9 de mayo de 2009

El ruido y las autoridades cacereñas

HAY OCASIONES en que por razones de salud conviene tomarse las cosas con buen humor. Es cierto que ante muchas situaciones de las que se producen en nuestra sociedad no cabe una actitud chistosa, pero hay otros asuntos ante los que la postura más aconsejable, si no quiere estar uno permanentemente amargado, es verlos desde un punto de vista humorístico.

Lo he pensado al leer en el periódico Extremadura una entrevista con el presidente de la Sociedad Española de Acústica, de visita en Cáceres ante la próxima celebración en nuestra ciudad de un congreso sobre esa rama de la física. “Ahora sí hay inquietud política por solucionar el problema del ruido”, rezaban los titulares de la noticia, que era ilustrada por una fotografía de este señor en la plaza Mayor; la que dentro de poco, si nadie lo remedia, se convertirá en paradigma del minimalismo y el diseño asistido por ordenador.


Y digo que hay que tomarse las cosas con buen humor porque resulta jocoso leer que existe inquietud política por evitar el ruido en una ciudad que es de las más ruidosas de España sin que las autoridades hagan nada por evitarlo. Ruidosa no por causas justificables (nadie protestará por el sonido de una sirena o por las molestias que puedan producir celebraciones ocasionales, que tantos otros aspectos positivos suponen), sino por causas fácilmente evitables, ante las que quienes podrían impedirlo permanecen con los brazos cruzados, autorizándolas sin pestañear.

Hablo de esos altavoces agresivos que irrumpen en nuestras casas sin pedirnos permiso, ofreciéndonos machaconamente, una y otra vez, reparar sofás o descalzadoras; o de esos otros que se empeñan, aunque estemos intentando descansar, en que degustemos mariscos traídos desde la Costa de la Muerte. Hablo de esos ciclomotores que rompen los tímpanos de quienes se hallan a menos de un kilómetro de distancia, incluidos los agentes de la autoridad que los ignoran cuando pasan a su lado...

Sí, la Sociedad Española de Acústica ha elegido el mejor lugar posible para celebrar su congreso. A ver si, al menos, comprueban que la existencia de “inquietud política” por evitar los ruidos es, como hipótesis científica, un auténtico disparate.