SI, como dijera Fraga hace siglos tras su inesperada asociación con destacados miembros del Opus Dei que habían sido sus adversarios, “la política hace extraños compañeros de cama”, no debieran sorprendernos los parabienes con los que ciertos medios de la derecha están acogiendo la decisión de Tomás Gómez de ser candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Decisión tomada contra los deseos de las máximos dirigentes de su partido, que día sí, día no, se pronuncian a favor de otra candidata, la preferida del casi desahuciado inquilino de la Moncloa.
Ciertamente, llama la atención que esos medios, en su afán por destruir a Zapatero –como si no se bastara él solito en el empeño– arrojen flores sobre alguien a quien, si ganara en las primarias, pondrían a caer de un burro inmediatamente. Pero ello no debiera privar a su candidatura de méritos a los ojos de una militancia, primero, y un electorado de izquierdas, después, que se hallan desconcertados desde hace tiempo. Que la derecha elogie espuriamente a Gómez no debiera privarle de apoyos entre los madrileños progresistas, hartos según todas las encuestas, como tantos otros españoles, de los giros, los incumplimientos, la falta de reflejos de quienes llevan las riendas del PSOE. Hay muchas personas que jamás votarán al PP ni a Izquierda Unida y a quienes la falta de candidatos socialistas idóneos, libres de culpa, podría estar impulsando hacia la abstención. La aparición de Gómez, por mucho que algunos lo elogien solo para dañar a Zapatero, constituye una bocanada de aire fresco para esa parte del electorado.
Lástima que el ejemplo de Madrid no haya cundido en otros lugares. ¿Cómo es posible que en Cáceres, sin ir más lejos, no haya existido quien, a la vista del panorama existente, diera un paso al frente y luchara por ser elegido por sus compañeros candidato socialista a la alcaldía? Con todo el respeto que merecen las personas afectadas y dado que solo hay dos partidos con posibilidades reales de optar a ese cargo, ¿no es lamentable que, según parece, el PSOE prefiera llevar –o dejar ir– al sacrificio a la actual alcaldesa antes que arriesgarse a presentar un nuevo rostro que movilice a su electorado? ¿O es que se da por perdida la batalla con cualquier candidato? Aunque Gómez no viva aquí y el tiempo de las primarias haya pasado, podría hacerse algo para evitar la hecatombe.