25 de abril de 2009

¿Un ministro con sentido común?

EL MUNDO EDUCATIVO ha vivido en los últimos años una enorme proliferación de leyes tan bien intencionadas como de dudosas consecuencias. La permisividad pseudo progresista que ha permitido a muchos alumnos –al menos en la enseñanza media– acceder a niveles superiores con graves deficiencias en los anteriores, la irrupción en los planes de estudio de disciplinas de escaso valor en detrimento de otras fundamentales, el inexistente control de la calidad de los títulos académicos; unas inspecciones educativas dirigidas más a detectar deficiencias administrativas que problemas de fondo... Un sinfín de causas, en resumen, han contribuido a que el nivel educativo de los chicos españoles sea muy inferior al deseable. Bastan para probar lo que digo los resultados de estudios internacionales, como el famoso informe PISA. Y ello sin dejar de reconocer que la educación básica se ha generalizado, que se han hecho esfuerzos presupuestarios, que las normas han nacido de la mejor voluntad...

Ha habido momentos en que hubiera parecido que lo más importante en el aula no era que el profesor dominara su materia y su didáctica, se esforzara en su trabajo y exigiera esforzarse a los chicos. Era prioritario utilizar la cantinela de alumnos y alumnas, no encomendar deberes, sino sugerir actividades... Si el profesor de matemáticas no admitía que un chico dijera que dos más dos son cinco, porque el error sólo era de una unidad, entonces se arriesgaba a ser tildado por los pedagogos de cámara de carca, retrógrado y dinosaurio.

Por ello, que el nuevo ministro de educación diga que “hay valores que tenemos que intensificar: el valor del estudio, de la enseñanza, de la exigencia. Son valores que se han asociado con opciones conservadoras, lo que es un error. Yo creo en el aprender, en el estudiar, en el enseñar, en fomentar la creatividad y las habilidades, pero también creo en el esfuerzo y en la exigencia. No son valores de una sociedad tradicional, son valores de una sociedad emprendedora, que no quiere malgastar su talento”; que diga tales cosas, constituye una de las mejores noticias producidas en el campo educativo en los últimos tiempos. ¿Al fin un ministro con sentido común?