Abro el ejemplar de este periódico que el otro día, como todos, dejó a primera hora un puntual repartidor en mi casa. Y, al poco, leo unas declaraciones del señor Vara en las que manifiesta, tras otorgar un jurado por él presidido el premio Carlos V, que "si hay una persona que (...) ha trabajado por la paz (...) en el mundo, esa ha sido Javier Solana”. Me río, qué voy a hacer, tras recordar el bombardeo ordenado por el galardonado, en su condición de Secretario General de la OTAN, en abril de 1999, contra la Televisión Serbia. Bombardeo que causó 16 muertos, todos civiles. Entre los miembros del jurado se encontraban, además del señor Vara, el presidente de la Asamblea, la consejera de Cultura, el rector de la Universidad... Me río, digo. O sea, lloro.
Dos páginas más adelante una fotografía llama mi atención. Muestra una travesía en la “avenida Presidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra” de Almendralejo. El importe de la obra ha sido de diez millones de euros; los precisos, no lo discuto, pero ¿no podrían haberse ahorrado el vasallaje del kilométrico nombre de la avenida? Unas declaraciones de Ibarra publicadas ayer me sacan de dudas: “Antes no era partidario de ello –se refiere a lo de su nombre en placas evocadoras de viejos tiempos–, pero he decidido cambiar y agradar a los que me quieren y disgustar a mis enemigos, por ello a partir de ahora voy a aceptar todo lo que me propongan”. ¿”Enemigos”? ¿Solo de él? ¿No lo serán también de España, como decía el invicto? ¿Quizá quienes “se ponen a correr intensamente para que les dé una angina de pecho y poderse operar del corazón”, como dijo en la televisión hace nada? Quienes le quieran, quienes no rían, sino lloren ante el espectáculo, debieran aconsejarle que no desprestigiara más su nombre ni el de aquellos a quienes representó durante años.
Publicado en El Periódico Extremadura:
Homenajes para reír... o llorar - 20/02/2010 )