21 de febrero de 2009

¿Libertad de expresión o de injuria?

A QUIENES, como quien suscribe, hemos conocido épocas en la historia de nuestro país en las que todas las libertades estaban perseguidas, nadie nos habrá de dar lecciones sobre una de las más importantes de ellas, la de expresión, indispensable en un sinnúmero de actividades: artísticas, docentes, políticas... Convendría, por cierto, para que los más jóvenes conocieran hasta qué punto llegaba la mente enfermiza de los censores del franquismo, que se mostraran en escuelas e institutos esos carteles de cine en los que, pincel en mano, se prolongaba la longitud de las faldas de algunas actrices; o se proyectaran películas con aquellos doblajes que transformaban amantes en hermanos para ocultar a los espectadores el “adulterio” cometido por los protagonistas... Época, sí, felizmente pasada.

En nuestros días, sin embargo, pareciera que la libertad de expresión no siempre es cabalmente ejercida. ¿De aquellos polvos vendrán estos lodos? Los nuevos medios de comunicación, singularmente el más revolucionario de ellos, internet, proporcionan abundantes ejemplos de lo que digo. Un servidor de ustedes, pongamos por caso, expone aquí semanalmente, en papel, pero también en la versión en la Red de este diario, sus opiniones sobre asuntos de actualidad. Entre sus lectores habrá quienes comulguen con lo que dice. Otros, acaso la mayoría, discreparán de él. Pero todas sus opiniones están encabezadas por nombre y apellidos.

Sin embargo, cuando columnas como ésta aparecen en internet, es frecuente que junto a ellas puedan leerse comentarios que, en muchos casos, amén de anónimos, son insultantes. No se discuten opiniones, lo cual sería legítimo, sino que se ofende groseramente a sus autores. ¿Tiene ello algo que ver con la libertad de expresión o, más bien, con la libertad de injuria?

La semana pasada, uno de esos comentaristas llegaba a desear la aparición de un nuevo coronel Yagüe, el infame responsable de miles de muertes en Badajoz, que ajustara cuentas con tanto "marxista-leninista" como, según él, andaba suelto. ¿Es razonable que los medios den cabida a ese tipo de manifestaciones? Quienes lo permiten debieran formularse seriamente la pregunta.