COMO escribía el otro día un reconocido analista político, nada sospechoso de afinidad al PP, parece indiscutible que la presente legislatura se halla vencida. Y si hoy aún se puede pedir a la gente paciencia hasta que dentro de unos meses se celebren elecciones municipales y autonómicas, de confirmarse en ellas lo que todas las encuestas auguran, la espera hasta las legislativas de 2012 va a resultar insoportable. El deterioro del Gobierno y de su presidente es tan notable que se hace difícil imaginar un año más en el actual estado de cosas.
No emito juicio sobre la responsabilidad última de lo que se está viviendo, que conste, pues si la presente crisis no es exclusiva de España alguna culpa de ella habrá que buscar fuera de nuestras fronteras, pero nadie dudará de que la forma en que Zapatero ha gestionado la situación ha contribuido al ambiente depresivo que se respira.
Tan malo es ese ambiente que incluso normas tan razonables como la que prohibe fumar en espacios públicos cerrados, aprobada casi por unanimidad en las Cortes, está siendo utilizada para dañar al Gobierno. Con el apoyo, consciente o no, de ciertos medios informativos que difunden anécdotas ocurridas en los primeros días de aplicación de la ley como si de grandes tragedias se tratara. Ocurre una pelea en un bar y no solo se la relaciona erróneamente con la nueva ley, sino que se difunden los malos augurios del dueño del bar sobre próximos altercados cual si los anunciara un sesudo sociólogo. Se pregunta a la ministra qué puede hacer quien sienta vulnerado el derecho que la ley le otorga y tras su lógica respuesta, o sea, que el afectado puede denunciar lo ocurrido, se difunde a los cuatro vientos que la ministra incita a la delación anónima (como si el autor de cualquier denuncia no hubiera de identificarse). El esperpéntico alcalde de Valladolid habla de persecución a los judíos... Todo por una norma apoyada por la mayoría de la población y semejante a tantas otras en medio mundo, donde nadie les atribuye tintes totalitarios.
Es un ejemplo, lo sé, pero ilustrativo de una situación en que el descrédito gubernamental hace posible tales manipulaciones. Un descrédito, todo hay que decirlo, que no sólo afecta a quienes hoy mandan. Hace años hubo una época de desilusión en que el lema por el cambio esgrimido por el PSOE caló en la gente y le hizo arrasar en las urnas. ¿Qué lema del PP puede entusiasmar hoy a una ciudadanía tan desengañada como la española?