11 de septiembre de 2008

Santísimo trío

LA FOTOGRAFÍA, tomada durante una misa en la basílica de Guapalupe el pasado día 8 de septiembre, fue publicada por El Periódico Extremadura. En ella puede verse, en lugar preeminente, a la reina de Bélgica, Fabiola, quien, por lo visto, llegó tarde a la ceremonia. Aunque llegara, contra lo que algunos hubiéramos podido pensar...

Los tres en Guadalupe

A la derecha de la reina (o ex reina, pues no ando muy ducho en cuestiones de terminología monárquica) aparece el Presidente de la Junta de Extremadura, que hubiéramos supuesto que asistió a la ceremonia religiosa como ciudadano particular y no en pretendida representación de los extremeños si quien aparece en el tercer asiento –lástima que la foto no fuera tomada cuando los tres personajes se encontraran arrodillados en los reclinatorios– no fuera el presidente de la Asamblea de Extremadura.

La foto, verdaderamente, es de las que se comentan por sí solas.

La ceremonia religiosa fue presidida por el cardenal arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, que aprovechó la homilía para lanzar una de sus habituales diatribas contra leyes aprobadas por el único órgano que tiene legitimidad para ello: el parlamento español. Que se sepa, ni el señor Fernández Vara ni el señor Ferreira pusieron objeción alguna al sermón del cura. Doña Fabiola tampoco.

El cardenal Cañizares ha publicado en fecha reciente un artículo en el que, a propósito de la legislación sobre el aborto, ha hablado de que el Estado de Derecho “con sus leyes permisivas contra la vida está autorizando, de facto, la violación de un derecho fundamental y la ejecución de sentencias de muerte injustas”, así como de que quien apoya el aborto “niega el derecho a la vida, está contra la democracia y conduce la sociedad al desastre”.

Lo malo, pensamos algunos, no es que los cañizares de turno ejerzan su libertad de expresión allí donde mejor les plazca. Lo malo es que puedan hacerse fotos como la que ilustra esta nota con las que se evidencia que aún abundan entre las máximas autoridades civiles quienes acuden tanto a las pilas del agua bendita, incluso pretendiendo representar a quienes no les han autorizado a ello, que a veces tienen que hacer en ellas algo distinto de lavarse las manos.