HACE MIL años, cuando los grises, muchos estudiantes de la época teníamos que sintonizar por la noche alguna emisora extranjera para enterarnos de lo que había sucedido por la mañana a dos palmos de nuestras narices. Y no digamos nada de lo ocurrido un poco más lejos. Los periódicos y demás medios de comunicación nacionales, como entonces se decía, o bien eran meros instrumentos propagandísticos del régimen o bien sufrían una censura de voracidad insaciable que los reducía a la inoperancia. ¿Habrá quienes, franquistas irredentos al margen, aún lo nieguen?
Hoy, algunas cosas han cambiado. Estás en tu casa, ante el ordenador o con una de esas tabletas –el nombre me chirría– sobre el brazo del sillón, y puedes ver en directo la transmisión que un chico con un portátil emite con toda naturalidad desde una asamblea en su facultad, en Valencia. Y aunque oigas expresiones que te resultan familiares, las voces son nuevas. Las redes sociales bullen de información instantánea, servida por sus propios protagonistas.
Algunas cosas han cambiado, cierto. Otras no. No las primeras planas del periódico fascistoide que si en los años de vergüenza llamaba suicidios a ciertos asesinatos ahora descalifica a jóvenes, casi niños, por manifestarse pacíficamente. No el lenguaje de quienes recurren a una imaginaria alteración del orden público para justificar que chavalillos imberbes sean abofeteados, cuando no apaleados, por quienes debieran proteger su libertad. No han cambiado las mentes estrechas de algunas autoridades que osan llamar enemigos (faltó añadir “de España”) a los hijos adolescentes de quienes les pagan el sueldo. ¿Volverá pronto la conjura judeo-masónica?
Haría bien el Partido Popular en seguir los consejos de Rajoy, más astuto en esto que muchos de sus subordinados, y manejar con prudencia la incipiente revuelta estudiantil. Los jóvenes de la primavera valenciana no llevan incorporados en su corta biografía los miedos de sus padres y abuelos y no callarán porque unos matones, con o sin uniforme, los agredan. El 68 es historia, sí, y ya no habrá que sintonizar radios de fuera para saber lo que ocurre en tu casa, cierto; pero mayo se acerca a marchas forzadas. Y este año, con las lluvias que están cayendo, puede ser florido.
Publicado en El Periódico Extremadura
25 de febrero de 2012
18 de febrero de 2012
Besugos en el Congreso
LOS MÁS... veteranos de los lectores (seamos generosos en el apelativo) recordarán Diálogos para besugos, la descacharrante sección de La Codorniz, “la revista más audaz para el lector más inteligente”, como ella misma se definía. Pese a su título, la memorable columna no contenía diálogo alguno, sino un par de monólogos entrecruzados en los que cada uno de los supuestos interlocutores decía lo que le venía en gana. Si uno empezaba con un «buenos días», el otro respondía con un «buenas tardes». Y así sucesivamente.
Pensaba en ellos, en los besugos, mientras, a salto de mata, veía en la tele la transmisión de la última de las sesiones de control al Gobierno. La pantalla mostraba a unos padres y madres de la patria saludando a su aire y, al poco, a otros desde el banco azul respondiendo como les petaba. ¡Qué espectáculo más prescindible!
Habla una diputada socialista, cuyo nombre lamento no haber anotado, y le pregunta al ministro de Educación (ante quien el famoso elefante de la cacharrería tiraría la toalla) si cree que los cambios anunciados desde su departamento han sido «hechos con rigor». ¡Y se queda tan ancha! ¿Qué responderá el ministro, que no, que son fruto de la última juerga con sus amiguetes de congregación? Contesta brevemente y de mala gana el calvo, dicho sea con el respeto que otorga la solidaridad entre iguales, y la señora diputada replica tirando de papel y leyendo algo que llevaba previamente escrito.
Toma después la palabra otra diputada, antigua consejera de la Junta de Extremadura a la que, cosas de la vida, han colocado ahora en el gallinero, y, dirigiéndose a la ministra de Empleo, le inquiere si la reforma laboral recién aprobada va a favorecer el empleo. ¿Qué dirá la interpelada, que en absoluto, que la han acordado buscando precisamente los efectos contrarios?
Nuestros parlamentarios, a diferencia de La Codorniz, no son audaces, aunque, como ella, hagan reír (por no llorar). Nuestros diputados y senadores (con las pocas excepciones que sea menester) se parecen mucho más a Cantinflas que a Cicerón. Nuestras bien remuneradas señorías valoran en muy poco la inteligencia de aquellos a quienes dicen representar. ¿Cómo, si no, se comportarían cual besugos sabiendo que los estamos viendo?
Publicado en El Periódico Extremadura
Pensaba en ellos, en los besugos, mientras, a salto de mata, veía en la tele la transmisión de la última de las sesiones de control al Gobierno. La pantalla mostraba a unos padres y madres de la patria saludando a su aire y, al poco, a otros desde el banco azul respondiendo como les petaba. ¡Qué espectáculo más prescindible!
Habla una diputada socialista, cuyo nombre lamento no haber anotado, y le pregunta al ministro de Educación (ante quien el famoso elefante de la cacharrería tiraría la toalla) si cree que los cambios anunciados desde su departamento han sido «hechos con rigor». ¡Y se queda tan ancha! ¿Qué responderá el ministro, que no, que son fruto de la última juerga con sus amiguetes de congregación? Contesta brevemente y de mala gana el calvo, dicho sea con el respeto que otorga la solidaridad entre iguales, y la señora diputada replica tirando de papel y leyendo algo que llevaba previamente escrito.
Toma después la palabra otra diputada, antigua consejera de la Junta de Extremadura a la que, cosas de la vida, han colocado ahora en el gallinero, y, dirigiéndose a la ministra de Empleo, le inquiere si la reforma laboral recién aprobada va a favorecer el empleo. ¿Qué dirá la interpelada, que en absoluto, que la han acordado buscando precisamente los efectos contrarios?
Nuestros parlamentarios, a diferencia de La Codorniz, no son audaces, aunque, como ella, hagan reír (por no llorar). Nuestros diputados y senadores (con las pocas excepciones que sea menester) se parecen mucho más a Cantinflas que a Cicerón. Nuestras bien remuneradas señorías valoran en muy poco la inteligencia de aquellos a quienes dicen representar. ¿Cómo, si no, se comportarían cual besugos sabiendo que los estamos viendo?
Publicado en El Periódico Extremadura
11 de febrero de 2012
Oposiciones en la enseñanza pública
SE HALLAN bien arraigadas entre nosotros algunas que podríamos llamar verdades tabúes, supuestos que nadie discute y sobre los que resulta incómodo mantener opiniones críticas. De hacerlo se corre el riesgo de ser condenado a la hoguera por herejía política y abandono del recto camino, empedrado de tópicos. Los puntos de vista singulares casan mal con la uniformidad de la fila.
Escribo lo anterior a propósito del aplazamiento hasta el próximo año de las oposiciones a profesores en la enseñanza pública de Extremadura, sobre el que tengo una opinión acaso heterodoxa que deseo compartir con el lector.
Considero que en las circunstancias actuales está justificado que la Administración regional haya preferido no convocar esas pruebas, dado que el número de plazas que podrían salir a concurso –solo un 10 % de las vacantes que se produjeran– sería muy limitado. Sin embargo, me resulta objetable que, para justificar esta decisión, la consejera aduzca, respaldada en buena medida por los sindicatos, que la realización de pruebas en nuestra región, no celebrándose en otras, «perjudicaría a los opositores extremeños». Refiriéndose, claro, a que participarían en ellas candidatos de otras procedencias como consecuencia del perezosamente denominado “efecto llamada”.
Resulta objetable esa postura, en efecto. Porque, aun comprendiendo que los candidatos extremeños a las plazas en juego prefieran no competir con otros y entendiendo su frustración al no ver siempre valorado su esfuerzo, sorprende que la principal preocupación de la consejera no consista en que la calidad de los profesores en la enseñanza pública sea la máxima posible, sino en “no perjudicar”, según dice, a los opositores de la región. No se trata de perjudicar a nadie, por supuesto, pero lo que interesa a los alumnos, a sus padres, a la sociedad en su conjunto, es que los profesores de los centros extremeños sean los mejores. Procedan de aquí o de la Conchinchina. Y cuantos más sean los candidatos a esas plazas, mejores serán los seleccionados, como es lógico.
Alegar, como probablemente hagan algunos, que en otros lugares también dan preferencia a los de casa no es argumento de peso. Aunque así ocurriera, y al margen de aspectos nada baladíes que distinguirían unos casos de otros, ¿habríamos de imitarlos en su torpeza?
Publicado en El Periódico Extremadura
Escribo lo anterior a propósito del aplazamiento hasta el próximo año de las oposiciones a profesores en la enseñanza pública de Extremadura, sobre el que tengo una opinión acaso heterodoxa que deseo compartir con el lector.
Considero que en las circunstancias actuales está justificado que la Administración regional haya preferido no convocar esas pruebas, dado que el número de plazas que podrían salir a concurso –solo un 10 % de las vacantes que se produjeran– sería muy limitado. Sin embargo, me resulta objetable que, para justificar esta decisión, la consejera aduzca, respaldada en buena medida por los sindicatos, que la realización de pruebas en nuestra región, no celebrándose en otras, «perjudicaría a los opositores extremeños». Refiriéndose, claro, a que participarían en ellas candidatos de otras procedencias como consecuencia del perezosamente denominado “efecto llamada”.
Resulta objetable esa postura, en efecto. Porque, aun comprendiendo que los candidatos extremeños a las plazas en juego prefieran no competir con otros y entendiendo su frustración al no ver siempre valorado su esfuerzo, sorprende que la principal preocupación de la consejera no consista en que la calidad de los profesores en la enseñanza pública sea la máxima posible, sino en “no perjudicar”, según dice, a los opositores de la región. No se trata de perjudicar a nadie, por supuesto, pero lo que interesa a los alumnos, a sus padres, a la sociedad en su conjunto, es que los profesores de los centros extremeños sean los mejores. Procedan de aquí o de la Conchinchina. Y cuantos más sean los candidatos a esas plazas, mejores serán los seleccionados, como es lógico.
Alegar, como probablemente hagan algunos, que en otros lugares también dan preferencia a los de casa no es argumento de peso. Aunque así ocurriera, y al margen de aspectos nada baladíes que distinguirían unos casos de otros, ¿habríamos de imitarlos en su torpeza?
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4 de febrero de 2012
Son jóvenes, pero antiguos
NO HAY QUE confundir lo viejo con lo antiguo. Ni lo joven con lo moderno. Conozco a muchos ancianos de mentalidad más innovadora que la de ciertos jóvenes, cuyas ideas no hubieran desentonado en el siglo XIX. O antes.
Lo digo porque alguien podría extrañarse de que personas en plena juventud o, si no juventud, madurez, como destacados miembros del Gobierno, estén haciendo gala en las últimas semanas de posturas ideológicas tan involutivas, tan retrógradas. No hay motivo de extrañeza. No actúan así por jóvenes, sino por antiguos. Lo hacen porque está en su naturaleza. Y lo habían anunciado. Desde ese punto de vista, su comportamiento es irreprochable.
¿O acaso no es antiguo un presidente que se refiera a sus conciudadanos en los términos en que lo hizo Rajoy en Bruselas? Su «a mí me van a hacer una huelga», envaneciéndose de ello, ¿no les recordó el ¡cómo está el servicio! de cuando las señoronas aquellas de la asociación pía? Le faltó añadir que, a este paso, lo mismo la gente pide un mes de vacaciones al año.
La involución que estamos viviendo en nuestro país, en todos y cada uno de los órdenes –deténgase el lector en analizar algunos recientes nombramientos en el área cultural extremeña, por ejemplo– no es cuestión de edades. Es cuestión de una forma de ver el mundo que, siendo generosos, podríamos calificar de netamente conservadora y, de ser algo más precisos, de abiertamente reaccionaria.
Reaparecen nombres que creíamos perdidos en montes turcos, se anuncian limitaciones al ejercicio de derechos que a nadie obligan, se multiplican los avisos de reducciones de servicios públicos básicos, se habla sin recato de medidas que pondrán en riesgo otros... Mientras, órganos judiciales cuya renovación se obstaculizó, ahora se aprestan a ser ocupados. ¡Qué espectáculo el de la Justicia, virgen de la Macarena!
El electorado español se pronunció claramente en el pasado noviembre (no tanto el extremeño meses antes, pero ya ven). Gobiernan quienes los votantes quisieron. Parafraseando al desaparecido Vázquez Montalbán podríamos decir que, a partir de los cuarenta, cada sociedad es responsable de sus actos. La edad media de la población española es justamente esa, y un señor que se llamaba Franco murió en el 75. Saque el lector las conclusiones que estime pertinentes. Y que cada palo aguante su vela.
Publicado en El Periódico Extremadura
Lo digo porque alguien podría extrañarse de que personas en plena juventud o, si no juventud, madurez, como destacados miembros del Gobierno, estén haciendo gala en las últimas semanas de posturas ideológicas tan involutivas, tan retrógradas. No hay motivo de extrañeza. No actúan así por jóvenes, sino por antiguos. Lo hacen porque está en su naturaleza. Y lo habían anunciado. Desde ese punto de vista, su comportamiento es irreprochable.
¿O acaso no es antiguo un presidente que se refiera a sus conciudadanos en los términos en que lo hizo Rajoy en Bruselas? Su «a mí me van a hacer una huelga», envaneciéndose de ello, ¿no les recordó el ¡cómo está el servicio! de cuando las señoronas aquellas de la asociación pía? Le faltó añadir que, a este paso, lo mismo la gente pide un mes de vacaciones al año.
La involución que estamos viviendo en nuestro país, en todos y cada uno de los órdenes –deténgase el lector en analizar algunos recientes nombramientos en el área cultural extremeña, por ejemplo– no es cuestión de edades. Es cuestión de una forma de ver el mundo que, siendo generosos, podríamos calificar de netamente conservadora y, de ser algo más precisos, de abiertamente reaccionaria.
Reaparecen nombres que creíamos perdidos en montes turcos, se anuncian limitaciones al ejercicio de derechos que a nadie obligan, se multiplican los avisos de reducciones de servicios públicos básicos, se habla sin recato de medidas que pondrán en riesgo otros... Mientras, órganos judiciales cuya renovación se obstaculizó, ahora se aprestan a ser ocupados. ¡Qué espectáculo el de la Justicia, virgen de la Macarena!
El electorado español se pronunció claramente en el pasado noviembre (no tanto el extremeño meses antes, pero ya ven). Gobiernan quienes los votantes quisieron. Parafraseando al desaparecido Vázquez Montalbán podríamos decir que, a partir de los cuarenta, cada sociedad es responsable de sus actos. La edad media de la población española es justamente esa, y un señor que se llamaba Franco murió en el 75. Saque el lector las conclusiones que estime pertinentes. Y que cada palo aguante su vela.
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