COREAN A GRITOS, a riesgo de la integridad de sus cuerdas vocales, “¡España, España!”, como si ésta fuera exclusivamente suya; insultan sin recato al presidente de un Gobierno democrático, utilizan cualquier medio para denigrar a quien no piensa como ellos (o mejor: a quien, por pensar, no les hace el juego); agitan fantasmas inventados cada día; manipulan sin pudor para sus fines espurios, que sólo pueden ignorar los incautos, los sentimientos de muy respetables personas que aún no se han recuperado de grandísimos dolores, sufridos en carne propia o en la de seres queridos. Están desatados.
Primero fueron las maniobras sobre la autoría de los atentados del 11-M. Inventaron patrañas que ni a un ebrio guionista de Hollywood se le hubieran ocurrido. Y como nunca aceptaron el resultado de los comicios de 2004 —el expresidente Aznar llegó a afirmar que "los atentados tenían por objetivo el vuelco en las elecciones"—, ahora consideran que cualquier medio es lícito para volver al poder. Juegan con la buena fe de parte de los ciudadanos que se manifiestan aquí o allí (“toda la gente de bien”, según Rajoy; los demás debemos ser escoria); tergiversando, atribuyendo propósitos innobles al Gobierno, mintiendo por activa y por pasiva, sea sobre la decisión tomada con De Juana, que fue la menos mala de las posibles, o sobre un inexistente proyecto de unión de Navarra al País Vasco. (Abramos en este punto un paréntesis para reconocer que parte de la responsabilidad del caso De Juana correspondió al anterior ministro de Justicia, que llegó a afirmar hace dos años, ante la inminente liberación del etarra, tras cumplir su condena, que se “construiría” un procedimiento para impedir su excarcelación. No supo dónde se metía).
¿Y aquí, en Extremadura? Pues aquí siguen la misma línea que en el resto del país. Y, anunciada la retirada de Ibarra, parecen desconcertados con que el PSOE encabece sus listas electorales con una persona tan moderada que perfectamente podría haber sido candidato en su día de la UCD o de la Democracia Cristiana, si tales términos no fueran antitéticos entre nosotros. Como a éste no le pueden criticar que, por ejemplo, cada vez que acude a Villafranca de los Barros lo primero que haga sea visitar la capilla de su antiguo colegio de curas, los del PP se tiran a la yugular del candidato a la alcaldía de Badajoz por la edición hace años del dichoso catálogo sobre unas fotos —en su ignorancia hablan de “pornografía católica” cuando, en todo caso, sería no católica— que sólo escandalizan a quienes están deseando escandalizarse. Lectores de este periódico, algunos ilustrados y con títulos rimbombantes, se dirigen a su director protestando con santa indignación por un editorial sobre dicho asunto que fue un prodigio de sensatez y mesura. Otros utilizan en su queja expresiones como “partir la boca”. ¡Por Dios! (con perdón: no quiero ser irreverente). Tienen estos nuevos torquemadas unas creencias tan indemostrables como intocables y pretenden que los demás las consideremos teoremas. El cardenal primado de España, nada más y nada menos, afirma que "nunca nuestra querida, noble y cristiana Extremadura, tan amante de la Virgen de Guadalupe, ha sido más humillada; porque nunca la Virgen, que todo extremeño lleva tan dentro de sí, ha sido de ese modo ultrajada”. Caramba, me digo, he de ir urgentemente a que me hagan una radiografía. ¿La llevaré yo también dentro, sin saberlo? ¿O acaso no seré extremeño? Esta gente es capaz hasta de negarme esa condición. ¿Vuelve la anti España?
De modo que, serenamente, sin insultar, pero ejerciendo la libertad que durante tantos años nos negaron los padres ideológicos (en muchos casos también biológicos) de quienes hoy se escandalizan farisaicamente, debieran pronunciarse claramente sobre estos asuntos quienes estén ya hartos de tanta agitación, de tanta mentira, de tanto propósito de imponer particulares criterios religiosos o morales a todos. Y entre los más obligados a pronunciarse sin tibiezas, como ha señalado el secretario general de Izquierda Unida, los propios dirigentes del PSOE extremeño. Si los recalcitrantes, esos de la España martillo de herejes, de los obispos del brazo alzado, de Torquemada y de la cristianización a golpes de crucifijo, no tienen pudor alguno en mostrarse montaraces ¿a cuento de qué tanta resignación cristiana por parte de quienes más medios tienen para responderles?