UN LECTOR de la edición digital de un periódico extremeño se tomaba el otro día con sorna el titular de una noticia: “arrancan las obras de la nueva Comisaría de Policía”. “A quien haya 'arrancado' las obras –decía en su comentario–, debieran pillarlo y llevarlo ante el juez. No se puede consentir que alguien arranque unas obras con un destino tan útil para el ciudadano”. El hombre, excuso decirlo, tenía toda la razón del mundo. En el Diccionario de la RAE aparecen diecinueve acepciones para arrancar, pero ninguna corresponde a lo que el titular pretendía comunicar. ¿No hubiera sido mucho más sencillo e inteligible escribir “se inician las obras”? Claro que, entonces, ¿en qué se notaría que el que escribió esa entrada sabe qué es la elegancia de expresión?
Ignoro si son los periodistas los que han contagiado a la mayoría de los políticos ese lenguaje retorcido, cursi, reiterativo, repleto de frases hechas que si una vez resultan ingeniosas –”mover ficha”, por ejemplo– con el tiempo se hacen aborrecibles por su reiteración o si, recíprocamente, han sido los políticos los responsables de tanto desaguisado lingüístico, pero, sea como fuere, si el lenguaje es reflejo del pensamiento, si “lo que bien se concibe, bien se expresa”, entonces debiéramos llorar por cómo piensan quienes organizan nuestra vida en común y quienes nos lo cuentan.
Ya ni nos sorprende que, según Zapatero, las próximas subidas de impuestos hayan de ser “limitadas y temporales” –¿cómo si no?–, que en tal o cual sitio no haya llovido, sino que la lluvia haya hecho acto de presencia; que la corrida de toros no haya sido suspendida a causa del mal tiempo, sino de la meteorología, o de que desde el más modesto concejal hasta el más encumbrado ministro no elijan u opten, sino que apuesten, apuesten continuamente... Como dice Rosa María Artal, una de las excepciones que confirma la regla, “seguiremos con las letanías sesgadas, mil veces repetidas, de buena parte de quienes tienen voz en los grandes medios informativos”. Es, mucho me temo, uno de los sinos de nuestro tiempo.