EN EL COLMO DE LA TRIVIALIDAD en la que ha caído la presente campaña electoral, felizmente próxima a concluir, un periódico gratuito de gran tirada titulaba el pasado lunes que “Zapatero cree que se puede tener sexo durante la campaña, Rajoy lo ve difícil”. Tal como lo leen, información seria y trascendental al cien por cien. Ver semejante imbecilidad –y me muerdo la lengua– en la pantalla me llevó a reflexionar brevemente sobre el nivel en el que se mueven muchos de nuestros medios y de nuestros políticos. Pensé, en primer lugar, en los conocimientos gramaticales que se exigirán hoy en día a los redactores de un periódico. ¿Acaso pueden carecer de sexo, como se deduciría de la preguntita de marras, los políticos, sea en campaña electoral o fuera de ella? ¿Aunque fueran castos cual novicia de las de antes se les podría privar de su condición de hombres o mujeres? ¿Se les podría convertir en seres asexuados? Ya, ya sé que el redactor quería referirse a si en campaña mantenían o no relaciones sexuales, que es cosa distinta de tener sexo, un atributo con el que venimos al mundo y que nos acompañará mientras estemos en él, pero lo que se preguntó a Rajoy y Zapatero fue lo que fue. ¿Se llevarían los candidatos las manos a alguna parte antes de responder?
La segunda reflexión que me hice, de conclusión aún más deprimente que la anterior, lo fue sobre el hecho de que los dos líderes, que deben pensar que todo vale con tal de arañar un voto (aunque a lo mejor con esas actitudes lo pierden), y de los cuales uno será el presidente del Gobierno durante los próximos años, se prestaran a responder a la impertinencia del entrevistador. ¿Cómo es posible que aunque sólo hubiera sido por estrictas razones de dignidad personal no lo mandaran a hacer puñetas? Les aseguro que, al menos para un servidor, hubieran ganado muchos más puntos haciendo callar al iletrado interrogador que repitiendo ad nauseam esos eslóganes que les preparan sus asesores y recitan ante las cámaras como papagayos.
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