ES PROBABLE que algunos lectores tilden estas líneas de faltas de objetividad. No pasa nada. Aún está por nacer quien al opinar sobre cualquier asunto, humano o divino, no lo haga obedeciendo a su particular modo de enfocar las cosas. La objetividad, si existe, solo puede hallarse en un enunciado matemático o al sostener que el sol sale todos los días, como me recuerda mi médico cada vez que le pido un diagnóstico exacto. Aun así, aunque algunos lectores puedan juzgar esta columna de tendenciosa, serán más los que compartan conmigo la idea de que Gaspar Llamazares, el antiguo líder de Izquierda Unida, ha sido uno de los mejores parlamentarios de los últimos años. Por sus formas, siempre respetuosas con el adversario, por el fondo de sus propuestas, argumentando sólidamente sobre cómo mejorar muchos aspectos de nuestro sistema político, por su defensa de servicios públicos esenciales, por su “voluntad de diálogo, integración y comprensión de la pluralidad social”.
Me ha parecido, pues, muy oportuno el acto recientemente celebrado en Madrid en el que intelectuales y artistas homenajearon al hasta ahora diputado de IU que, en las elecciones del próximo día 20, se presentará como candidato al Congreso por su región natal. “Si viviera en Asturias –rezaba el lema del manifiesto firmado por los organizadores del homenaje– votaría a Gaspar Llamazares”. Es una afirmación que suscribiríamos muchos otros electores. Muchos otros electores que, desafortunadamente, no tendremos la oportunidad de influir con nuestro voto para que un parlamentario de la categoría de Llamazares continúe en la Carrera de san Jerónimo tras el 20 de noviembre.
Faltan apenas tres semanas para la perezosa y tópicamente llamada “cita con las urnas” y algunos, no solo en Extremadura, echamos en falta candidatos de auténtica envergadura que, pese al desprestigio en que se hallan los partidos mayoritarios, fueran capaces de sacarnos de ese “no sabe, no contesta” que parece haberse instalado entre nosotros. Todos damos los resultados electorales por descontados, la gente espera sin ilusión, a derecha e izquierda, la noche del día 20 y las trifulcas que mantienen unos y otros sobre qué vídeo propagandístico es más infumable solo nos merecen bostezos. Es una pena, sí, no ser asturiano, aunque fuera por un solo día.
Publicado en El Periódico Extremadura