10 de julio de 2010

Puyol no será Zarra

LOS MITOS de antes eran más duraderos. Y no me refiero a los mitos literarios. Me refiero a estos mitos de carne y hueso asociados a las competiciones deportivas con los que hoy muchos se identifican y en los que cifran sus esperanzas de redención. Antes, sí, eran más duraderos. Y pobres.

Un ciclista se dopaba a base de bocatas de sardinas, mientras sentado en un bordillo esperaba al pelotón tras coronar en solitario una cima alpina, y los escolares poníamos su foto en chapas que constituían nuestro mejor juguete durante años. Nos importaba poco que el mismísimo Franco, tan aficionado al deporte como a la filosofía, sentando un precedente, llamara al Pardo al enjuto escalador para fotografiarse con él. La fama del Águila de Toledo perduró a lo largo del tiempo. Más que la modesta tienda de accesorios ciclistas con la que se ganó la vida tras su retirada.


Un futbolista marcaba un gol de cabeza en Maracaná, en 1950, a la pérfida Albión, y pareció que la Armada Invencible se hubiera desquitado. Zarra –vasco, por cierto– fue durante décadas emblema de la furia española, aunque tuviera que sobrevivir, una vez alejado de los estadios, de un pequeño negocio de artículos deportivos. Por no hablar de Marcelino, autor del famoso gol a Rusia, como decían los del régimen, con el que la selección española ganó la Copa de Europa en 1964. Le premiaron, como a sus compañeros, con 150.000 pesetas y una cena en el hotel Palace.

¿Se recordará dentro de sesenta años el gol de Puyol –catalán, ya saben– a los alemanes? ¿Se considerará gesta propia de héroes? Sin restar méritos al bravo futbolista, creo que no. La rapidez con que los medios devoran hoy a sus criaturas, su necesidad de echar cada día más madera al fuego, de trivializar todo lo que tocan (vean, si no, lo del dichoso pulpo), me hacen pensar que estos ídolos de hoy no vivirán en la memoria colectiva tanto como sus antecesores. Aunque tengan la ventaja sobre ellos de que, cuando abandonen el Olimpo, podrán pagarse un buen alquiler.