HUBO UNA FAMOSA película japonesa, hace muchos años, de la que luego se hizo un remake en Holywood, en la que siete testigos daban en un juicio versiones radicalmente diferentes de un mismo suceso violento, presenciado por cada uno de ellos desde su particular perspectiva. Todas las versiones se ajustaban a la verdad, pero no había dos de ellas iguales. Incluso parecían corresponder a distintos acontecimientos.
Eso exactamente es lo que a mi juicio pasa con muchas de las noticias de las que informan los periódicos y otros medios en nuestro país. Y me refiero, como digo, a noticias en sentido estricto, no a opiniones, cuya variedad no sólo es posible, sino absolutamente deseable.
En los últimos tiempos, y en relación a la situación política de dos países latinoamericanos, se están dando dos muestras muy ilustrativas del cuidado con el que el lector de prensa --no hablemos del telespectador-- ha de tomarse lo que le cuentan. Las informaciones se refieren a dos países, Venezuela y Colombia, cuyos presidentes están impulsando modificaciones legales que les permitan continuar en el poder una vez finalicen sus actuales mandatos. Y lo curioso es que mientras en el caso de Venezuela las modificaciones propuestas despiertan en la mayor parte de los periódicos españoles airadas protestas y calificativos de dictador deseoso de perpetuarse en el poder para Hugo Chávez, en el caso de Colombia, donde Álvaro Uribe pretende hacer algo parecido a lo del venezolano, todo son parabienes y actitudes comprensivas. En ambos casos las propuestas de cambios legales se han hecho con un respeto escrupuloso a las normas vigentes en cada país y mediante procedimientos plenamente democráticos, que incluyen un referéndum de ratificación final.
Habría que analizar a qué se deben esos distintos comportamientos. Convendría saber, por ejemplo, hasta qué puntos poderosos intereses económicos, de grandes bancos o de compañías petrolíferas, por ejemplo, están influyendo en que la opinión pública española se forje juicios diferentes sobre situaciones completamente similares. ¿Por qué lo que aquí es bueno allí es malo? La edad de la inocencia, por citar otro título cinematográfico, pasó hace tiempo.