5 de junio de 2010

La veda está abierta

EL LECTOR habitual de esta columna sabrá que su autor es de quienes creen que el actual Gobierno y su presidente, en particular, son merecedores de censura por su forma de dirigir la política y la economía españolas en los últimos meses. Incluso en asuntos sociales, donde el avance había sido notorio, se están produciendo retrocesos. Por no mencionar la toalla ya definitivamente arrojada a propósito de la aconfesionalidad del Estado, con renuncias como la de la ministra Chacón a prohibir la participación de fuerzas militares en la procesión de Toledo.

Pero, afirmado lo anterior, aceptado que Zapatero no solo es criticado por sus adversarios, sino por muchos de sus votantes, hay que apresurarse a afirmar que la campaña desplegada contra él por la derecha nacional es de una bajísima estofa. Algunos medios están sobrepasando los límites impuestos por las más elementales normas de convivencia. Su odio al presidente es tan patente que, como ya ha dicho alguien, no les importaría que el barco se hundiera, si con ello lograran que se ahogara quien, más que oponente político, parece su enemigo bíblico.

Episodios como el del cartel injurioso en los juzgados de Badajoz, que no debiera quedar impune, permiten pensar que la cacería está en pleno apogeo. La derecha civilizada, si alguna queda, se halla escondida; pero ¿la más extrema? ¿No les llega a ustedes el eco de sus arengas? Los votantes de izquierdas, mientras tanto, desorientados. Los del PSOE, sin saber adónde mirar tras los cambios de rumbo de sus líderes. Los de IU, comprobando una vez más las consecuencias de una ley electoral manifiestamente injusta que disminuye su capacidad de influencia.

Los problemas económicos no son exclusivos de España, y eso podría consolarnos. Pero en lo que somos únicos es en el descaro de algunos al asegurar que sus motivos son altruistas, cuando lo que buscan es terminar a toda costa con una presa que saben herida y a la que consideran usurpadora de algo que les pertenece. La veda sigue abierta.