3 de marzo de 2012

Dos caras de una misma moneda

QUE LA REALIDAD ofrece distintas caras a quienes la observan es obviedad de tal calibre que no merece la pena dedicar un segundo a demostrarla. Hay ocasiones, sin embargo, en que esas caras son tan contradictorias, tan opuestas unas a las otras, que resulta difícil creer que corresponden a un mismo mundo. Lo digo a propósito de dos hechos acaecidos anteayer, jueves, en el campus universitario de Cáceres y de los que, en buena medida, fue protagonista el presidente de la Junta.


El primero consistió en el acto académico realizado en la facultad de Derecho con motivo de la festividad de san Raimundo de Peñafort, un fraile dominico que, entre otros méritos, tuvo el de introducir la Inquisición en el reino de Aragón. Porque –aprovechemos la ocasión para decirlo– en la lista de las cien mejores universidades del mundo no figurará ni una sola española, pero si de santos y santas patronas se tratara... Bueno, pues mientras eso sucedía, lo de los discursos más o menos floridos, junto a quienes los pronunciaban se mostraba una reproducción de la copa del mundo de fútbol, ante la que público en general y autoridades en particular se fotografiaron orgullosos. Ignoro si el presidente regional, el rector, las consejeras, la alcaldesa y otras autoridades presentes en el acto desfilarían posteriormente en procesión tras el trofeo (iba a decir otra cosa, pero me he contenido) o se limitarían a adorarlo.

El segundo de los hechos fue la protesta algo desairada de un numeroso grupo de jóvenes estudiantes que, hasta que la policía lo impidió –de forma muy comedida, conviene destacarlo– obstaculizaron la salida de la facultad de la comitiva en que viajaba Monago. Es cierto que algunos de los eslóganes coreados fueron desafortunados (es lo que suele ocurrir con las rimas fáciles) e incluso agresivos, pero no más que los anuncios de recortes en servicios públicos básicos por los que los estudiantes protestaban.

El lector dirá con cuál de las dos caras de la moneda se identifica más. Si con la de unos actos protocolarios a los que todos asisten por obligación y que, en ocasiones, rozan el sainete, o con la de una saludable expresión del malestar entre jóvenes a los que suele acusarse de desinterés por la cosa pública pero a quienes algunos descalifican cuando, al hacerse oír, no suenan como un coro de ángeles.

Publicado en El Periódico Extremadura