19 de octubre de 2007

¿Violencia en la escuela?

HAY ASUNTOS, como el de la supuesta violencia en las aulas, que resultan resbaladizos y sobre los que hay que andar con tiento. Pero si se procura ser respetuoso con opiniones distintas de la propia y se intenta no sentar cátedra, cabe esperar comprensión aunque se mantengan criterios no muy al uso.

Hago el breve exordio anterior porque el propósito de estas líneas es trasladar al lector algunas ideas producto de la lectura en la prensa de las extensas crónicas sobre lo ocurrido recientemente en un colegio de Navalmoral, en el que dos profesores fueron “agredidos por la abuela y la madre de un niño de 7 años”. Y sin quitar ni un ápice de trascendencia a lo ocurrido, que tendrá que determinar en su dimensión exacta el juez ante el que se ha cursado una denuncia, habrá de admitirse que prestar atención desmesurada a un suceso tan excepcional como ese puede deberse, entre otras causas, a la existencia de un clima en el que casi si está deseando que ocurran tal tipo de cosas para poder exclamar: ¡Ves cómo te lo decía yo!

No se trata de recordar con nostalgia, ni muchísimo menos, aquellos recreos escolares de antaño, en los que las peleas, a veces brutales, entre los chavales eran pan nuestro de cada día, ni a aquellos maestros que a falta de otros recursos para mantener la disciplina recurrían a métodos que hoy tildaríamos de cuarteleros, pero al hablar de incidentes como el que comento debiera extremarse la prudencia para no extender, aun con la mejor intención posible, la errónea imagen de que nuestras aulas son ingobernables y que en ellas reina el desorden y la anarquía. Que el juez condene con la pena que corresponda, si corresponde alguna, a la madre y abuela del niño ¡de 7 años! “de carácter agresivo”, que el profesor ofendido reciba las reparaciones a su honor a que sea acreedor, pero procuremos no hacer del grano un granero y no dar de buena fe argumentos a quienes, si pudieran, volverían a implantar la escuela del crucifijo y los dos retratos.

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