidad. Todos los comentarios expuestos a la luz pública debieran pasar por un control y sus autores debieran estar plenamente identificados. ¿No ocurre eso con, por ejemplo, las cartas al director, sin que nadie hable de censura?

Otro aspecto que, a mi juicio, debiera cuidarse más es el referente a los sondeos hechos entre los internautas. Así, hace poco, se planteaba a los lectores: “La encuesta del CIS dice que Fernández Vara es el segundo presidente autonómico mejor valorado. ¿Está de acuerdo?” ¡Hombre, respondo yo, cómo no voy a estar de acuerdo con las conclusiones de una encuesta efectuada con todos los requisitos! Es como si me preguntaran si estoy de acuerdo con la teoría de la gravitación. ¿Podría decir que no?

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13 de octubre de 2007

Ha llegado el tapicero


NO SÉ SI
el meritorio esfuerzo de tantas personas como se hallan embarcadas en el objetivo logrará que Cáceres sea declarada Capital Europea de la Cultura en el dichoso 2016. Dicen ciertas autoridades que para conseguirlo es preciso que la gente “se lo crea”. Vale. Nos lo creeremos. Pero ya me conformaría yo con que algún día nuestra ciudad fuera simplemente la capital extremeña de la buena educación. Me daría con un canto en los dientes.

Lo digo después de algunas experiencias de las que todos podemos sufrir sin más que salir a la calle. Por ejemplo, cuando nos encontramos en la cola para comprar el periódico y sus accesorios (películas, discos, fascículos, medallitas de la Virgen...) y pasa a nuestro lado un espécimen de simio cuya moto emite tal ruido que provoca la ruptura de nuestros tímpanos. Va el macho, eso sí, provisto de casco, aunque no se acabe de entender qué pueda proteger dicho adminículo. Siendo imposible que haya un policía en cada esquina, aceptamos resignados que nadie retire al individuo su agresiva máquina y lo condene a galeras. O a un zoo.

No nos hemos recuperado del susto cuando “ha llegado el tapicero”, según repiten una y otra vez los altavoces de una furgoneta que recorre inmisericorde nuestras calles. Es digno de respeto quien se gana la vida de forma tan honrada como esa, pero ¿de veras precisa molestar con su invasiva publicidad a todo bicho viviente? Y lo peor es que este que ha llegado contará, al contrario del motorista incívico, con autorización municipal. ¿Qué tal si aparcase la furgoneta durante un buen ratito frente al despacho de la alcaldesa?

No hay más espacio. Otro día les hablaré, si vivo para entonces, de quienes al volante de sus macarra-coches se saltan los semáforos y ante las protestas de los asustados peatones les ofrecen ese bonito gesto de alzar el dedo corazón, mientras doblan los otros, para expresar cuánto les importan sus quejas. Hasta entonces, creámonos lo de la capital de la cultura, ¿vale?


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11 de octubre de 2007

¡Viva la tortilla española!


PIDE RAJOY a su parroquia (dicho sea sin doble sentido), en el famoso vídeo grabado a propósito del 12 de octubre, que "en casa, en la calle, de forma individual, con la familia o con amigos", manifiesten el orgullo que sienten por ser españoles, animándoles a hacer gestos públicos "para mostrar lo que guardan en su corazón". De modo que yo, en la imposibilidad de hacerme un ecocardiograma en tan breve espacio de tiempo, ya he decidido cómo cumpliré su ruego: La tortilla que pensaba llevar al campo no será francesa. La haré española.

10 de octubre de 2007

Faltan matemáticos


ESCRIBE HOY
Carlos Benítez, catedrático de Análisis Matemático de la Universidad de Extremadura, con la gracia y el rigor que le caracterizan, en el periódico Extremadura, sobre la alarmante escasez de estudiantes de Ciencias Matemáticas, no sólo en nuestra universidad, sino en toda España. Y poco se puede aportar a lo que él tan bien dice. Si acaso podría echarse en falta en sus palabras alguna referencia a esta cultura predominante en virtud de la cual el esfuerzo no merece la pena. Se busca el rendimiento inmediato. Y en eso, mi amigo Carlos habrá de admitir que el panorama está muy crudo. Mientras puedan obtenerse titulaciones en disciplinas de importancia inversamente proporcional a la longitud de la enrevesada denominación que reciben con la quinta parte del esfuerzo y dedicación que requiere alcanzar una licenciatura en matemáticas o una ingeniería superior, y mientras empresas y Administración no discriminen según la preparación de los aspirantes a empleo, será difícil que las tornas cambien.

Escribir para mojarse


DECÍA HACE POCO
cierto articulista que para escribir en lugares como este que, cuando llueve, la gente se moja, no merecía la pena el esfuerzo. Que había que opinar sobre asuntos propicios al debate, la polémica. Y estoy de acuerdo, si me permiten la inmodestia. Se debiera escribir, valga el juego de palabras, para mojarse, para nadar a contracorriente, para provocar discusión y controversia. ¿Va uno, por ejemplo, a mencionar a este o aquel político para deshacerse en loas y alabanzas? Parece innecesario; ya habrá algún escritor de cámara que se encargue de ello. ¿Va uno a felicitar a un alcalde por un parque recién inaugurado, pagado con nuestro dinero, o por una exposición en cuya apertura se puso las botas a base de canapés? Los lectores agradecemos, creo yo, opiniones que se salgan de lo políticamente correcto, de lo trillado. Acogemos gustosos a quienes se arriman al toro. Aunque a veces resulten cogidos. Nos agradan quienes, como dice Juan Goytisolo de manera magistral, prefieran equivocarse por su cuenta a tener razón por consigna.

Pero nadie piense que para seguir esas peligrosas veredas sea preciso opinar sobre asuntos de gran trascendencia. A veces se puede mostrar independencia de criterio hablando de cuestiones cotidianas, domésticas. El otro día, sin ir más lejos, apareció aquí mismo la rotunda opinión de un profesor acerca del lamentable espectáculo ofrecido por numerosos jóvenes que en estado de ebriedad decían celebrar en las calles extremeñas la llegada a la universidad de las nuevas promociones de estudiantes. Lo que algunos habían llamado “desembarco universitario”, él lo tildaba certeramente de manifestación de “absentismo, alcohol, suciedad y todo lo que aleja de una vida universitaria”. Y así es. Como que dos más dos son cuatro. Y está bien que alguien con autoridad lo diga abiertamente. Se expondrá a ser tachado de antiguo, carca y retrógrado. Pero no debiera importarle: siempre habrá quien confunda el culo con las témporas.

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8 de octubre de 2007

Todos a la cárcel


NO SOY EXPERTO EN LEYES,
y quizás por eso no acabe de entender el encarcelamiento generalizado de dirigentes de Batasuna. ¿Controlaba Garzón las reuniones de la cúpula abertzale desde junio de 2006, y es sólo ahora, en la duodécima ocasión en que se han reunido desde entonces, cuando cometen delito? ¿Hasta el pasado jueves ninguno era acreedor de prisión y hoy lo son todos? ¿Son colectivas las responsabilidades penales? ¿Tan peligrosas son estas personas que cuando la policía, autonómica o no, las detiene y conduce esposadas, ante las cámaras, las obliga físicamente a inclinar la cabeza, como si de vulgares navajeros se tratara? No lo entiendo. Pero ya lo dije: no soy experto en leyes.

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7 de octubre de 2007

Prietas las filas


AFORTUNADOS QUIENES
no entiendan el encabezamiento de estas líneas. Afortunados, porque Prietas las filas era el himno del Frente de Juventudes, la organización juvenil de Falange Española, el único partido permitido durante la larga dictadura franquista; y no saber de qué iba eso de las filas, ni lo de los “camaradas que fueron a luchar, el gesto alegre y firme el ademán”, es síntoma de haber vivido desde pequeñito en democracia. En las tres o cuatro estrofas del himno de marras (según veo en Internet, no vaya alguien a pensar que me lo sé de memoria) se repetían una y otra vez los mismos vocablos: España, bandera, patria... España, bandera, patria... ¿Les suena? ¿Capta el lector por qué hablo hoy de estas cosas?

En efecto. Lo que escribo viene a cuento de la movida que están organizando Acebes y compañeros mártires con motivo de la próxima celebración del 12 de octubre, festividad a la que no me extrañaría nada volvieran a llamar, para recuperar la denominación tan cara a sus progenitores ideológicos, Día de la Raza. Aunque no; probablemente esté yo exagerando e incluso a ellos eso de la raza les resulte excesivo y se conformen con lo de España una, grande y libre; y las banderas, claro. Quien fuera ministro del Interior de Aznar dice que el objetivo del PP, usando en su propio provecho una festividad cuyo carácter institucional debiera preservarse a toda costa, es lograr una movilización en defensa de la Nación. Así, con mayúsculas. De modo que habrá que suponer que la nación, la española, está en peligro. La acosarán, digo yo, sus enemigos tradicionales: los rojos, los separatistas, los masones, ¿los demócratas...? Y por ello don Mariano, don Ángel y sus huestes se disponen a defenderla. Ungidos por obispos montaraces que ceden sus púlpitos radiofónicos a incendiarios más peligrosos que los chavales que queman unas fotos, se agruparán, prietas las filas, para marchar “cara al mañana que nos promete Patria, Justicia y Pan”. ¡Pues estamos aviados!

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3 de octubre de 2007

Cuestionar la monarquía


ME ENTERO,
gracias a este diario [El periódico Extremadura], de que nada más y nada menos que el presidente del Tribunal Supremo, Francisco Hernando, aprovechó su reciente presencia en unas jornadas en Cáceres para asegurar que “quien cuestiona la figura del Rey cuestiona la transición a la democracia”. Y como uno mismo podría hallarse en esa situación, tan resbaladiza, acude al Diccionario de la Real Academia. Allí encuentra, en una primera búsqueda, que cuestionar es “controvertir un punto dudoso, proponiendo las razones, pruebas y fundamentos de una y otra parte”. Y, luego, que controvertir es “discutir extensa y detenidamente sobre una materia defendiendo opiniones contrapuestas”. Y entonces queda tranquilo. Porque, que uno sepa, salvo quienes por extraños motivos aceptan como dogmas lo que alguien establece en Roma o Madrid, lo normal entre ciudadanos, y no súbditos, es discutir, razonar, poner en cuestión cualesquiera de las decisiones tomadas por gobernantes y legisladores. Incluso por jueces, aunque se trate de algunos tan prominentes como el señor Hernando, no sólo presidente del Tribunal Supremo, sino de ese desprestigiado Consejo General del Poder Judicial que debiera haber sido renovado hace meses y que se encuentra, según los entendidos, sumido en la inanición.

De modo que, efectivamente, podríamos discutir sobre la transición a la democracia. Es cierto que muchos, bajo el franquismo, padeciéndolo –no como algunos demócratas “de toda la vida”, beneficiándonos de él–, nos hubiéramos dado con un canto en los dientes si con ello hubiéramos contribuido a alcanzar una situación de libertades como la actual. Pero de ello a admitir que la monarquía, hereditaria, encarnada en alguien que goza de inviolabilidad absoluta y no está sujeto a responsabilidad ni veredicto en las urnas, es la manifestación suprema de democracia, o que la Transición fue un proceso milagroso que hay que guardar en un relicario sin tocar, porque se rompe, media un gran trecho. Estamos en 2007, ¿no?


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