20 de octubre de 2012

La Iglesia, los niños y El Defensor del Menor

SUENA el timbre de la puerta.
Es un niño. No más de cuatro o cinco años. Lleva una hucha en la mano.
Apenas logra farfullar una palabritas:
«¿Me echas… para el dom…?»
Entiendo que el chavalín, de ojos preciosos y mirada angelical, quiere decir Dómund.
Le sonrío, le hago una pequeña caricia y le digo que no.
No le digo lo que pienso de los hijos de puta (masculinos y femeninos) que en el colegio le han dado la hucha.

......

Si una mendiga originaria de un país del Este se coloca con un menor en una acera, la policía la retira y, en algunos casos, la sanciona. Si son las "monjitas" –sí, esas del pelotazo de El Corte Inglés– las que recurren, para su propio beneficio, a lo difícil que resulta decirle a un niñito que no, entonces cuentan con todas las bendiciones. Papales, of course, y municipales. ¿Dónde está el Defensor del Menor?

 

19 de octubre de 2012

Los Salesianos: ¿otro Reichstag?

TRAS EL TERRIBLE "asalto a los Salesianos" de Mérida, conocido en toda España gracias al despliegue al respecto de periódico tan respetable como El Mundo –¡lástima que los tres o cuatro chavales que, según dicen, cantaron eslóganes a favor de la enseñaba pública, no hubieran sido un poco más escandalosos!, habrá pensado Pedro José–, ¿para cuándo un despliegue sobre incendio de iglesias?

Es muy sencillo: se espera a un fin de semana, y se sigue a un grupo de adolescentes a quienes una excesiva ingesta alcohólica esté llevando a quemar papeleras, por ejemplo. Se fotografía a uno de ellos con un fondo en el que se vislumbre una iglesia o un colegio de monjas... ¡et voilà!


Estrujado hasta dejarlo seco el asunto de la conjura del 11-M, lo del incendio del Reichstag puede reservarse para dentro de unos días. O para la próxima campaña electoral.

18 de octubre de 2012

Emmanuelle en Portugal

NO, no he tenido que esforzarme para recordar cuándo y dónde fue la primera vez que vi (visioné, diría hoy algún tertuliano iletrado) Emmanuelle, la célebre película protagonizada por la bellísima Sylvia Kristel, que acaba de fallecer prematuramente –¿hay quien no lo haga así?– en un hospital de Amsterdam. Fue en el verano de 1974, en Lisboa, en un moderno cine cercano a Marqués de Pombal, acaso en la Rua Castilho. Me acompañaba un amigo que, mientras yo participaba en las mil y una discusiones políticas que se producían cada atardecer en el Rossio, se dedicaba a practicar relaciones… digamos más de índole privada en algún barrio cercano.



Emmanuelle, sí, y Los cuentos inmorales, de Borowczyk, que vista hoy resulta de una cursilería insoportable. Pero también La Confesión (L' Aveu) de Costa-Gavras, la terrible historia de un ministro comunista checoslovaco acusado de traición; o la famosísima La Naranja Mecánica, de Kubrick… Todas ellas eran imposibles de ver en España, donde la censura ensotanada y caqui aún cometía impunemente sus fechorías.

Meses atrás, el 25 de abril, se había producido la Revolución de los Caveles, que dio al traste sin que se pegara un solo tiro con la siniestra dictadura salazarista, entonces encarnada en el fúnebre y triste Marcelo Caetano, una especie de Arias Navarro a la portuguesa que salió por piernas…

Lo sucedido en Portugal, la alegría desbordante que se veía en sus gentes, la ilusión infinita con la que observaban cuanto ocurría a su alrededor (ilusión que, en buena medida, fue desapareciendo al paso de los meses), produjo una emoción también considerable en la España antifranquista –que no era toda España, no nos engañemos–, que veía en las calles lisboetas un avance de lo que, si duda, pronto habría de verse en las de Madrid.

Hoy, casi 40 años después de que aquella bellísima Sylvia Kristel mostrara a los ojos de los viajeros españoles lo que mostrado aquí hubiera sido constitutivo de delito merecedor de prisión (y no hablo en sentido figurado), son otras semejanzas las que acercan a portugueses y españoles. No era mi intención hablar de ellas. No quiero que la mezcla de saudade y melancolía que comparar aquellos días de ilusión con los presentes pueda producir en mí, y en quien me leyera, efectos letales. Mi única pretensión era rememorar unos viejos tiempos que, qué obviedad voy a escribir, nunca más volverán.

¡Disfruta como tú sabes en ese lugar de placeres sin tino al que, sin duda, habrás llegado para quedarte por los siglos de los siglos, querida Sylvia!


17 de octubre de 2012

«Disuadir» a hostia limpia

Diccionario de la RAE:

disuadir. (Del lat. dissuadēre). 1. tr. Inducir, mover a alguien con razones a mudar de dictamen o a desistir de un propósito.

Periódico Extremadura:   

Una quincena de agentes de la Policía Nacional han empleado la fuerza para disuadir a unos 200 estudiantes universitarios y de enseñanzas medias que se han manifestado este mediodía frente al Ayuntamiento de Cáceres.



Desde luego, peor que el mal uso del castellano por algunos periodistas es la utilización de una fuerza que debiera servir para proteger a los ciudadanos para agredirlos, pero ambos hechos constituyen una buena instantánea de la España de nuestros días.
 

14 de octubre de 2012

Urkullu y la mano de Dios

COMO cualquier españolito cuyo título de graduado en ESO no haya sido obtenido en un sorteo sabe, la expresión «dejar de la mano de Dios» no constituye manifestación de creencia en divinidad alguna, sino la afirmación en lenguaje coloquial de que alguien ha sido abandonado a su suerte, al «sálvese quien pueda».

Pero, claro, ¿qué ocurre? Pues que a algunos políticos en campaña electoral, preocupados porque una mención a la divinidad, aun fuera en sentido figurado, les hiciera perder un solo voto -no importa que ellos mismos sean de comunión diaria-, les asusta pronunciar el vocablo "Dios" y, en esas condiciones, se producen situaciones tan grotescas como la protagonizada hoy por el presidente del PNV y candidato a Lendakari, Iñigo Urkullu.



Queriendo este dirigente consnervador criticar el abandono al que, según él, ha condenado Bildu a las pequeñas y medianas empresas en Guipúzcoa, donde el partido independentista de izquierda gobierna, ha dicho, literalmente, que habían sido dejadas "a la mano de la Administración". O sea, justamente lo contrario de lo que quería decir.

¡Estupendo!

   

2 de octubre de 2012

Milagros estadísticos en Sanidad

EL 4 de agosto de 2011, hace pues 14 meses, el Servicio Extremeño de Salud incluyó mi nombre en la lista de espera de pacientes pendientes de una intervención quirúrgica en el servicio de Traumatología del hospital san Pedro de Alcántara de Cáceres. Según el diagnóstico de los médicos que me habían atendido era imprescindible una operación en el hombro derecho que devolviera la movilidad al correspondiente brazo.

Hoy, dos de octubre de 2012, minutos antes de escribir estas líneas, recibo una llamada del hospital preguntándome si sigo interesado en la intervención. Antes de responder, pregunto a mi interlocutora si ésta sería inmediata. Y la amable señora me dice que no, que se trata de anunciarme la fecha de las distintas pruebas del "preoperatorio".


Lo de menos es qué le haya respondido a la diligente funcionaria. Lo de más, como matemático que soy, es qué extremadamente innovador método estadístico usará el señor consejero de Salud en sus informes a la prensa para poder decir que las "listas y el tiempo de espera están disminuyendo" en Extremadura. ¿Quizás un sistema que aúne avanzados algoritmos de cálculo con una desfachatez hasta ahora solo atribuible a la piedra de granito?