20 de noviembre de 2010

¡Qué machos, estos muchachos!

NO ES UN TEMA cómodo de tratar, y el lector estará harto de ello, pero hoy voy a referirme a las repetidas muestras de mala educación, rayanas en la grosería, ofrecidas en los últimos tiempos por diversos parlamentarios del PP. Es obligado. Porque aun pudiéndose citar situaciones protagonizadas por gente de otros partidos que demostrarían que la zafiedad no entiende de ideologías, hay que reconocer que machos como estos, pocos.

Recordaré al lector los casos más recientes. El primero, el ocurrido hace unos meses en el parlamento valenciano, después de que Mónica Oltra, una diputada de Compromís, coalición electoral de izquierdas, hiciera algunas recriminaciones al vicepresidente de la Generalitat, Juan Cotino. La respuesta del diputado figurará en los anales del parlamentarismo: «Lo único que me avergonzaría, en caso de ser padre, sería tener una hija como usted, pero como probablemente ni lo conozca...». Muy propia, sin duda, de un miembro tan distinguido del Opus Dei como este ex director general de la policía en tiempos de Aznar.

Esa misma diputada, cuya juventud y condición femenina deben poner nerviosos a sus adversarios, fue interrumpida en ocasión posterior por otro machote, también diputado del PP: un tipo que rompía ruidosamente papeles a su lado y que como reacción a la pregunta de la parlamentaria sobre si no podía dejar tan importante tarea para otro momento, soltó que él «ya venía reñido de casa» –no dijo por quién– antes de seguir impertérrito con su grosera actitud. El vídeo es fácilmente localizable en Internet.

El último ejemplo (para qué hablar de los comentaristas de ciertas cadenas de televisión) lo vimos todos hace unos días: la vociferante intervención del senador Juan Van Halen, que en su réplica a la ministra de Asuntos Exteriores a propósito de la situación en el Sáhara realizó, mientras parecía a punto de reventar, unos pedestres comentarios acerca de la indumentaria de la ministra que evidenciaron cuánto preocupa al elegante senador –en el PP saben mucho de trajes– la suerte de los saharauis. Sus compañeros le aplaudieron a rabiar.

No soy votante del Partido Popular, pero me niego a admitir que los muchos millones de españoles que sí lo son se sientan representados por estos individuos; al contrario, los supongo avergonzados. Que ocurriera lo contrario sería verdaderamente preocupante.