17 de abril de 2015

Hacienda somos todos... menos él.

NO SOY de los que dejan la declaración de la renta para el último día del plazo; incluso me atrevería a decir que en ese y otros quehaceres me guío, quizás en exceso, por el principio un tanto demodé de no dejar para mañana lo que pueda hacer hoy. Siempre he sido así y, a estas alturas de la temporada, no es cuestión  de mudar de criterios.

De modo que ayer, poco después de levantarme, me dispuse a descargar de la web de Hacienda el programa PADRE para cumplimentar mi declaración; o un primer borrador de ella al menos. Aunque me esté mal decirlo, no soy de los recién llegados al mundo de la informática, y quienes me conocen saben que tuve mi primer ordenador, si se puede dar tal nombre al aparatito que me trajeron de Londres y con el que me pasé las horas muertas haciendo programillas en BASIC, en el ya lejano año de 1981. No es de extrañar, pues, que prácticamente desde que se crearon los certificados digitales (la firma electrónica) utilice el mío con frecuencia. Ayer fue una de esas ocasiones.


Lo primero que intenté fue descargar mis datos fiscales del ejercicio de 2014. Para mi sorpresa, cada vez que hacía un clic con el ratón me aparecía en la pantalla un aparatoso aviso advirtiéndome de que el servidor al que pretendía acceder, el de la Agencia Tributaria, constituía un potencial peligro para mi ordenador, por lo que me aconsejaban interrumpir la conexión, ateniéndome, en caso de no hacerlo, a terribles consecuencias. El mensajito acongojaba un tanto, ya digo, pero, armándome  de valor, ignoré todas esas advertencias y tras un rato de desigual combate con el teclado, dejé la declaración casi vista para sentencia.

Cuando puse las noticias más tarde, entendí la razón de tanta fanfarria y tanta alarma. Un organismo público, la Agencia Tributaria, que ha sido dirigido por señores como al que ayer detuvieron para evitar que efectuase alzamiento de bienes y destruyera pruebas de evasión y blanqueo de capitales no es precisamente un lugar al que pueda acudirse sin la debida protección, sea a cuerpo serrano, sea digitalmente. Es todo un detalle que te lo adviertan.

Los españolitos somos únicos en el mundo, amigos. Si un día tuvimos por jefe de los guardias a un ladrón, ¿por qué no tener como recaudador de impuestos a quien todos los indicios señalan como  defraudador fiscal de alto copete?

Por cierto: ¿recordáis la endeblez de las razones que adujo el personaje al que me estoy refiriendo para abandonar prematuramente la presidencia del FMI? Sí, el Fondo Monetario Internacional, uno de los organismos integrantes de la famosa Troika, que tanto se ha preocupado últimamente por el bienestar de la gente sencilla y trabajadora que vivió por encima de sus posibilidades… Las piezas van encajando.