27 de septiembre de 2007

Malos padres y matemáticas


LEO UNAS DECLARACIONES
del nuevo presidente regional de la confederación católica de asociaciones de padres de alumnos (CONCAPA), acerca de las causas que han contribuido a que, según él, los padres participen escasamente en la educación de sus hijos. Acaso no le falte razón cuando menciona la “falta de tiempo” que entrañan los nuevos modos de vida, con ambos cónyuges trabajando fuera de casa, o las nuevas formas de entretenimiento doméstico, en las que la televisión y el ordenador resultan tan absorbentes. Quizás no le falte razón, digo, aunque sus palabras desprendan un cierto aroma a algo rancio, falto de ventilación.

Sin embargo, con lo que este buen señor ha provocado mi perplejidad ha sido con su afirmación de que el desentendimiento de los padres por la educación de sus hijos empezó “con la matemática de los conjuntos”. Como, según él, “los padres no lo entendían, dejaron de ayudar en los deberes”. ¿También en los de Geografía o Lengua? ¿Dejaron de explicar a sus retoños qué está bien y qué mal, qué está permitido y qué no, por culpa de los conjuntos?

Aseguro al lector que nunca, desde mis lejanos tiempos de estudiante en la facultad de ciencias de Zaragoza, cuando la Teoría de Conjuntos se hallaba en pleno apogeo, había oído sobre ella nada tan peregrino. Se habló mucho en tiempos, aunque ahora se trataría de una discusión anacrónica, de que su estudio podría reducir la capacidad intuitiva de los chicos, de la excesiva primacía que otorgaba a los aspectos formales de las matemáticas sobre los de fondo... Pero eso de que fuera el detonante del abandono por parte de los padres de sus responsabilidades, eso, créanme, no lo había oído en mi larga vida docente. ¡Y cuidado que he oído cosas!

Digo yo que cuando la CONCAPA defienda ante la Administración su postura en relación con los asuntos educativos aportará argumentos más sólidos que los aducidos por su presidente al culpar a los pobres conjuntos de males a los que fueron tan ajenos, ¿no?

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