LAMENTO MUCHO DECIRLO, pero debo de ser uno de los poquísimos cacereños que no tiene opinión formada sobre el asunto del Womad, cuya posible no celebración, a juzgar por la polvareda que se está levantando, tendría una importancia tan mayúscula que, a su lado, la crisis bursátil que hace tambalearse en estos días la economía mundial sería pecata minuta. Los foros en Internet de los periódicos regionales bullen de opiniones cuya vehemencia pareciera digna de mejor causa, políticos de uno y otro signo se tiran los trastos a la cabeza repartiendo responsabilidades, militantes de distintas tendencias, pero con las mismas siglas al fondo, se arrean navajazos nada sutiles, pidiendo dimisiones... Hasta el mismísimo presidente de la Junta se ve obligado a intervenir reclamando esfuerzos (y quizá concordia entre hermanos) para que no se consume el divorcio entre la empresa organizadora del evento y el consorcio responsable del mismo en Cáceres...
Hace tiempo que por distintas razones no acudo al Womad, aunque recuerdo intervenciones de músicos de gran nivel en algunos de sus primeros años, y considero deseable, desde luego, que se repitan en nuestra ciudad actividades de aquella categoría. Pero la sobreactuación de ciertos responsables políticos al mostrarse cual amantes despechados por lo sucedido me suenan un poco a recurso de malos actores que, ante un texto poco convincente, exageran en demasía los gestos y la impostación de la voz. Por otra parte, considerar que un festival folclórico de dos días, por interesante que sea, constituye la máxima expresión de la actividad cultural de una ciudad y anunciar grandes encuentros alternativos en “defensa de la música como motor para cambiar el mundo”, con la inevitable referencia a 2016, obliga a pensar que por muchas autovías que se estén haciendo aún estamos muy lejos de Atenas o Florencia, de Berlín o París, que si años atrás fueron capitales europeas de la cultura supongo que sería por méritos más sólidos que los aquí aducidos.
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