5 de enero de 2012

No son iguales, pero lo parecen

NO PARTICIPO de la extendida opinión según la cual todos los políticos son iguales. Admitiendo que para militar en un partido hay que abdicar en gran medida de la independencia de criterio y que en esos ámbitos abundan los aprovechados y oportunistas, pienso que la mayoría de los afiliados a este tipo de organizaciones son personas decentes que quieren contribuir al bienestar de la sociedad en la que viven. La honradez es independiente de las ideologías.

Pero, dicho lo anterior, he de reconocer que en la llamada clase política son frecuentes los comportamientos que no contribuyen precisamente a su buen nombre. El incumplimiento de compromisos públicos es uno de los peores. Ya hemos visto cómo los dirigentes del PSOE quebrantaron no hace mucho importantes promesas electorales (por no hablar de fraudes históricos, como el producido en el asunto de la OTAN, del que hoy se enorgullecen algunos). Aquí, en Extremadura, acabamos de comprobar cómo ha puesto en práctica Izquierda Unida aquello de que no dejaría gobernar al PP ni por activa ni por pasiva, según se repitió hasta la saciedad. Y en cuanto al Partido Popular…


En cuanto al Partido Popular, ya ven. Rajoy se hartó de decirnos que si ganaba las elecciones no tocaría los impuestos, que hacerlo constituiría una intolerable agresión a los españoles y dificultaría la recuperación económica… Y a las primeras de cambio, alegando razones que ni con la fe del carbonero pueden darse por válidas, decretó la mayor subida del IRPF que hayan visto nuestros ojos. Subida que afectará no solo a unos pocos privilegiados, sino a millones de asalariados y pensionistas cuyos ingresos quedarán notablemente menguados en los próximos meses. Esa disculpa de que se desconocía el verdadero estado de las cuentas públicas es de una inconsistencia pasmosa procediendo de un partido que gobierna desde mayo en la mayoría de las comunidades autónomas y que, además, calificó de ejemplar el traspaso de poderes hecho por el Ejecutivo anterior.

Pero, en fin, no todos los políticos son iguales; no todos son unos mentirosos. Aceptémoslo para que no paguen justos por pecadores. Aceptémoslo, aunque cada vez resulte más difícil mantenerlo en público sin temor a ser abucheado por una concurrencia harta de tanto engaño.

Publicado en El Periódico Extremadura