CENSURABA EL OTRO DÍA una persona que me es cercana el que, la mayoría de las veces, quienes tenemos la posibilidad de expresarnos en medios como éste sólo viéramos el lado “negativo”, decía ella, de las cosas y raramente hiciéramos un comentario elogioso de hombre (o mujer, por supuesto) público, especialmente del dedicado a la política. Y muy afectuosamente intenté rebatirle su crítica. No porque no fuera cierto que, en general, quienes nos pronunciamos sobre la actualidad seamos algo severos a la hora de enjuiciar cuanto acontece, sino porque yo creía, le dije, que para escribientes de cámara, aduladores de cerviz flexible y cobistas diversos, ya tienen los gabinetes de propaganda de organismos y partidos políticos suficientes efectivos como para que quienes opinamos por libre, casi por obligación cívica, nos añadamos al coro de paniaguados. En eso, siento mucho decirlo, me temo que no han cambiado tanto las cosas desde aquellos tiempos en que el inefable Nodo (para los más jóvenes: un noticiario que había que proyectar obligatoriamente en los cines) contenía invariablemente reportajes en los que se veía a Su excelencia (de nuevo para los jóvenes: un general de voz atiplada que dormía con el brazo incorrupto de santa Teresa) en alguna de sus infatigables actividades: inaugurando un pantano, pescando atunes, entrando a alguna iglesia bajo palio (los obispos lo adoraban) o recibiendo la visita de embajadores de ignotos países, normalmente disfrazados con trajes regionales. Pero, en fin, reconozco que me puede la añoranza de aquellos inolvidables años y ello me hace perder los derroteros por los que iba.
Les decía, pues, que para cobistas, ya había bastantes pagados a costa del erario público como para que quienes vamos por libre nos añadiéramos al coro. Y si me permiten, para que nadie piense que afirmar lo anterior es pura demagogia, les pondré un ejemplo tomado de la realidad que me es más próxima, la educativa. Espero, por cierto, que no tengan ustedes una hemeroteca a mano, porque lo que voy a contarles es prácticamente lo mismo que escribí aquí mismo a finales de 2004. En aquella fecha, en efecto, hablando de la Gaceta extremeña de la educación, editada por la correspondiente consejería, preguntaba al lector si sabía cuántas referencias al entonces consejero aparecían en uno de los números de la revista. La respuesta era un número tan alto que, tal y como estaban las cosas, me temía, y me sigo temiendo, que no fueran capaces de llegar a él, contando, muchos de nuestros estudiantes de secundaria. Pero, en fin, eso era antes, como les digo. ¿Y ahora?
Ahora... se ha hecho uno más mayor. Y por eso, tras ver un llamativo titular en el último número de la citada gaceta: “Homenaje a los docentes jubilados el pasado curso”, coge un ejemplar del enorme montón que cada mes ponen en el instituto en el que trabaja (y que termina, al poco, en los contenedores de papel para reciclar). Pensando, qué sé yo, que el citado homenaje consistiría en analizar porqué se está produciendo una anticipada jubilación masiva entre el profesorado, qué está llevando al desistimiento a muchos docentes, qué puede hacerse para que, además de palabras grandilocuentes y un mísero reloj de regalo tras cuarenta años de servicio, los profesores recibamos apoyo en nuestro trabajo con leyes sensatas en que se valore el esfuerzo y el mérito de los alumnos... Pero no. Tras una rápida lectura de los lugares comunes contenidos en la publicación propagandística, exenta de cualquier aspecto crítico, llena de loas a la excelencia del sistema educativo extremeño y de referencias a nuestra universalmente reconocida identidad regional (¿será uno de sus rasgos el vocabulario de nuestro presidente?), algo bulle en mi cabeza. ¿Qué es? Algo que no acabo de precisar... Hasta que caigo en la cuenta. Empiezo otra vez por la primera página, en la que no está sola, sino acompañada por el candidato del PSOE a la presidencia de la Junta, y cuento las fotografías que de la consejera aparecen en ese número de la revista: una, dos, tres... media docenita. En color, en blanco y negro, de pie, sentada... Visitando una exposición, entregando unos premios, inaugurando ¿un pantano? Tal y como les cuento. Así que no me extraña que la gacetilla se difunda gratuitamente. ¿O acaso si íbamos al cine y pagábamos la entrada era por el Nodo?