EN EL AÑO 2008 se practicaron en España más de 112.000 abortos voluntarios. Si hubiéramos de llevar a sus últimas consecuencias las proclamas de sus eminencias reverendísimas, los señores obispos españoles, de quienes el más más cualificado portavoz es el melifluo Martínez Camino –¡Ave María purísima, de él nos libre Dios!– , ello significaría que en nuestras calles habría más de 112.000 asesinas –sólo refiriéndonos a lo sucedido en el último año– que no han recibido el debido castigo por su crimen. ¡A la cárcel con ellas! ¡Asesinas, más que asesinas!
Si después de la última, infame y demagógica campaña de la más reaccionaria jerarquía eclesiástica del orbe contra la nueva ley que regulará la interrupción del embarazo, el Gobierno del miedoso Zapatero y la zalamera Fernández de la Vega sigue doblando la cerviz ante cualquier ensotanado, mientras permite que con el dinero que entrega a la Iglesia Católica se subvencionen este tipo de campañas, entonces, no lo dude el lector, ya se encargará el Sumo Hacedor de que en el pecado lleven la penitencia.