20 de octubre de 2014

Ocasión perdida

HACE YA más de treinta años que voté al PSOE por primera y última vez. Es cierto que solo se trató de poner una cruz, junto a otras, en una papeleta de candidatos al Senado y que, además, fue antes del nefasto referéndum sobre la OTAN; aquel que transformó el "de entrada, no" en un "hasta la cocina y sin rechistar". Me pareció tan escandaloso el chantaje al que se sometió a la opinión pública y el uso que se hizo de los medios de difusión, especialmente RTVE, para que finalmente prevaleciera la posición de Felipe González, que me prometí que nunca jamás una papeleta mía refrendaría, por tiempo que pasase, tal fechoría... Sin embargo, pues el hombre es débil, desde hace unos meses, descartado que en las próximas elecciones municipales y autonómicas votara a quienes siempre lo había hecho —que Monago haya sido presidente gracias a ellos no tiene perdón de Dios—, me rondaba por la cabeza la idea de que aquel voto de no votar (disculpe el lector el juego de palabras) no debiera ser como el de silencio que se exige para ingresar en la Trapa y que, con tal de no volver a ver a la actual alcaldesa presidiendo de nuevo el Ayuntamiento, podría elegir la papeleta del puño y la rosa, si es que tales símbolos aún formasen parte en el próximo mes de mayo de la iconografía socialista. Esa vaga intención se transformó en firme decisión cuando supe que, con toda probabilidad, el candidato a alcalde de Cáceres por el PSOE sería una persona que, a mi juicio, reunía las condiciones idóneas para ocupar dicho cargo. O, si no idóneas, pues la perfección no existe, sí al menos las mejores de las posibles.



Hoy constato con sorpresa, acaso por mi desconocimiento de los guadianas que atraviesan el PSOE cacereño, que esa persona a la que yo consideraba capaz de alcanzar y ejercer adecuadamente el cargo de alcalde, no ha resultado elegida por sus compañeros. Desconozco los méritos, que no descarto, de quien, si bien por un escasísimo margen, resultó finalmente vencedor. Quizás sea ese desconocimiento de los flujos y reflujos existentes en el PSOE de Cáceres el que me impide igualmente comprender que la candidata que había sido respaldada por todos los exalcaldes socialistas de esta ciudad haya sido quien menos votos obtuvo. ¿Rechazo por parte de una militancia desengañada de todo lo que suene a pasado? ¿Confusión entre juventud e innovación?

Sin intención de ofender ni restar méritos a nadie, diré que sospecho que en la sede de cierto partido político en Antonio Hurtado deben de estar la mar de felices. En cuanto a lo que a mí se refiere, por poco que le interese al lector, diré que sí, que hay algo que me satisface: mi voto del 86, ese de connotaciones trapenses, podrá seguir siendo estrictamente observado.