EN UNA TARDE TÓRRIDA que, verdaderamente, parece de los veranos de antes, leo en la edición en Internet de este periódico [El Periódico Extremadura] que el Ministerio de Sanidad, para prevenir los efectos de las altas temperaturas sobre la salud, avisará por correo electrónico y mensajes al móvil a quienes lo soliciten sobre la previsión climatológica y sobre el riesgo que para la salud de las personas supondrá el calor que pueda hacer en las próximas semanas. Y he de decir que me parece muy bien que se usen cada vez más las tecnologías que todavía algunos llaman nuevas, pero, francamente, no veo yo qué necesidad tendremos cada hijo de vecino de mensajitos para saber lo que nos espera en estos meses sofocantes si nada más despertarnos por la mañana el agobio es inmediato.
El anuncio forma parte de una campaña, bienintencionada sin duda, del ministro Bernat Soria, cuya denominación oficial, agárrense, es nada más y nada menos que “Plan Nacional de Actuaciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud 2008 del Gobierno de España”. ¡Madre mía! Sólo escribir eso me ha hecho sudar. El ministerio, lleno de indudable buena voluntad, está divulgando unos consejos muy sensatos: “usar ropa clara, ligera y que deje transpirar; hacer comidas ligeras; permanecer el mayor tiempo en lugares frescos, a la sombra o climatizados; y, en casa, bajar las persianas cuando el sol incida directamente”.
Esto es lo bueno de tener ministros tan eficaces. Antes, hace décadas, la gente, sin que nadie se lo dijera, paliaba como podía los efectos del calor con aquellas barras de hielo que repartían por las casas, con chapuzones en piscinas y ríos o con horchatas y gaseosas. Pero, por lo que se ve, últimamente había quienes se dedicaban a correr el maratón a las cuatro de la tarde, quienes salían a la calle con abrigo y bufanda o quienes comían cocido en pleno agosto. Está bien, pues, que nuestros ministros se preocupen por ellos y les den consejos tan sensatos. No todo va a ser dar patadas al diccionario.
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