18 de junio de 2008

Educación y sanidad mejorables

SIEMPRE HE SIDO un defensor a ultranza del carácter público de dos servicios básicos para la sociedad: la educación y la sanidad. Difícilmente podrá discutirse que la mejor forma de garantizar el acceso de toda la población a una atención sanitaria de calidad, exenta de discriminaciones, y a una enseñanza que no se rija por los principios del beneficio económico o del adoctrinamiento ideológico, es potenciando el carácter social de ambas y destinando a ellas presupuestos adecuados. Lo cual no niego que se esté intentando en los últimos tiempos; no hay más que ver la proliferación de institutos, a veces incluso excesiva, o la construcción de hospitales y centros de salud para concluir que el progreso ha sido notable.

Sin embargo, tanto en educación como en sanidad se siguen presentando deficiencias de funcionamiento que convendría corregir cuanto antes, pues puede cundir entre la población cierta sensación de que lo público no funciona que, a la larga, sólo redunde en beneficio de intereses privados y en perjuicio de la propia comunidad. Esas deficiencias, conviene aclararlo, no son corregibles únicamente a base de invertir más dinero. La eficiencia de un servicio público depende mucho más de la buena organización del mismo, en el que todos los sectores cumplan sus cometidos, que de los euros que se dediquen a fines a menudo incomprensibles (como en el caso de los ordenadores a porrillo que van a entregarse a los alumnos de Secundaria).

En sanidad, por ejemplo, la injustificable espera a la que se somete a muchos pacientes (uno mismo recibió ayer una citación para el especialista para dentro de ¡cuatro meses!), la enorme demora con la que se remiten a los médicos pruebas diagnósticas que éstos han solicitado (alegando, en los tiempos de Internet, que "los administrativos aún no han cumplimentado los papeles”) no parecen susceptibles de mejora únicamente a base de dinero, sino de una mejor organización y de la exigencia de responsabilidad en el trabajo a todos los niveles.

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(En caso de impesión se aconseja ajustar la escala al 180%)