11 de febrero de 2012

Oposiciones en la enseñanza pública

SE HALLAN bien arraigadas entre nosotros algunas que podríamos llamar verdades tabúes, supuestos que nadie discute y sobre los que resulta incómodo mantener opiniones críticas. De hacerlo se corre el riesgo de ser condenado a la hoguera por herejía política y abandono del recto camino, empedrado de tópicos. Los puntos de vista singulares casan mal con la uniformidad de la fila.

Escribo lo anterior a propósito del aplazamiento hasta el próximo año de las oposiciones a profesores en la enseñanza pública de Extremadura, sobre el que tengo una opinión acaso heterodoxa que deseo compartir con el lector.


Considero que en las circunstancias actuales está justificado que la Administración regional haya preferido no convocar esas pruebas, dado que el número de plazas que podrían salir a concurso –solo un 10 % de las vacantes que se produjeran– sería muy limitado. Sin embargo, me resulta objetable que, para justificar esta decisión, la consejera aduzca, respaldada en buena medida por los sindicatos, que la realización de pruebas en nuestra región, no celebrándose en otras, «perjudicaría a los opositores extremeños». Refiriéndose, claro, a que participarían en ellas candidatos de otras procedencias como consecuencia del perezosamente denominado “efecto llamada”.

Resulta objetable esa postura, en efecto. Porque, aun comprendiendo que los candidatos extremeños a las plazas en juego prefieran no competir con otros y entendiendo su frustración al no ver siempre valorado su esfuerzo, sorprende que la principal preocupación de la consejera no consista en que la calidad de los profesores en la enseñanza pública sea la máxima posible, sino en “no perjudicar”, según dice, a los opositores de la región. No se trata de perjudicar a nadie, por supuesto, pero lo que interesa a los alumnos, a sus padres, a la sociedad en su conjunto, es que los profesores de los centros extremeños sean los mejores. Procedan de aquí o de la Conchinchina. Y cuantos más sean los candidatos a esas plazas, mejores serán los seleccionados, como es lógico.

Alegar, como probablemente hagan algunos, que en otros lugares también dan preferencia a los de casa no es argumento de peso. Aunque así ocurriera, y al margen de aspectos nada baladíes que distinguirían unos casos de otros, ¿habríamos de imitarlos en su torpeza?


Publicado en El Periódico Extremadura