5 de febrero de 2011

Inflación universitaria

ERA QUIEN SUSCRIBE un tierno retoño (ayer mismo, pues) cuando en Salamanca, donde cursaba el temible selectivo de ciencias, pidió consejo a don Norberto Cuesta, famoso catedrático de Análisis Matemático, acerca de cuál de las cuatro facultades de matemáticas entonces existentes en España era la mejor para seguir la licenciatura. Don Norberto –sempiterno traje oscuro e impecable pajarita– no dudó ni un segundo: «Yo le aconsejaría a usted –no se permitía tutear a ningún alumno– Santiago, pues allí hay muy buenos profesores, pero... tiene un gran inconveniente: la facultad fue creada hace tan solo 30 años y aún no tiene suficiente solera. Váyase a Zaragoza».

He recordado esa anécdota muchas veces, especialmente en épocas recientes, cuando casi bastaba con que cualquier municipio extremeño pidiera un centro universitario para que lo tuviera al poco tiempo. Alguien debió pensar que solo se trataba de dinero, y puesto que ese alguien lo tenía y, además, el crecimiento incontrolado de la universidad era rentable electoralmente, surgieron facultades y escuelas como hongos. Como si un profesorado de calidad pudiera formarse de un día para otro, como si una investigación digna de tal nombre pudiera basarse en la construcción de edificios más o menos modernos.

Esa falta de rigor, junto a la ausencia de criterios que tuvieran en cuenta las expectativas demográficas para establecer nuevos estudios, han dado lugar a la situación actual de una universidad, la de Extremadura, en la que se imparten titulaciones de casi todo, algunas por duplicado o triplicado, cuando apenas si hay demanda para muchas de ellas. De modo que parece un acierto lo sugerido por el presidente de la Junta sobre la conveniencia de que universidades de distintas regiones compartan algunas titulaciones. O lo que es lo mismo, pero en román paladino: la conveniencia de que dejen de ofrecer estudios no esenciales para los que no haya, ni se espere, demanda suficiente.


Es evidente que el daño ya está hecho y que claustros hipertrofiados como los que se formaron años atrás no podrán recuperar dimensiones razonables en mucho tiempo, pero aun así hay que desear que la Junta surgida de las próximas elecciones, en defensa del interés público, no corporativista, promueva la sensatez en la gestión de una universidad que, pese a que Extremadura ocupa el duodécimo lugar de España por el tamaño de su población, es la segunda del país por el número de titulaciones que en ella se imparten.