ENTRE tantas encuestas como se realizan habitualmente sobre las preocupaciones de los españoles (en la última, el paro, la crisis y el funcionamiento de los partidos políticos por ese orden) me llamaron mucho la atención hace unos días los resultados de un estudio aparentemente riguroso sobre las creencias religiosas en nuestra sociedad. Lo publicó un importante diario.
Según esa encuesta, más de la tercera parte de la población considera que Jesucristo, además de ser un personaje histórico, nació de una virgen. Exactamente, el 37%. Pero sorprendentemente serían más, el 42%, los que creerían que tres reyes de oriente fueron a visitarlo. No sé cómo pueden casar esas cifras.
En el año que ahora acaba se ha celebrado el segundo centenario del nacimiento de Darwin. Su teoría de la evolución es universalmente aceptada en los ámbitos científicos. Bueno, pues según la encuesta que comento, nada más y nada menos que un 30% de los españoles cree que Adán y Eva fueron los primeros seres humanos. ¿Una consecuencia de la ESO? Un poco más numerosos, por cierto, que quienes creen en el infierno, el 25%, aunque aún son más quienes creen en el demonio. ¿Un demonio sin infierno?
En fin, quedó uno tan impactado por la contundencia de esas cifras que se prometió a sí mismo revisar algunas de sus más firmes convicciones, aunque para ello hubiera de asistir a algún sermón navideño, a algún retiro espiritual... Hasta que llegó al último apartado del estudio, que analizaba las creencias de la ciudadanía en cuestiones esotéricas. Y por ahí ya no pasó, siento decirlo. Porque podrá admitirse que uno de cada cuatro españoles crea en los ovnis, con la de películas que se han hecho sobre ellos; pero, francamente, que el 22% de ellos crea en el mal de ojo, que el 18% crea que los fantasmas existen y que un 22% crea en las brujas... eso ya no. Eso, con perdón, no se lo cree ni Dios, cuya existencia, según encuesta tan pintoresca como la que nos ocupa, dio por hecha más de la mitad de los interrogados.