LEYENDO LAS DECLARACIONES de un conocido político extremeño, que resumiré al lector enseguida, me han venido a la cabeza aquellos tiempos en que, empezando a vislumbrarse en nuestro país la desaparición de la censura cinematográfica (la que convertía en apasionados hermanos a los amantes de Mogambo pero se tragaba el genial final con trío que Buñuel urdió para Viridiana), algunas actrices, o aspirantes a ello, declaraban que sólo se desnudarían si lo exigiese el guión. No necesito decir que ya se las ingeniaban ellas para que el guión exigiera todo lo que fuera menester.
Hace unos días, en efecto, mientras tomaba café en un local en el que lo único que sobra en ocasiones es el abundante humo, consecuencia de una ley antitabaco pacata e insuficiente que se quedó en un quiero y no puedo, eché un vistazo a la enorme pantalla de televisión. Allí, nuestro ex presidente autonómico contestaba con su habitual gracejo a las preguntas más bien complacientes de una periodista. Naturalmente, se trataba de cuestiones de índole política, entre ellas las referentes a una oficina que, al parecer, se ha montado para su uso exclusivo, supongo que para que pueda utilizarla entre clase y clase de las muchas que impartirá, una vez vuelto, como se anunció a bombo y platillo, a su actividad académica e investigadora como filólogo. Y anteayer, en estas mismas páginas, se recogían otras amplias declaraciones del ex presidente en las que, con motivo de la presentación de un libro por él firmado opinaba –y está en su perfecto derecho, faltaba más– sobre el sistema autonómico, sobre quién podría suceder al actual presidente del Gobierno...
Lo que, sin embargo, me ha hecho recordar a aquellas esforzadas buscadoras de guiones exigentes han sido otras palabras pronunciadas por nuestro hombre en el acto mencionado: “No echo de menos la política”, manifestó sin inmutarse. ¡Cómo va a echarla de menos, me digo a mí mismo, con lo que el pobre se esfuerza para que el guión le obligue a practicarla continuamente!