18 de enero de 2006

¿Es usted partidario de ganar más?

La anécdota es conocida y aparece en todos los libros de Estadística: Según algunos, esta poderosa rama de las matemáticas, cada día más omnipresente, es esa ciencia según la cual si usted se come un pollo entero y yo ninguno, cada uno nos habremos comido medio animal. La ocurrencia, ciertamente, es feliz. Tan feliz como inductora al engaño. Porque la Estadística, aliada con el Cálculo de Probabilidades, lejos de ser una patraña, es usada a diario para mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Y no me hagan entrar en más detalles, por favor, porque, de hacerlo, mi insaciable vocación de maestro insatisfecho me llevaría a soltarles una lección que no soportaría ni el más paciente de mis jóvenes alumnos, por mucho que en el instituto en el que procuro enseñarles algo tengan conmigo una paciencia que para sí hubiera querido el santo Job.

El caso, y a eso iba, es que mientras los científicos que se dedican a esta rama de las matemáticas actúan de acuerdo con los principios de rigor y meticulosidad que les son habitualmente exigibles, los aficionados se toman la actividad estadística como si de un vulgar pasatiempo se tratara. Y eso, seamos generosos, descartando que en su forma de proceder medien propósitos inconfesables. Porque, lamentablemente, cualquiera se cree en condiciones, especialmente en los medios de comunicación, de obtener conclusiones supuestamente válidas sobre la opinión de la ciudadanía sobre éste o aquel asunto, basándose para ello en pretendidas encuestas que no cumplen ni uno solo de los requisitos que habrían de satisfacer a poco que se quisiera ser rigurosos.

Voy a ponerles algunos ejemplos. Todos ellos tomados entre los que cualquier lector que navegue por el proceloso mar de Internet conocerá de sobra. Es el de las encuestas que casi todos los medios, incluyendo este mismo en el que tienen la amabilidad de acoger mis opiniones, realizan entre los visitantes de sus ediciones en la Red. El primero me lo proporciona un conocido periódico de Madrid, aunque su nombre tenga resonancias mundiales, que hoy pregunta a sus lectores en su página web si “les parece bien que conocer el catalán se convierta en un deber en Cataluña”. No necesito mirar el resultado de las votaciones. Nadie es partidario de soportar deberes, ni de aprender catalán ni sueco, luego la pregunta se la podrían haber ahorrado. ¿Qué tal si ese periódico, supuestamente objetivo y con pretensiones científicas, hubiera preguntado si parece conveniente que un juez que ha de escuchar lo que un acusado diga entienda sin necesidad de intérprete lo que éste considere adecuado alegar en su defensa? ¿A que el resultado de la encuesta hubiera sido bien diferente?

Segundo ejemplo, sacado de otro periódico, éste exclusivamente digital: “¿La justificación del PP de las palabras de Mena –ya saben, el general de lengua incontrolada– es una muestra de su giro a la derecha extrema?” Si quieren saber mi opinión particular, yo diría que sí o, mejor, que el giro no necesitan darlo, porque ya están en la extrema derecha, pero la preguntita se las trae. ¿No hubiera sido más honrado preguntar si la reacción del PP está o no justificada?

Termino con un tercer ejemplo, éste más cercano. Tan cercano que me permitirán que diga que es, casi, de hoy mismo: “¿Deben adelantarse las rebajas de enero al día 2?” ¡Caramba, esa es una pregunta de las que ponían a Fernando VII! Pues claro que sí, al dos de enero, o, de ser posible, al uno, y que durasen todo el año…

De modo, amable lector, que desconfíe usted de estos estadísticos de tres al cuarto. Tiéntese bien las ropas cuando le interroguen tan capciosamente y, haciendo caso omiso de tales encuestas, cómase tranquilamente su medio pollo. El mío, entero y vero, hace tiempo que fue devorado. Por cierto, ¿es usted partidario de ganar más? Yo también. Lo digo para ver si los de El Periódico Extremadura se dan por aludidos.