15 de enero de 2011

El ‘éxito educativo’ tendrá precio

NO FUE hace un siglo, pero casi, casi. Eran los finales de los años setenta cuando un numeroso grupo de profesores extremeños, junto a muchos otros colegas de toda España, hicimos un viaje a Cuba para conocer de primera mano el funcionamiento de un sistema educativo que, ya entonces, amén de haber terminado con el analfabetismo secular en aquella maravillosa isla, formaba profesionales de prestigio internacional en campos, como la medicina, en los que antes eran desconocidos.

La impresión que aquel viaje nos causó –o, al menos, causó a quien suscribe– fue contradictoria. Admirados por algunos avances indiscutibles, no dejó de sorprendernos la rigidez oficialista que se apreciaba por doquier. Recuerdo que el director de una escuela rural, tras presentarse al rojerío allí reunido como fan de Raphael y Carmen Sevilla, nos mostró su satisfacción porque su escuela hubiera superado los objetivos de éxito escolar marcados por el ministerio de Educación. Si éste había establecido en un, no recuerdo exactamente, supongamos un 95 %, el porcentaje de alumnos que habían de aprobar el curso, ellos, nos decía, habían alcanzado el 98 %. Recuerdo que le pregunté quién otorgaba las calificaciones. «Nosotros mismos», me respondió. Mi contestación acaso no fue muy amable: «Bueno, entonces, aún pueden ustedes mejorar».


Menciono esta anécdota tras leer en un diario regional que «los profesores cuyos alumnos tengan mejores notas ganarán más». Como desconfío de ciertos titulares periodísticos no le doy mucho crédito a la noticia, pero en el hipotético caso de que éste correspondiera a la realidad estaríamos ante un disparate de dimensiones cósmicas. Salvo que: 1º.- Más que las calificaciones aisladas de los alumnos se tuviera en cuenta cómo los encontró el profesor al principio de curso y cómo los dejó. 2º.- Que esa evolución no se midiera con criterios que estableciera el profesor interesado, de sueldo siempre mejorable, ni la propia Consejería, sino algún organismo independiente, lo que en una región que se niega a participar en evaluaciones como la del Informe PISA me parece más bien improbable.

(Apenas terminadas las líneas anteriores, leo que la Junta ha rectificado parcialmente la noticia, indicando que el sobresueldo a los docentes se vinculará a un difuso «éxito educativo». Aun así, mantengo lo escrito. ¿Cómo y quién acreditará tal éxito? La tentación de amañar las estadísticas, incluso pagando con un puñado de euros, puede ser irresistible).