29 de octubre de 2011

Llamazares merece seguir

ES PROBABLE que algunos lectores tilden estas líneas de faltas de objetividad. No pasa nada. Aún está por nacer quien al opinar sobre cualquier asunto, humano o divino, no lo haga obedeciendo a su particular modo de enfocar las cosas. La objetividad, si existe, solo puede hallarse en un enunciado matemático o al sostener que el sol sale todos los días, como me recuerda mi médico cada vez que le pido un diagnóstico exacto. Aun así, aunque algunos lectores puedan juzgar esta columna de tendenciosa, serán más los que compartan conmigo la idea de que Gaspar Llamazares, el antiguo líder de Izquierda Unida, ha sido uno de los mejores parlamentarios de los últimos años. Por sus formas, siempre respetuosas con el adversario, por el fondo de sus propuestas, argumentando sólidamente sobre cómo mejorar muchos aspectos de nuestro sistema político, por su defensa de servicios públicos esenciales, por su “voluntad de diálogo, integración y comprensión de la pluralidad social”.


Me ha parecido, pues, muy oportuno el acto recientemente celebrado en Madrid en el que intelectuales y artistas homenajearon al hasta ahora diputado de IU que, en las elecciones del próximo día 20, se presentará como candidato al Congreso por su región natal. “Si viviera en Asturias –rezaba el lema del manifiesto firmado por los organizadores del homenaje– votaría a Gaspar Llamazares”. Es una afirmación que suscribiríamos muchos otros electores. Muchos otros electores que, desafortunadamente, no tendremos la oportunidad de influir con nuestro voto para que un parlamentario de la categoría de Llamazares continúe en la Carrera de san Jerónimo tras el 20 de noviembre.

Faltan apenas tres semanas para la perezosa y tópicamente llamada “cita con las urnas” y algunos, no solo en Extremadura, echamos en falta candidatos de auténtica envergadura que, pese al desprestigio en que se hallan los partidos mayoritarios, fueran capaces de sacarnos de ese “no sabe, no contesta” que parece haberse instalado entre nosotros. Todos damos los resultados electorales por descontados, la gente espera sin ilusión, a derecha e izquierda, la noche del día 20 y las trifulcas que mantienen unos y otros sobre qué vídeo propagandístico es más infumable solo nos merecen bostezos. Es una pena, sí, no ser asturiano, aunque fuera por un solo día.

Publicado en El Periódico Extremadura
 

22 de octubre de 2011

¡Pobres senadores, cuánto trabajo!

LA CONSTITUCIÓN Española contiene algunos artículos verdaderamente chocantes. Tal sucede, por ejemplo, con los que proclaman el derecho de todos los españoles al trabajo o a la vivienda digna. Los padres de la patria, en un descuido, se olvidaron de indicar dónde reclamar si esos derechos eran ignorados. Esa misma constitución, que en muchos supuestos es intangible y en otros, como la experiencia reciente demuestra, puede ser toreada sin complejos, establece que el Senado es la Cámara de representación territorial. Un detalle de buen humor, sin duda, si nos atenemos a lo ocurrido en los treinta y tres años que la ley lleva vigente.


¿Representación territorial? ¿Recuerda el lector alguna ocasión en que, sometido a la consideración de tan alto órgano algún proyecto de ley, hayan votado a su favor esta y esa comunidad autónoma y en su contra aquellas otras? Las votaciones en el Senado, como en el Congreso de los Diputados, no obedecen a intereses territoriales, sino a los de los partidos presentes en él, PSOE y PP fundamentalmente. Por todo ello, quiénes sean los próximos senadores por Cáceres y Badajoz despierta el mismo interés en la ciudadanía que un partido de tercera regional de esos que tan a menudo suele transmitir, incluso en estos tiempos de penuria, Canal Extremadura.

Dicho lo cual, confieso que me llevé las manos a la cabeza cuando leí que políticos cuya agenda suponía apretadísima, como el alcalde de Mérida y su colega, la alcaldesa de Cáceres, concurrirán en las próximas elecciones para ser senadores por sus respectivas provincias. Su dedicación a las tareas municipales les debieran ocupar, pensaba yo, las 24 horas del día. ¿Buscarse, en esas condiciones, un empleo extra?

Pues sí, porque la alcaldesa de Cáceres, por ejemplo, explica con desparpajo que ser senadora no le obligará a desatender sus deberes en el ayuntamiento; que, total, son cuatro días al mes…

¿Cuatro días al mes? Rechazaba dar por buena esa disculpa, que atribuí a un lapsus, hasta que, indagando un poco, averigüé, por poner un ejemplo, cuáles fueron las actividades del alcalde pacense, el señor Celdrán, durante los tres años en que fue senador: Se acreditó, formó parte del pleno de la cámara y de comisiones en cuatro ocasiones y formuló dos preguntas sobre el número de extranjeros empadronados en Badajoz. En tres años. ¡Pobre hombre, terminaría agotadito!

Publicado en El Periódico Extremadura
 

15 de octubre de 2011

Enchufes y corruptelas

INICIALMENTE pensé que el término enchufismo no vendría en el Diccionario. Me confundí. Viene y se define, incumpliendo aquella vieja norma escolar de que lo definido no debe formar parte de la definición, como «corruptela política y social que favorece a los enchufistas». Enchufista es la «persona que disfruta de varios enchufes o sinecuras». Y así sucesivamente.

El caso es que, como todo el mundo sabe, el término está muy en boga en estos días extremeños, a cuento de ciertos nombramientos efectuados por dirigentes del Partido Popular. Seguro que en otro lugar de este periódico –quizás en la página de sucesos– podrá el lector encontrar las últimas novedades al respecto.

Quería reflexionar brevemente sobre este lamentable asunto, destacando en primer lugar el nivel de verdulería (no se ofendan, por favor, las dignísimas personas que venden verduras y hortalizas) en que ha caído en las últimas fechas, con acusaciones mutuas, el debate que sería impropio llamar político entre nuestros teóricos representantes. Es lógico (y por eso a los partidos se les llama precisamente así) que sobre cualquier asunto de interés público haya visiones diferentes e incluso enfrentadas. Los parlamentos se crearon, entre otras cosas, para dar cauce civilizado a esos distintos pareceres. Pero esas diferencias entre los grandes partidos no debieran impedir que su primera preocupación fuera resolver los problemas que nos acosan. Discutir en las instituciones, de mala manera, no sobre las dificultades presentes, sino sobre quiénes, ahora o en el pasado, han abusado más de prácticas que antes que de personas honradas parecen propias de padrinos mafiosos, constituye una lamentable perversión de los fines para que esas instituciones fueron creadas.

Pero, además, está el nivel, pedestre, podríamos decir, de las supuestas corruptelas. Cuando en algunos lugares de España ciertos directivos de cajas de ahorro se han ido a casa con indemnizaciones multimillonarias y en otros numerosos exministros cobran sueldos de escándalo por dormitar en consejos de administración, que aquí se llegue casi a las manos por quién desempeñe un puesto de chófer o de secretaria de una alcaldesa añade una gota de cutrez al cóctel amargo que nos están haciendo tragar. Incluso en estos asuntos somos una región modesta.

Publicado en El Periódico Extremadura

8 de octubre de 2011

¡Americanos, os recibimos con alegría!

UN GOBERNANTE repleto de buenas intenciones podría comprometerse, qué sé yo, a que la Tierra dejara de girar sobre su eje. Podría dedicar a ese fin esfuerzos sin tino y mil noches en vela. No lo lograría, claro, pero lo único que podría echársele en cara sería su ingenuidad. Contra las leyes de la Física poco puede hacerse.

Zapatero no se comprometió a que la Tierra dejara de girar, pero a menudo ignoró que los fenómenos económicos no suelen plegarse a los deseos de nadie. Y que las leyes que los regulan están lejos de ser universalmente eficaces, hasta el punto de que medidas consideradas convenientes a un lado del océano en la otra orilla parecen el peor de los remedios. ¿A qué atenerse? ¿Ser díscolo y obrar a su aire? ¿Desoír las peticiones –algunos las llaman mandatos– de países como Francia o Alemania?

Para muchos españoles, las mayores críticas a las que se ha hecho acreedor el presidente del Gobierno no son, pues, las relativas a su gestión de la crisis. Las penurias asolan numerosas naciones y gobiernos de distinto signo están pagando en las urnas las consecuencias. Incluso el Partido Popular, aquí en España, parece haberse enterado de ello y desde hace semanas viene advirtiendo de que no tiene una varita mágica para salir de ésta. La letanía de que la solución a nuestros males llegaría tan pronto se instalase Rajoy en la Moncloa ha pasado a mejor vida.


Lo que a muchos nos duele es que en terrenos en los que sí tenía mayor libertad de movimientos, Zapatero haya dilapidado el amplio respaldo popular del que gozó. ¿En qué aguas naufragaron la no participación en guerras ajenas, la ampliación de derechos civiles, la separación entre Iglesia y Estado?

Se va el presidente y deja sin cumplir promesas que podría haber hecho realidad de haberlo querido. La ley de libertad religiosa duerme el sueño de los justos; la de muerte digna pasó a mejor vida… Y, en las últimas semanas, lo que faltaba: Participación española en los bombardeos de la OTAN en Libia y revitalización de la base americana de Rota. En este último caso, la invención de enemigos imaginarios para justificar semejante proceder es tan ridícula como la promesa del maná de dólares que gastarán los yanquis cuando lleguen a la colonia. Berlanga estará montando un remake en el otro mundo mientras Rubalcaba, generoso, se dispone al sacrificio.

Publicado en El Periódico Extremadura 
 

1 de octubre de 2011

Canal Extremadura e Izquierda Unida

INFORMABA el otro día el periódico Extremadura  de que la televisión regional, Canal Extremadura, tuvo una audiencia en la pasada temporada de un 5 %. O sea, que solo uno de cada veinte televidentes (que no del total de la población) sintonizó regularmente esa cadena. Teniendo en cuenta, además, que buena parte de la programación del canal consistió en corridas de toros, partidos de fútbol y reportajes intrascendentes, no parece que su papel en la formación de la opinión pública extremeña haya sido decisivo. En consecuencia, quién sea el director de la cadena no debiera preocupar mucho.

Pese a ello, no puedo negar que el resultado de la reciente votación en la Asamblea, a propósito de la dirección de la oficialmente llamada Corporación Extremeña de Medios Audiovisuales me ha dejado bastante… contusionado, si se me permite la expresión. Me ha dejado bastante contusionado porque soy incapaz de encontrar una explicación plausible al apoyo que Izquierda Unida ha prestado para la designación como directora del organismo de una persona claramente vinculada a Veo7, la ruinosa televisión ultraderechista madrileña. Las justificaciones dadas por IU alegando etéreos compromisos del PP me han parecido muy endebles. Firmar declaraciones bien intencionadas está al alcance de cualquiera: todos los seres humanos somos buenos, el bien del prójimo es nuestra meta, etcétera, pero en tanto llevemos esos principios a la práctica, mejor que la vela que vaya por delante sea la que alumbre, habrán pensado los populares. 


En conclusión: aunque la audiencia del canal regional sea escasa y su incidencia en la opinión pública irrelevante, me hubiera gustado que al frente de él se hubiera colocado a una persona aceptada por todos. No sé si ese fue el caso de los anteriores directores e ignoro si cuando la designación para ese cargo correspondió al PSOE éste contó con la opinión del PP; si no hubiera sido así, igualmente mal me habría parecido. Pero lo que hace singular este caso es el apoyo otorgado por Izquierda Unida a la propuesta unilateral del Partido Popular, que deja definitivamente a muchos de los votantes extremeños de la formación de izquierdas, tras la abstención que propició el acceso de Monago a la Presidencia de la Junta, sin el más mínimo argumento para mantener su apoyo a la misma en próximos comicios.

Artículo publicado en el periódico Extremadura