PARECE QUE existen proyectos avanzados acerca de la nueva Selectividad, o pruebas de acceso a la universidad. La actual, con unos índices de aprobados superiores al 90%, más que elegir a los estudiantes más aptos para seguir determinados estudios, lo que hace es una mera clasificación de ellos mediante unas calificaciones globales que pueden permitir a quienes no superan el cuatro en inglés, pongamos por caso, acceder a estudios de filología inglesa, pero no siempre bastan a quienes alcanzaban un nueve, digamos, en Biología para acceder a Medicina. Además se da la paradoja de que, debido a la diferencia de demanda entre unos y otros estudios, alumnos con calificaciones muy bajas pueden ingresar en carreras de las que todo el mundo considera difíciles y, en cambio, alumnos con altas notas en todas las materias no alcanzan el mínimo necesario para cursar estudios más asequibles. El lector podrá poner nombre fácilmente a unas y otros.
La nueva selectividad tendrá una parte voluntaria para mejorar la nota, constará de pruebas orales de idioma extranjero (es absurdo que hasta ahora las pruebas fueran exclusivamente escritas) y, sobre todo, permitirá que las universidades aumenten la ponderación de la nota de ciertas asignaturas significativas para algunas de sus carreras. O sea: a quien aspire a estudiar una ingeniería, pongamos por caso, le contarán más las calificaciones en matemáticas y dibujo técnico que al que pretenda cursar Medicina, cosa que hasta ahora, y por absurdo que parezca no ocurría.
La necesidad de modificar el sistema actualmente vigente era manifiesta desde hace tiempo, pero la inercia que siempre arrastra el sistema educativo y una errónea concepción de la igualdad de oportunidades han impedido que ese cambio se produjera. Confiemos en que en esta ocasión ello sea posible y que los ministerios competentes no se dejen presionar por planteamientos populistas que, en el fondo, son escasamente democráticos al no valorar adecuadamente los méritos de cada cual.
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