INTENTO mantenerme bien informado. Leo los principales periódicos cada día, consulto varios de los muchos blogs que tratan de la actualidad política, escucho atentamente un par de los debates que cada noche ofrecen algunas televisiones... y, como supongo le ocurrirá al lector, sufro tentaciones cada vez más fuertes de mandar todo a paseo. Estoy aburrido de las interminables batallas cainitas entre los bandos del Partido Popular, que quizás no tengan por líder al santo Job, pero entre cuyos militantes, honrada como supongo la mayoría de ellos, debe cundir el desánimo visto el espectáculo que sus dirigentes están ofreciendo. Estoy cansado de la falta de capacidad de entusiasmar a la ciudadanía de un PSOE en el que se echa de menos el impulso ético del que tiempos atrás alardeaba.
Aburrimiento, cansancio pero, sobre todo, indignación por los mil y un caso de corrupción que, cual gota malaya, nos torturan día tras día, de manera que cada nuevo paso por los juzgados nos sorprende menos que el anterior, como si nos fuéramos habituando al robo, al expolio. Leo en un diario que en los años noventa uno de cada tres diputados italianos estuvo imputado por delitos económicos. ¿Es posible que algo parecido llegue a suceder aquí? Se dirá que lo bueno de una democracia es que la suciedad termina saliendo a la superficie. Es posible, pero ¿quién explica por qué tarda tanto en salir? Y no parece existir lugar libre de la plaga. Apellidos que se mencionaron en casos lejanos geográficamente de nosotros, se repiten en otros cercanos; siglas que se asociaban a la honradez centenaria aparecen manchadas en municipios como Santa Coloma de Gramanet...
Es tremendo decirlo, pero cada vez parecen existir más motivos para dar la razón a quienes opinan que los partidos políticos, al menos los mayoritarios, los que pueden repartir prebendas y sillones, están infestados de truhanes y gente que ha hecho de su militancia un próspero modo de vida. La honrada ciudadanía no se merece tanto sinvergüenza.