PARECE QUE LOS FAMOSOS TOLDOS que el año pasado se instalaron tarde y mal y hubo que retirar precipitadamente, en el centro de Cáceres, y que iban a acompañarse de ingeniosos chismes para refrescar el ambiente, este año ni siquiera van a colocarse. Todo el estruendo que el verano pasado se hizo acerca de las innumerables ventajas del invento y los muchos miles de euros que se invirtieron en él –supongo que de procedencia privada–, han pasado a mejor vida.
Lo anterior constituye un ejemplo, a nivel local, de lo rápidamente que se producen noticias hoy en día y la rapidez aún mayor con la que pasan al olvido. Pongamos el caso de los deportes: hace unas semanas, no había forma de salir a la calle sin oír hablar de Luis, de Casillas y de la selección. Me crucé en un parque con un niño de apenas cuatro años y el pobrecito iba clamando con su vocecita infantil: "¡España, España!”. Otros, más talluditos, aunque se confesaban poco aficionados al fútbol, mostraban su alegría porque el triunfo en la Eurocopa hubiera propiciado un ensalzamiento de la bandera nacional. ¡Toma ya! Bueno, pues aquello duró lo que tardó un tenista en vencer en un torneo en Londres. Lo próximo, en ese terreno, serán las olimpiadas. Y en septiembre nadie las recordará.
¿Se acuerda alguien del escándalo que se montó por el incidente en la Cumbre Iberoamericana entre el Rey de España y el presidente venezolano? Alguna prensa española, de claros intereses económicos en la zona, utilizó aquel suceso para desprestigiar al dirigente del país sudamericano. Hoy, sin embargo, se le da escasísimo realce al hecho de que Hugo Chávez vaya a reunirse Uribe, el líder colombiano cuya ilegal intención de optar a una tercera presidencia de su país no recibe ni la menor crítica por parte de quienes vilipendiaron al venezolano por convocar un referéndum en el que pedía autorización para lo mismo.
¿Y de los obispos y de sus manifestaciones preelectorales? ¿Qué fue de Rouco y compañía? ¿Ya no corre peligro la “familia cristiana”?
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