HASTA HACE POCO, sacar a colación en una discusión política los tiempos del franquismo suponía arriesgarse a ser tildado de cavernícola, de no haber aceptado que la inmaculada Transición supuso borrón y cuenta nueva en la historia de España. Últimamente, sin embargo, se da un hecho curioso, que no sé si atribuir a un cierto cinismo de los sectores más extremistas de la derecha española o, por decirlo con un término que forma parte de la tradición cristiana tan cara a sus integrantes, a un verdadero arrepentimiento por sus pasados pecados.
Me refiero a la reiterada mención peyorativa por parte de diversos medios de información ultra conservadores y algunos dirigentes del PP de ciertos acontecimientos de los que, promovidos por la dictadura, se daban regularmente entre nosotros antes de que la famosa lucecita del Pardo se extinguiera definitivamente.
Así, para descalificar la reciente manifestación organizada por los sindicatos UGT y CCOO en Madrid, algunos la han comparado con las que organizaba el caudillo en la plaza de Oriente. Para desprestigiar a los sindicatos han tenido que admitir que los bocadillos gratis y las generosas dietas tenían bastante que ver con aquellas concentraciones fascistas. Al tiempo, el líder del PP en el País Vasco ha desdeñado con un singular argumento la protesta de los párrocos guipuzcoanos por el nombramiento de un nuevo obispo, tan conciliador como para haber dicho recientemente que “quien apruebe la Ley del Aborto estará en situación de complicidad de asesinato”. Según el dirigente popular, la protesta la ha promovido el PNV, molesto por no poder, “como hacía Franco”, nombrar a su antojo los prelados de las diócesis vascas.
Bueno, no está mal, seamos comprensivos. Se empieza así, con un par de menciones condenatorias de lo que hasta hace poco no rechazaban, y lo mismo algún día el PP llegue a expulsar de sus filas a quienes, como Mayor Oreja, aún añoran los tiempos en que, según el ex ministro del Opus, tan plácidamente se vivía. ¡Qué cosas!