ES TERRIBLE. Ves a ancianitas a las que cederías gustoso el asiento en el autobús gritando como energúmenas, mientras enarbolan letreros en los que se llama asesino y terrorista al presidente del Gobierno. Oyes a gente a la que siempre tuviste por moderada emitiendo unos juicios terroríficos sobre la vida o la muerte —la ajena, se sobreentiende—, transmitiendo el odio de una forma en que jamás les supusiste capaces. Miras el telediario y ves banderas con símbolos que pensabas ya arrumbados, brazos en alto, boinas rojas... Se hace obligado un esfuerzo de explicación y petición de calma por todos los que no participamos de esta especie de histeria colectiva. Las personas, políticos o no, que tengan una mínima ascendencia sobre la opinión pública, debieran manifestarse llamando al sentido común y a la reflexión sin esperar más tiempo. Porque en este momento lo más importante de lo que está en juego no es si las próximas elecciones las van a ganar unos u otros; lo que está en juego es el clima de concordia y convivencia que durante tantos años ha presidido las relaciones entre los distintos sectores de opinión en nuestro país; clima que, desde la salida de Aznar del Gobierno y, especialmente, desde que Zapatero anunció su propósito de llegar al fin del terrorismo mediante un proceso de diálogo con ETA, se ha visto interrumpido una y otra vez.
Y aunque escribiendo sobre el asunto De Juana Chaos se han consumido toneladas de tinta en las últimas semanas, conviene que se haga un ejercicio pedagógico y se vuelva a explicar a quienes puedan estar desorientados, tantas veces como sea necesario, lo que realmente ha ocurrido. Considero, honradamente, que líderes políticos, profesores, profesionales diversos que en nuestra comunidad, en Extremadura, gozan de un alto predicamento, especialmente entre las personas sencillas y bienintencionadas, debieran hacer uso de su posición para ayudar a desenmascarar la maniobra de desestabilización emprendida por el Partido Popular y sus portavoces en algunos medios de comunicación. Sería estupendo leer en páginas como éstas, o ver en las pantallas de la televisión regional, las explicaciones que pudieran, debieran dar algunos personajes públicos. Leo en un importante rotativo, difundido en toda España, que a la hora de tomar la controvertida decisión sobre la situación de De Juana, Zapatero examinó todas las fases por las que había pasado el asunto, plagado desde su inicio de contradicciones jurídicas: Tras el cumplimiento, hace año y medio, de la condena que se le impuso por 25 asesinatos, vino la imputación al etarra de un nuevo delito por escribir dos artículos de opinión; después, la petición de puesta en libertad del juez Santiago Pedraz por no encontrar delito en tales artículos; luego, la petición fiscal de 96 años de prisión por "amenazas terroristas"; posteriormente, la rebaja a 12 años por la Audiencia Nacional, tomada a toda prisa por el pleno de ese tribunal y, por último, la resolución del Tribunal Supremo que le condenó a tres años por "amenazas no terroristas y enaltecimiento del terrorismo". Y esto no todo el mundo lo recuerda. No puedo pensar que esas ancianitas de las que hablaba al principio, si supieran lo realmente sucedido, se mostraran como lo hacen.
Además, quienes gozan de suficiente autoridad, del crédito que les han dado años de dedicación al servicio público, debieran insistir sobre un punto muy importante, del que se está inexplicablemente prescindiendo en el debate de estas últimas semanas. Porque se habla mucho, como es lógico, de las víctimas del terrorismo que se ha sufrido en España, que sólo merecen nuestro respeto y solidaridad. Pero ¿acaso no es obligación de los gobernantes evitar víctimas futuras? ¿O de veras, quienes agitan banderas e insultan a Zapatero, creen que de haber muerto De Juana mientras estaba atado a la cama, no se hubiera producido una reactivación de los atentados, un incremento de las lágrimas, del sufrimiento? La inteligencia distingue al hombre de los animales. El presidente del Gobierno, además de humanitario, ha sido inteligente y valiente. Ha puesto su obligación por delante de otras motivaciones. Y esto debe decirse en voz alta, por cuanta más gente, mejor.