26 de febrero de 2011

El anonimato en Internet

INTERNET ha supuesto una revolución en los hábitos de vida de millones de personas, que hemos visto incrementadas nuestras posibilidades de participación en actividades muy diversas: culturales, económicas, informativas... Y aún hoy, transcurridas ya un par de décadas desde su nacimiento, esa revolución tecnológica sigue avanzando. Lo que ocurre con las llamadas redes sociales lo atestigua. Las revueltas en los países del Magreb, por mencionar una experiencia reciente, hubieran sido imposibles sin un entramado como éste, tan difícil de controlar por los regímenes totalitarios. Me esfuerzo en imaginar el desconcierto en que se hubiera sumido la grotesca censura de nuestra juventud, la que transformaba a los amantes de Mogambo en hermanos, frente a medios como los actuales. ¿Cómo hubiera prohibido películas, ocultado noticias, secuestrado libros, silenciado canciones?


Lamentablemente, la existencia de Internet no solo produce beneficios. Favorece también fenómenos preocupantes. El anonimato facilitado por la Red, por ejemplo, potencia las actitudes incívicas de ciertos sectores sociales. La convivencia en paz no siempre se ve reforzada. A menudo no se rebaten los argumentos de los que se discrepa: se recurre al insulto, a la descalificación personal. La violencia verbal en foros y webs puede llegar a niveles extremos.

Como es sabido, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, sufrió hace unos días una intervención quirúrgica. Se trata de una mujer de carácter, irónica, un punto arrogante, cuyas opiniones y acciones públicas no suelen pasar desapercibidas; no es, como personaje público, alguien precisamente de mi devoción. Pues bien, leyendo días atrás en la Red algunas de las cosas que a propósito de ella y de su enfermedad se escribieron anónimamente, me parecía imposible que pudiera llegarse a tales niveles de vileza. Auténticas salvajadas.

¿Será inevitable que el ciberespacio constituya una especie de jungla donde todo esté permitido, donde la buena educación sea una entelequia, donde el insulto y el comentario soez campen a sus anchas? Los vándalos siempre han estado tentados de dejar muestra de su barbarie en las paredes, pero es una triste pena que estos nuevos muros, donde tantas cosas buenas se ven, concedan a esa gente el espacio y la impunidad que jamás hubieran soñado.